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Mario Menéndez llegó a París a finales de 1999.

«No sé lo que significa la rutina»

El gijonés Mario Menéndez llegó a 1999 a París para trabajar en Bolsa y pronto creó su empresa, Obaba. Ahora representa en España la firma Saint James

M. F. A.

GIJÓN

Sábado, 12 de julio 2025, 22:51

Tiene una vida que vale por unas cuantas Mario Menéndez, un gijonés que lleva 28 años fuera de España. Se fue de Erasmus en el último año de Económicas en Oviedo y no volvió. Ha vivido en Bari, Cambridge, Milán y desde el año 2000 está en Francia, al principio solo en París y los últimos trece años, a caballo entre la capital gala e Ibiza. Es el responsable en España de la marca francesa Saint James, la misma que vistió con rayas marineras a Picasso, Andy Warhol y James Dean, y es también el propietario de Obaba, marca líder en Francia de los pareos eco-responsables.

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El camino hasta llegar ahí ha sido largo y entretenido. En Italia le dieron su primera gran oportunidad laboral y en Francia acabó por hacer su vida. Cuando 1999 llegaba a su fin arribó a la ciudad de la luz. «La empresa de bolsa parisina donde trabajaría después más de 20 años buscaba un economista joven y trilingüe». Se concertó una reunión, salió bien y al poco tenía en su buzón un contrato. «En aquel momento dejar mi trabajo en Milán para ir a vivir a París fue una decisión difícil, pero fue la decisión acertada», sostiene hoy. La vida como director general de una empresa de bolsa y como 'interdealer broker' «implicaba un nivel de estrés insostenible en el largo plazo». Era tan interesante como agotador por la necesidad de estar siempre por delante con respecto a la comprensión de los mercados.

Fue en el año 2012 cuando creó la marca Obaba y dio un primer paso en una dirección alejada del sector financiero. «La creación de Obaba fue un soplo de aire fresco y creatividad», revela, y añade después que su marca puso en el mercado «la primera sábana de playa gigante, ligerísima, compacta y resistente al viento». En 2021 «ante la incredulidad de mis clientes y competidores», decidió dejar la Bolsa y dos años después emprende otra aventura como responsable en España de la mítica marca francesa Saint James. «Es la marca náutica más importante de Europa», relata el empresario asturiano, que asegura que es poco conocida en España, pese a su éxito internacional y a que ha sido muy copiada en nuestro país. Ha unido también a ambas compañías: «Desde 2016 y su primera colaboración, Obaba crea cada año un modelo nuevo de sábana de playa en 'co-branding' con Saint James. Fue así como entré en contacto con el equipo de Saint James».

Para él ambos proyectos son apasionantes y le permiten vivir entre París e Ibiza. «Tener esta doble vida es una maravilla tanto en el plano profesional como personal. A pesar de trabajar intensamente tengo una gran calidad de vida. Ambos lugares son totalmente opuestos y se complementan a la perfección. Sin casi darme cuenta cambio continuamente de estilo de vida, de agenda diaria y hasta de alimentación. En los últimos 13 años no sé lo que significa la rutina».

Valora de Francia su gusto por el 'savoir faire'. «Han entendido que la manera mejor de diferenciarse a nivel mundial es por la excelencia. Esto es algo que admiro profundamente», afirma. Añade su amor y defensa de la vida cultural. «Es un país que defiende su singularidad, su diferencia y su voz», afirma.

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Son seguros de sí mismos y rigurosos los franceses, que no son tan cercanos, sin embargo, como los españoles. «En mi opinión, la relaciones humanas son más amigables y directas en España o Italia. El ambiente general es más alegre en España», concluye. Dicho lo dicho, pese a que son más individualistas, pese al elitismo y la arrogancia en ciertos aspectos, «es un gran país». Y París, una ciudad increíble: «Es la ciudad donde más tiempo he vivido y donde mejor me siento», concluye. Su belleza, cultura, dinamismo, calidad de vida y diversión la hacen extraordinaria. «París sigue siendo hoy una ciudad de oportunidades para los jóvenes: si lo haces bien, trabajas y eres creativo no hay en Europa un lugar mejor».

Todo lo dicho no aplaca las añoranzas asturianas, la tierra a la que retorna un par de veces al año, la última para celebrar con los amigos los cincuenta. «De Gijón echo de menos muchas cosas, sobre todo el lado humano; el trato amable y sonriente de las personas en general y la cercanía de los amigos de siempre. Es una ciudad siempre alegre, yo creo que ligado a la proximidad del mar… un buen paseo por el Muro cura todos los males», concluye quien sostiene que los valores de su vida se fraguaron en los jesuitas y en la Universidad de Oviedo. El sentido de la amistad, de la lealtad y de la lucha son made in Asturias. Una tierra que mira con nostalgia y a veces cierto pesar: «Tengo la sensación de que pocas cosas cambian en Asturias. Lo cual tiene su parte positiva pero también su parte negativa. Creo que en Asturias nos hemos dormido un poco estos últimos 40 años», señala. En nuestras manos –sostiene– está cambiar el chip y para eso es importante «incentivar el espíritu creativo, la iniciativa y la innovación».

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