El incombustible piragüista que surca Trasona
Saúl Craviotto es el deportista español en activo con más preseas cosechadas en unos Juegos Olímpicos
DANI BUSTO
Martes, 21 de febrero 2017, 03:46
Valentina Craviotto tiene dos años y todavía no lo sabe, pero en su casa cuelgan ya cuatro medallas olímpicas: dos oros, una plata y un bronce. Las ganó su padre, Saúl, merecidamente y sobre una piragua, en los tres Juegos Olímpicos en los que ha participado: la primera en Pekín 2008, la segunda en Londres 2012 y las dos más recientes, en Río de Janeiro 2016.
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Con este palmarés, Saúl Craviotto (Lérida, 1984), que trabaja como policía nacional en Gijón, se ha convertido en el deportista español en activo con más preseas olímpicas, y ocupa el segundo peldaño del olimpismo nacional, solo por detrás del canoísta David Cal (un oro y cuatro platas). Junto a Craviotto, con cuatro metales, se encuentran el ciclista Joan Llaneras, la nadadora Mireia Belmonte, la nadadora de sincronizada Andrea Fuentes y la tenista Arantxa Sánchez Vicario.
La relación de Saúl con el piragüismo viene de lejos. Y buena culpa de ello la tienen su padre Manuel y su tío Víctor, quienes practicaban este deporte. Siempre que la familia se iba de vacaciones, se buscaba un destino con agua. Y la piragua, bien sujeta, se encontraba en la baca del coche.
El pequeño Saúl se subió a una de estas embarcaciones por primera vez con poco menos de un año, y cuando cumplió los siete comenzó a practicar el piragüismo con cierta frecuencia. Y eso que el fútbol, la natación y el kárate también tenían mucho tirón en su Lérida natal. Su madre Emma, en una especie de 'ultimátum', de esos que solo saben hacer las madres, le pidió que «hiciera el favor» de decidirse por uno de ellos.
Entonces, Craviotto eligió las palas. Comenzó a entrenarse en serio, tres veces a la semana, a los once años, y fue a los quince cuando recibió la llamada de la selección júnior de piragüismo.
Como no hay éxito sin sacrificio, le llegó el momento de tomar la primera decisión complicada: debía trasladarse a vivir a Madrid para continuar con la competición de alto nivel. La residencia del Centro de Alto Rendimiento Blume fue su nuevo hogar y el embalse de Picadas, en el municipio de San Martín de Valdeiglesias, su habitual lugar de entrenamiento. Mientras tanto, en Lérida dejaba a sus padres y a sus amigos de la infancia.
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El esfuerzo le trajo las primeras recompensas. Victorias notables. Se confirmó como un prometedor talento con 16 años en el Mundial de Curitiba (Brasil), donde obtuvo su primer metal, una plata, en categoría juvenil. Algo que refrendó tiempo después en el Europeo de Polonia sub 23, en el que ganó dos medallas de oro.
Al mismo tiempo, Saúl tenía claro que la piragua no le daría en el futuro la estabilidad económica que pudieran ofrecer otros deportes de élite. A los 18 años comenzó a preparar oposiciones para ser policía nacional, a los 19 las aprobó y a los 20 juró el puesto.
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Los malos resultados cosechados por la selección española en el Campeonato del Mundo de Duisburgo (Alemania), en 2007, obligaron a los seleccionadores a realizar cambios drásticos en el equipo. Se cambiaron las embarcaciones, las distancias de las pruebas competitivas y también los piragüistas.
Eran los cimientos de una de las duplas más exitosas del piragüismo español: Saúl Craviotto y el gallego Carlos Pérez Rial, 'Perucho'. Ambos, además, cincelados desde entonces por el técnico luanquín Miguel García.
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Madrugones en Trasona
Ya con un puesto de policía en Gijón, y con el embalse de Trasona como testigo de sus madrugones diarios, comenzó a prepararse para los Juegos de Pekín, donde logró junto a Perucho su primer oro olímpico en la categoría de K-2 500. Se trataba de un logro impensable tan solo nueve meses antes, cuando comenzaron a entrenarse juntos. Su compañero de embarcación recordaba que la primera semana de acoplamiento había sido «patética» e incluso volcaron con su kayak en más de una ocasión.
En el camino a Londres 2012, a su palmarés se sumaron más medallas cosechadas en europeos y mundiales, tanto en K-1 como en K-2. Sin embargo, la dupla no logró clasificarse para la cita olímpica -una ola levantada por las fuertes rachas de viento en la prueba del preolímpico disputada en el lago Malta (Polonia) les dejó sin billete- y Saúl tan solo acudió a competir en la disciplina de K-1 200.
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En la capital británica, Craviotto volvió a subirse al podio, esta vez con diez kilos más, ya que compitió en una prueba en la que era necesaria mayor potencia y explosividad.
Con la medalla de plata al cuello, y el anillo de compromiso en el bolsillo, Saúl llevó a su novia, la gijonesa Celia García, a Piccadilly Circus, la plaza más famosa de Londres, y allí le pidió matrimonio. Se casaron en Gijón en septiembre de 2013.
De nuevo comenzó otro ciclo olímpico. Otra Olimpiada. Y esta fue dura. Más si cabe. Tocó sufrir. Craviotto no logró el billete a Río en el Mundial de Milán, en agosto de 2015, y pensó en la retirada: «Fue mi peor momento, fallé, me descoloqué y me vi fuera de los Juegos».
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Fue un momento humano, de flaqueza. Sin embargo, quienes mejor le conocen destacan de él su «fortaleza mental», algo que demostró al no arrojar la toalla. De nuevo se lo jugó todo a una carta, a treinta segundos de carrera, y por el camino largo: el preolímpico de Duisburgo. Y allí consiguió la plaza a Río.
Acudió a Brasil junto al palista Cristian Toro, con quien consiguió el oro en la modalidad K-2 200. Y dobló la apuesta. En el penúltimo día de competición ganó el bronce en el K-1 200.
Al mismo tiempo, a 8.330 kilómetros de aquel lago brasileño, en su casa, en Gijón, toda su familia saltaba de alegría. Hasta Valentina, aunque todavía no supiera que aquella pequeña gran revolución familiar era motivada por una piragua. La que remaba su padre.
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