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Judith Núñez junto a su pareja, Juan Carlos Poveda, y su abuela fallecida Concepción Álvarez. E. C.
Coronavirus

«Gracias por decirle al oído que yo la quería»

Una enfermera de Alicante encuentra a la colega que cuidó de su abuela antes de morir en el Hospital de Jarrio

ROSANA SUÁREZ

COAÑA.

Martes, 15 de diciembre 2020, 01:11

«Gracias Erika por decirle al oído que la quería. Gracias por no dejar que se marchara con dolor. Gracias por cogerle la manita y ... acariciarla como te pedí». Con estas palabras Judith Núñez, enfermera en Alicante, ha agradecido a otra enfermera del Hospital de Jarrio, Erika Fernández, el haber acompañado hasta el final a su abuela de 88 años, quien falleció el 5 diciembre. Ella no pudo desplazarse, por culpa de la pandemia (no quería exponer a riesgos a su familia) para estar con su abuela, para acompañarla en sus últimos días. Pero hubo alguien, Erika, que sí pudo hacerlo y transmitirle esas palabras que Judith quería decirle.

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Por teléfono, le dio un mensaje que Erika le transmitió a Concepción Álvarez. Por diversas circunstancias, nadie de su familia pudo llegar a tiempo. Judith, agradecida, se puso más tarde en marcha para tratar de localizar a su compañera de profesión, que en la distancia la ayudó. Y su búsqueda dio resultado.

«Una compañera de carrera que trabaja en el HUCA reconoció mi nombre y me envió la publicación en la que salía la imagen de una señora, reconocí a Concha al instante. Vi el nombre de quien lo publicaba y pensé que tal vez la encontraría en Instagram y así fue», explica Judith. La familia de Concepción le ha agradecido públicamente su dedicación: «Gracias Erika, aunque no te conozcamos, por detenerte y poner el corazón en las manos». Concepción Álvarez, vecina de Cobre (Vegadeo) ingresó en el hospital el 2 de diciembre, «padecía una insuficiencia cardíaca y pulmonar», explica su nieta. Concepción se encontraba sola al no cumplir por ley con los criterios necesarios para tener acompañante durante su ingreso, pero «a los tres días de su ingreso se puso mala de repente y tenía mucho dolor. Veíamos que se moría», relata la enfermera Erika Fernández. Ante el empeoramiento de su salud, el personal del Hospital de Jarrio trató de contactar con los familiares para que acudiesen a despedirse, pero no fue posible. Una avería en la línea telefónica impidió que el único hijo de Concepción que vive en Asturias llegase a tiempo, sus otros dos hijos residen en la Comunidad Valenciana. «El teléfono no daba señal y no podíamos avisar a nadie. Estando con Concha empezó a sonar su móvil. Yo la había visto hablar por teléfono cuando no estaba tan malita. Veía que en la pantalla ponía Judith. Esa persona seguía llamando y llamando y lo decidí coger, le dije que era la enfermera y me explicó que era la nieta. A partir de ahí yo hice lo que Judith me pedía como si fuera mi abuela. La sustituí en ese momento y Concha se fue tranquila», relata.

«Que no pasara dolor»

Judith afirma que ha sido «muy duro» que nadie de la familia se haya podido despedir. «La llamé para ver cómo estaba y me dijo que no se encontraba muy bien, que la iban a asear. Me pareció muy extraño que al volver a llamarla después no me lo cogiera, seguí insistiendo y se puso una enfermera, era Erika. Entendí perfectamente lo que me estaba queriendo decir. Le pedí por favor que no pasara dolor, era mi mayor deseo, y que le dijera que la quería. Sabía que no había otra manera de comunicarme con ella, entre compañera y compañera nos entendimos tan bien... Como si fuera yo la que estuviera allí, la cogió de la mano y le dijo que la quería. Erika me dijo que había sonreído al decirle esas palabras», cuenta.

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«Las circunstancias han hecho que tu funeral fuera como tu deseabas, sin alboroto y sin ruido. Siento un dolor muy grande por no haber podido estar ahí pero sería una irresponsabilidad estar y además tu tampoco me lo perdonarías así que de alguna manera te despedí». Palabras de una nieta hacia su abuela que encontró ayuda en la distancia de una compañera de profesión.

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