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El sierense Francisco Muñiz Villar, en el hospital de Londres. E. C.

«Hay miedo a un repunte del COVID-19»

El sierense Francisco Muñiz Villar es celador en un macrohospital de Londres que llegó a albergar a medio millar de pacientes de coronavirus

JOSÉ CEZÓN DOMÍNGUEZ

SIERO.

Viernes, 15 de mayo 2020, 02:23

El sierense Francisco Muñiz Villar se afincó en Londres a finales de 2014 y trabaja desde hace catorce meses como celador en el University College London Hospital, un macrocomplejo sanitario de veintidós plantas situado cerca de la estación de Waterloo y del estadio del Totenham Hotspur. Este centro público, que dispone de un área privada para gente acaudalada, es una torre de babel con más de setecientos profesionales de 130 nacionalidades.

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Este poleso de 43 años cuenta que, en el momento más crítico de la pandemia del coronavirus, la cifra de hospitalizados alcanzó casi el medio millar de personas, sumando casos positivos y sintomáticos. La situación ha mejorado de forma notable; aunque no tiene acceso a datos oficiales, estima que el número actual de enfermos de COVID-19 no superará la treintena. No obstante, siguen manteniendo tres plantas vacías y preparadas para acoger a este tipo de pacientes.

«Hay mucho miedo a un repunte, porque aquí han dado demasiada libertad y dejado a la gente al libre albedrío», afirma. Los pubs, restaurantes y centros de ocio permanecen cerrados, pero los londinenses siguen acudiendo en masa a los parques. Él lo observa a diario en su barrio de Kennington. «Con cuatro días de sol que tienen al año, no hay forma de meterlos en casa, aunque se ven muchos carteles con lemas como 'Estad alerta' o 'Quedaos en casa'», dice.

En un país donde su más insigne artista urbano -el enigmático Banksy- ha rendido homenaje a los sanitarios, la pandemia ha solapado por completo al 'Brexit'. El Reino Unido asiste ahora a una rebelión interna de Escocia, Gales e Irlanda del Norte, que discrepan con la permisividad que el primer ministro británico, Boris Johnson, ha mostrado en esta crisis.

Muñiz se encarga del traslado de pacientes por el hospital y de tareas logísticas. Posee un 'walkie-talkie' y un móvil iPhone, donde le informan del servicio y de la persona. «Se registra hasta si vas con retraso», dice. Y le ha tocado llevar varias veces a enfermos de COVID-19, «que tienen dos ascensores solo para ellos». La protección del personal es integral: lleva un traje de plástico, mascarilla, un escudo facial y tres o cuatro pares de guantes untados de gel desinfectante. «Y todos los días utilizamos material nuevo, aquí nunca faltó de nada», asegura. En cambio, tan solo le han hecho un test «hace un mes».

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Dos compañeros muertos

Pese a las estrictas medidas protectoras, este virus perverso ha matado a dos compañeros celadores. El primero fue un amigo suyo ghanés, con el que ya había coincidido en una empresa de importación alimentaria, y que se contagió en emergencias. Y hace una semana, se enterró otro compañero sexagenario colombiano, «al que le quedaban tres años para jubilarse». Como era persona de riesgo por la edad, había solicitado la baja voluntaria y se supone que contrajo el virus fuera del hospital. «Por primera vez en mi vida asistí a un funeral 'on line'», comenta. En ambos casos, los compañeros promovieron una colecta y recaudaron más de mil libras para ayudar a las familias. Y cuenta que otra recepcionista mayor del hospital «se sintió un día mal, pasó una mala noche y no fue a trabajar y al día siguiente se murió».

Este sierense pretende retornar ya a España: «Estoy cansado de Londres y quiero vivir cerca de la playa». Ha recibido dos ofertas de trabajo como celador en Barcelona y en un club de golf en Murcia. Pero ahora su mayor deseo es poder visitar a la familia en Pola de Siero «y conocer a mi sobrina de dos meses». El coronavirus ha truncado, de momento, sus planes.

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