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Recogida en los bares mientras la gente sigue en la calle en Gijón. DAMIÁN ARIENZA

«Así es inviable»

Cierre a las dos. Decepción en la hostelería el primer fin de semana con restricción de horarios. El cambio de hábitos de los clientes, que adelantan su llegada, no compensa la caída de ingresos

INFORMACIÓN ELABORADA CON LA COLABORACIÓN DE ALBERTO ARCE Y GIOVANNA F. BERMÚDEZPABLO SUÁREZ

Domingo, 2 de agosto 2020, 01:21

Mascarillas entre trago y trago, controles constantes de la Policía Local y una hora de cierre adelantada a las dos de la madrugada que, dicen los clientes, «nos ha cortado el rollo». Es la imagen que ofrecen las zonas de bares de copas este fin de semana, el primero con cambio horario. Convencidos en la Administración de que el ocio nocturno es uno de los principales focos de contagio, escenario avalado por los datos, los bares y terrazas han sido los primeros en experimentar la contundencia de una decisión que, si bien es pronto para evaluar sus resultados, parece que, lejos de eliminar las aglomeraciones, ha conseguido adelantarlas y trasladarlas de lugar, desde las puertas de las discotecas hasta los domicilios. En todo ese cóctel de restricciones y resultados, los hosteleros aseguran ser los grandes perjudicados. «Así es imposible que el negocio sea viable. Vendrán muchos cierres», afirman.

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El cambio horario quedó patente en Gijón en la madrugada del sábado. Apenas cerraba la tarde cuando las terrazas del centro y Cimavilla presentaban una afluencia poco habitual en horas tan tempranas. Ajustándose a las restricciones, la Policía Local adelantó el dispositivo de control y comenzó la vigilancia de las zonas de fiesta antes de lo habitual. Eran cerca de las nueve de la noche y dos coches patrulla custodiaban ya la entrada a la calle Begoña mientras otro hacia lo propio en Claudio Alvargonzález, ambas zonas con terrazas totalmente llenas.

«Yo creo que la mayoría de la gente cumple. Lo que está claro es que adelantar la hora de cierre perjudica a muchos locales. Era más fácil cerrar los bares que incumplen que obligar a perder dinero a los que sí respetan las restricciones», consideraba una joven desde la terraza de La Naviera, uno de los locales referencia de la noche gijonesa en los últimos años y el cual, al igual que el resto de los bares de la ciudad, comenzó a desalojar a la clientela diez minutos antes de las dos de la madrugada. «Es importante que se vea que cumplimos», afirmaba, unos metros más allá, el propietario del Pedro Pimienta mientras recogía las mesas de la terraza. «Estamos hartos de la imagen que se está dando de la hostelería. Puede haber algún irresponsable, pero como pasa en todos los sitios. La mayoría estamos cumpliendo pese a lo que supone para nuestro negocio», remachaba otro. En este sentido, durante la madrugada del sábado, apenas un par de establecimientos fueron sancionados, todos ellos por ser sorprendidos con clientes consumiendo bebidas en el interior pasada la hora de cierre.

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Galería. Controles policiales al cierre de los locales nocturnos ovetenses

Comercios 24 horas y bingos

Finalizada la noche para los bares, los comercios 24 horas, como el de la calle Ezcurdia, comenzaron a registrar largas colas de jóvenes que se resistían a dar la noche por terminada. También los bingos, a los que la normativa permite abrir hasta las cuatro de la madrugada, fueron el destino de muchos gijoneses. Si para los bares las restricciones ya son de por sí asfixiantes, las discotecas se han visto en una situación más que comprometida. «Económicamente es una ruina. Llegó poca gente y muy tarde. Es como si no hubiéramos abierto», explicaban desde el Grupo Gavia. Escenario similar el de Oviedo, con la mayoría de bares de copas cerrados y sin rastro de las discotecas, aforos limitados y barras anuladas al cliente. «Hemos acabado de cenar hace quince minutos y ahora estamos tomándonos una copa por decir que salimos un rato y echamos un cable a los hosteleros, pero así no hay manera, es inviable», manifestó, desde uno de los reservados del Joker Deluxe de la calle Mon, Juan Rodríguez. «Así no se sale, así no se hace nada», indicó.

