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Rafael Tarradas Bultó, ante la casona de El Recuestu, que un día fue de su familia. PALOMA UCHA

El autor de 'El heredero' vuelve a casa

Rafael Tarradas Bultó visita la finca de El Recuestu, en la que se inspira su novela | La casona familiar de Roces, en Gijón, le sirvió para situar en Asturias buena parte de la trama. «Estar hoy aquí es como viajar al pasado», cuenta

MIGUEL ROJO

GIJÓN.

Miércoles, 5 de febrero 2020, 02:48

Almudena Grandes, Elisabet Benavent, Juan Gómez Jurado, y Rafael Tarradas Bultó. Son los nombres que se sitúan esta semana en lo más alto de los ránkings de ventas de libros de ficción en España. El último de los autores mencionados se estrena con 'El heredero', una novela que habla de cómo varias familias tienen que adaptarse a sus nuevas vidas cuando estalla la guerra civil. Una novela coral en la que los escenarios, las casas de la familia, tienen tanta importancia como los personajes. «Las personas pasan, pero las casas permanecen», nos cuenta su autor, que ayer visitaba Gijón dentro de su gira de promoción por toda España.

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La historia está basada en hechos reales, los de su familia. Y se da la casualidad de que la abuela de una de sus abuelas era la duquesa de Riánsares, que vivía en la finca de El Recuestu, en la parroquia gijonesa de Roces. En el corazón de la misma, un vetusto caserón rodeado de enormes robles, castaños, álamos, lloreos y pinos piñoneros forma parte de la memoria del autor de 'El heredero', uno de los libros de moda. Allí residía la familia Canga-Argüelles, una de las ramas de su familia. Y, aunque con los nombres cambiados en la ficción, en ella se desarrolla buena parte de la trama. «La duquesa es un personaje al que todo el mundo le coge mucho cariño. A pesar de ser noble, era una persona muy pegada a la tierra, muy querida por sus vecinos», explica el autor mientras se acerca, de la mano de EL COMERCIO, a esa casa de la que tantas veces oyó hablar, pero que no veía desde niño. «Pasamos una vez por delante de ella cuando era muy pequeño, la última vez que vine a Gijón. Recuerdo el muro de fuera y que mi abuela nos indicaba dónde era, pero no llegué a ver la casa», rememora. «Estar hoy aquí es como viajar el pasado», añade.

A eso del mediodía, el autor la ve de lejos: «¡Ahí está, entre los árboles!». Desde el camino de la Baliciega se tiene una visión general de la enorme finca de 11 héctareas que cae hasta el arroyo Tremañes desde la carretera Carbonera, en pendiente desatada. «Ya podemos confirmar por qué se llama El Recuestu», bromea. Nada mas frenarse el coche, Tarradas salta de él teléfono móvil en mano y, abandonando el camino de tierra, observa el exterior de la casa y los árboles que la abrazan, como protegiéndola de miradas de extraños. La fina lluvia que le recibió ayer en Gijón no parece importarle mientras pisa el verde y saca fotografías. «Son para mandárselas a mi familia», cuenta.

Y adelanta que, en la novela, «La Recuesta, que es el nombre que tiene la casa familiar en la ficción, es escenario de uno de los desenlaces más trágicos de la novela». En la masía familiar de Barcelona, adonde se trasladó su bisabuela Joaquina Canga-Argüelles tras vender la casa a los actuales propietarios, hay muchos recuerdos que viajaron con ella desde Asturias con la ayuda del abuelo del autor, el empresario Paco Bultó, creador de las marcas de motocicletas Montesa y Bultaco. «Una gran mesa de billar que estaba aquí, en la cuadra, con patatas por encima; un cuadro que tenían del Palacio de Aranjuez - palacio que se quemó en un incendio-, al que habían añadido un mecanismo para que echase humo por detrás cada día a la hora que había ardido el inmueble» y otros muebles entre los que, rebuscando, encontró un buen puñado de cartas que se escribían sus familiares durante la contienda, base de la documentación utilizada para la novela. «Es una pena que hayan tenido que venderla. Yo me hubiese encadenado para no irme», comenta mientras la mira con nostalgia. Una casa que construyó con su memoria para escribir el libro y a la que ayer, por fin, pudo poner fachada.

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