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Un macho de cabra, muerto en El Fito con una mordedura en el cuello. Es uno de los seis ejemplares que murieron en el ataque del lunes. E. C.

«Los lobos ya borraron a las ovejas y cabras del Sueve y los políticos les dejan hacer»

El vicepresidente de la Junta de Pastos advierte de que «los ganaderos acabaremos sin poder vivir de la ganadería», tras un nuevo grave ataque en El Fito

Octavio Villa

Gijón

Martes, 19 de noviembre 2024, 20:37

Los ganaderos asturianos se sienten indefensos y maniatados frente a la acción del lobo en la zona rural asturiana. 45 manadas campan por Asturias, y esta semana Castilla y León ha dado a conocer que 193 grupos familiares de lobos se distribuyen en su territorio al norte del Duero, de los que algo más 70 están en las estribaciones leonesas de la Cordillera Cantábrica, y el Gobierno de la comunidad vecina anotó que al menos cuatro o cinco de esas manadas se internan de cuando en cuando en el territorio asturiano. Galicia ya dio a conocer hace meses su recuento, de unas 23 manadas, y Cantabria cuenta otras tantas. El País Vasco apenas reporta dos manadas, pero incluso con este recuento, en el ámbito cantábrico habría 286 manadas en total, lo que llevaría el número de lobos por encima de los 3.000.

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Mientras tanto, a nivel político la situación es de pugna legal entre los gobiernos autonómicos, el asturiano incluido, y el Ejecutivo central tras la inclusión en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, lo que impide a los equipos autonómicos ejecutar sus planes de vigilancia y gestión desde hace años.

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Pero más allá de las cuestiones legales está la realidad que se vive en el campo asturiano. Este martes fueron dos ganaderos de Caravia, Jonathan Gutiérrez y su socio Alfonso, quienes tuvieron que pasar por el trance de discutir con los vigilantes de la Consejería de Medio Rural sobre la causa por la que seis de sus cabras murieron en la noche del pasado lunes por un ataque en El Fito, muy cerca de la zona de la cantera, mientras que otras cuatro ovejas fueron heridas y al menos una de ellas tuvo que ser sacrificada por la gravedad de su estado.

El vicepresidente de la Junta de Pastos de la Sierra del Sueve, Gaspar Costales, conoció el caso de primera mano y relata que «no basta con que hayan tenido que perder su ganado, sino que tienen que soportar que los guardas les digan que en la zona no hay lobos, o que los daños los han causado perros asilvestrados, o, incluso, que una de las cabras atacadas por el lobo, que cayó muerta a la carretera y un coche luego arrolló, murió atropellada».

Gaspar Costales afirma que «en el Sueve los lobos ya borraron del mapa a las ovejas y las cabras, mientras los políticos les dejan hacer y les protegen, y siempre sin reconocer que los ataques son de lobos».

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«Atacarán en la costa»

El propio Gaspar Costales anotó que «muy pronto, los ganaderos acabaremos sin poder vivir de la ganadería en Asturias», una queja que ya los queseros del Gamonéu expresaron en el último festival de este afamado queso en el que la leche del ganado que pasta en extensivo en la montaña es esencial, al denunciar que «el lobo va a acabar con nuestro queso» por este mismo motivo.

Costales, de hecho, relata que «yo tenía oveja y cabra, pero ahora ya renuncié, por culpa del lobo, y ya sólo me dedico al bovino y al equino de carne, y me temo que según van las cosas los lobos pronto atacarán en la rasa costera al ganado. El sector lleva tres años peleando –recuerda Costales– y nos siguen diciendo que no hay lobos, nos toman por tontos». Es más, recuerda que «en la reciente fiesta del asturcón en la majada de Espineres, teníamos a los políticos delante (asistieron la delegada del Gobierno y el consejero de Medio Rural), pero no te escuchan, se ríen de tí».

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Un ganadero colungués cuyo hijo ayudó a los dos de Caravia con el ganado atacado, incluso, afirmó que los guardas «se dedicaron a pisar las huellas de lobo con las katiuskas para borrar las pruebas y negar la evidencia. Parece que hayan recibido una orden de hacer ver que los ataques del lobo no existen». Y precisó: «normalmente, a comprobar los daños venía un guarda. Ahora vienen tres, no sé si para ayudarse entre ellos o para hacer frente a lo que les decimos».

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