Lo hizo, mientras el dueño del local, Cheky Fernández, les servía unas bebidas a él y a sus amigos. «He abierto el bar porque no me queda más remedio. Tengo que pagar facturas y es esto o echarnos a pedir», aseguró. Aun con todo, clamó el hostelero nocturno, «la gente está respondiendo, nos está ayudando, pero están muy asustados y cuando llegan aquí después de cenar o tomarse algo en otras zonas de la ciudad ya es la hora de cerrar», señaló.

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En ese sentido, la escena era extraña, incluso para una calle en la que cada noche tiende a ser diferente a la anterior. A la una y media de la madrugada comenzaron a verse las primeras carreras para lograr conseguir la última media hora de asiento y la última copa. Al menos la última en los bares. «La siguiente nos la tomaríamos en casa si no viviésemos con nuestros padres», señaló, desde la terraza del Trascorrales 20, Olga Rodríguez.

Control del uso de mascarilla

Mientras tanto, la Policía Local continuaba peinando la zona una y otra vez en sus dos nuevos furgones Mercedes, bajándose del vehículo, en casos como la plaza del Paraguas o la calle Gascona, para poner las primeras multas por falta de mascarilla. «Hemos estado todo el servicio controlando el uso de mascarilla en las terrazas y tenemos que decir que la gran mayoría de la gente está cumpliendo sin mayores problemas», matizó, durante las labores de control, el subinspector González, responsable del operativo nocturno. «Hay denuncias, sí», admitió, a clientes sin mascarillas y a establecimientos por incumplir la hora de cierre, «pero son las menos».

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«Lo de cerrar a las dos nos mata», lamentó a este diario el propietario del Chevrolet de la calle San Antonio, Gonzalo Méndez. «Hemos abierto por la clientela, para que tengan su servicio, y nada más, porque esto no es rentable», aseguró el hostelero. «La gente cumple las normas, saben que tienen que hacerlo y que es una cosa de todos para que no haya problemas, pero el panorama es complicado». Aun así, manifestó Méndez, «yo no voy a cerrar, ni me lo planteo, aunque no gane ni un mísero euro. Soy un repunante y a no ser que me obliguen no voy a cerrar», sentenció.

Por su parte, en Avilés, la noche del viernes transcurrió con normalidad en la zona del casco antiguo, donde a pesar del gran aforo de las terrazas, sobre las 2.15 horas de la mañana los clientes abandonaron los bares resignados por la obligatoriedad del cierre. Sin embargo hubo algunas excepciones, dos bares en el barrio del Carbayedo que pasadas las dos de la mañana aún servían bebidas en barra y un local en la avenida de San Agustín que, a las tres, tenía a gente consumiendo tanto en barra como en las mesas del local. Los tres establecimientos fueron denunciados por la Policía Local, que también tuvo que apercibir a cinco jóvenes por hacer botellón en la zona del parque del Carbayedo.

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Terrazas llenas

El ambiente de la noche avilesina se vivió sobre todo en las terrazas de la zona del casco antiguo, donde los clientes apuraban sus consumiciones hasta la última hora permitida. Sobre la 1.30 horas, la gran mayoría de los locales dejaron de servir en el local, aunque muchos de ellos permitían a los clientes retirar la bebida en vasos de plástico para beberla en la vía pública. La Policía Local registró 23 actas de denuncia por no usar mascarilla.

Los más jóvenes fueron los que se mostraron más contrariados por la medida, alegando que «con seguridad se puede estar en un bar como en cualquier otro sitio». Así lo señalaba una turista catalana, Mabel Monzó, que sin embargo abandonó la zona junto con sus amigos una vez que las persianas de los bares comenzaron a cerrarse. «Entendemos que son las normas y por seguridad hay que cumplirlas, pero si todos nos cuidamos se podría disfrutar de la noche», explicaba.

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