Las joyas escritas de la Junta
La biblioteca de la Junta, que nació con la autonomía hace 40 años, archiva también la actividad parlamentaria y documenta textos históricos: como los debates del Estatuto, escritos a máquina y con taquigrafía
Josefina Velasco tiene en sus manos una carpeta azul. En su interior hay un conjunto de folios fechados en los primeros meses de 1980. Están escritos a máquina y contienen notas taquigráficas, de escritura rápida. Son las actas de los debates del proyecto del Estatuto de Autonomía, de cuya entrada en vigor se acaban de cumplir 40 años. La asamblea redactora, formada por parlamentarios asturianos y diputados provinciales, se reunió en la entonces sede de la Diputación Provincial (actual Junta General) para estudiar punto por punto el anteproyecto que había nacido a raíz del borrador de 'la comisión de los ocho'. De aquellas reuniones saldría el proyecto de Estatuto que había que enviar a las Cortes.
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La curiosidad por dichos debates en una fecha tan señalada llevó al Servicio de Biblioteca, Documentación y Archivo de la Junta General a solicitarlos al Archivo Histórico de Asturias, con el que tiene suscrito un convenio de colaboración desde hace años y en el que están custodiados. «Las actas parecen más un diario de sesiones que debates en los que, independientemente de la ideología de cada uno, había un clima de consenso». Pero, al margen del logro político, «la peculiaridad de dichas actas son esas notas taquigráficas que hicieron posible el Estatuto», explica Josefina, jefa del servicio.
«Dan cuenta de la importancia de las taquígrafas en un momento en el que no había internet y los audios y vídeos no se habían incorporado a la actividad pública, aunque faltaba muy poco». Tras su entrada en vigor el 31 de enero de 1982, el Estatuto se reformó tres veces, pasó en 1999 a llamarse 'del Principado de Asturias' y no solo de Asturias y ha sido editado en muchas ocasiones. Con fotografías en 1984 o con logos conmemorativos, como cuando cumplió 20 años.
Todo lo cuenta Josefina Velasco Rozado (Langreo, 1956), licenciada en Historia y Geografía por la Universidad de Oviedo, antigua archivera y bibliotecaria del Ayuntamiento de Langreo y que trabaja en el servicio desde 1988. Un servicio que nació, como la Junta General, en 1982, pero que tiene «documentación heredada de la Diputación Provincial y de la extinta Junta General histórica, que existió desde el siglo XIV hasta 1835. «Los redactores del Estatuto decidieron que aquella Junta General bien podía dar nombre al Parlamento asturiano. Es una peculiaridad nuestra. No nos llamamos ni Cortes, ni Parlamento ni Asamblea». Precisamente, en la mesa de trabajo hay dos volúmenes, también prestados por el Archivo Histórico, para que el documente las actas de aquellas juntas. Ya están transcritas las que van desde 1594 hasta 1700 y ahora se van a publicar las correspondientes hasta 1718. «Recogen las reuniones de la Junta General Histórica, representación de los concejos en un momento en el que el parlamentarismo no existía y que estaba muy mediatizada por la nobleza».
Los procuradores de los concejos se reunían en la sala capitular de la Catedral de Oviedo. «Las actas recogen todo aquello que necesitaba Asturias en materia de comunicación, arreglo de puentes, sanidad... Y procuraba poner todos los recursos para solucionarlo. Para ello, contaba con la Fábrica de Caminos, que recaudaba los impuestos para acometer obras, y la Cofradía de Santa Eulalia en la lucha contra la pobreza». La Junta tomaba juramento y controlaba la acción del enviado real, que era el gobernador de Asturias y acudía a las reuniones de los procuradores y a las pequeñas comisiones de las juntas, que eran las diputaciones.
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«Son una fuente de información muy interesante para la historia general y local. Dan constancia, por ejemplo, de una epidemia terrible que diezmó Asturias a finales del siglo XVI y el siglo XVII o cómo el maíz traído de América por Gonzalo Méndez Cancio, asturiano ilustre, mitigó el hambre y transformó la propia sociedad asturiana con la extensión de los molinos». También en uno de los tomos, en documentos insertos, aparece la firma de Felipe II, pues «las ordenanzas dictadas tenían sanción real. Las actas tienen reflejo de todo lo que sucedía en España. Del reinado de Felipe II, Felipe III, Felipe IV, Carlos II... Ahora empezamos con los Borbones».
A la hora de trabajar con estas actas, la transcripción no se altera. «Si el escribano pone maíz con 'y', lo ponemos así. Al final de la publicación existe un índice toponímico y onomástico, de lugares, personas y materias adaptado al castellano actual».
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Uno de sus trabajos más recientes de Josefina es la coordinación de un libro que acaba de editar la Junta General a raíz del 40 aniversario del Estatuto y que se centra en la sede. Se titula 'Junta General del Principado de Asturias: un parlamento con nombre propio' y recoge la historia del palacio, sus espacios y las obras de arte que contiene.
«Aquí se ubicaba el convento de San Francisco, que tenía una huerta grande y ya era el campo de la ciudad». Con la desamortización de Mendizábal, «en 1837 cayó en manos de la Diputación (la institución que sustituyó a la Junta histórica). El edificio fue quedando entre la infraestructura del ferrocarril, que llegó años después a Oviedo, y el casco viejo. Y todo en un momento en el que se quería hacer el eje comercial de la ciudad. Para facilitar la traza de las nuevas calles, fue derruido. La nueva zona se convirtió en el centro de la ciudad» y el palacio, sede de la Diputación, fue inaugurado en 1910.
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73.847 títulos
Son retazos de historia que Josefina va relatando en una visita de ELCOMERCIO a la biblioteca de la Junta. Mujer menuda, que rebosa simpatía y pasión por su trabajo, explica que el servicio lo integran la biblioteca, el archivo y el servicio de documentación.
La biblioteca, que se automatizó en 1994, está especializada en Derecho Constitucional y Parlamentario. Cuenta con 73.847 títulos procesados, de los que 25.000 son monografías. El número de ejemplares, no obstante, es mayor, porque se conservan más volúmenes de colecciones, al igual que las revistas.
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Las monografías permanentes están en la biblioteca, en la propia Junta, y al archivo, situado en la calle Cabo Noval, se han ido llevando los demás fondos. Allí se encuentran en dos salas subterráneas de armarios compactos, donde también hay tres depósitos de archivo de toda la actividad parlamentaria desde 1982.
Hay un cuerpo de letrados, con Alberto Arce a la cabeza, que «asesoran con mucho conocimiento de causa sobre los fondos, teniendo en cuenta la calidad de quien escribe en función de la materia y la pertinencia de que puede ser útil». La de la Junta no es una biblioteca abierta al público en general. Acuden asesores y letrados y los propios diputados para consultas específicas, por lo que no registra gran movimiento, aunque «quien la pisa la pisa mucho». Ajenos a la casa, lo hacen profesores universitarios o magistrados. Hay que pedir permiso previo y especificar el motivo de la consulta.
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Todos los títulos figuran en el catálogo bibliográfico que está en la web, En asturiano hay 745 registros. De ellos, 250 monografías. Son publicaciones de la consejería o procedentes de la Academia.
Entre los ejemplares singulares, Josefina destaca «uno de los textos históricos quizá más importantes que custodiamos. Se trata de un documento que nos facilitó la Fundación JAPS (del empresario asturmexicano José Antonio Pérez Simón) comodato al cumplirse los 200 años de la muerte de Jovellanos (1811). Es un documento maravilloso, una carta de Jovellanos al marqués de Camposagrado en 1794 sobre cuál debe ser el blasón de Asturias, la Cruz de la Victoria. Jovellanos de mojó», dice con gracia.
«Tiene hasta sus tachones. Está colgado en la web y se puede oír. Publicamos un estudio maravilloso de Elena de Lorenzo y la edición facsímil». También entre los documentos antiguos en custodia figuran las credenciales de los asturianos firmantes de la Constitución de 1812.
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Uno de los más caros es una edición reciente del diccionario biográfico del jurista, historiador y filólogo Francisco Martínez Marina, «que refleja cómo era Asturias a principios del siglo XIX». Y muy apreciada por Josefina es la 'Colección de clásicos asturianos del pensamiento político'.
«Cuando Tomás y Valiente vino a presentar los discursos de Agustín Argüelles –redactor del título preliminar de la Constitución de 1812– dijo que esta colección era un orgullo y que el hecho de que denominase así y no 'Clásicos del pensamiento político asturiano' nos distinguía».
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