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En su taller de Trasona, Isabel Martínez personaliza cazadoras, diseña faldas y crea vestidos de novia. MARIETA

«Si una de mis prendas ayuda a alguien, entonces vale la pena»

Isabel Martínez. Corverana Ejemplar 2022 La fundadora de la marca de moda Lakshmi Soul ha sido seleccionada por la faceta solidaria de su actividad para con las mujeres y niños de India

BORJA PINO

TRASONA.

Jueves, 1 de septiembre 2022, 01:34

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Quien, en algún momento de su vida, haya disfrutado de alguna de películas rodadas en 'Bollywood', la industria cinematográfica india, habrá reparado en el colorido, la variedad y el exotismo que caracteriza los atuendos de las celebraciones en aquel país; en especial, en el caso de las bodas. Y fue la idea de trasladar parte de esa moda a Occidente, y fusionarla con la europea, la que, hace ya cinco años, motivó a Isabel Martínez Álvarez (Avilés, 1983) a fundar la firma de personalización de ropa Lakshmi Soul. Una apuesta, además, dotada de una vertiente solidaria, lo es donar parte de los beneficios a mejorar las condiciones de vida de las mujeres y niños del país asiático, y por la que este año ha sido reconocida como Corverana Ejemplar.

-Ante todo, enhorabuena por la noticia. ¿Ha podido asimilarla?

-¿Con franqueza? Según me llamaron para decirme que yo era una, no me lo creí. Tuvo que contactar conmigo el mismísimo alcalde, Iván Fernández, para que me lo tomase en serio, porque pensé que era una broma.

CULTURA INDIA «Tienen muchos problemas, pero el ver a la gente riendo por la calle me hizo preguntarme cosas» ARRAIGO SOLIDARIO «No hemos mejorado con la covid; cada vez veo conductas más desagradables, y es cosa de educación»

-¿Y, ahora, cómo se siente?

-La verdad, he revisado las trayectorias de los demás premiados, y de los de años anteriores, y, comparándome con ellos, tampoco creo que yo esté haciendo una labor tan meritoria. Pienso en Elisabeth Arrojo, en Toni Solís, en Luis Ángel Pico... Luego, me veo a su lado, y no sé si me lo merezco. Eso sí, lo agradezco.

-¿Siempre ha llevado consigo la pasión por la aguja y el hilo?

-No diría que es una vocación. De hecho, tardé mucho en decidir qué quería hacer, porque soy muy indecisa. Pero sí que he tenido siempre la inquietud por estar todo el día con las manos ocupadas, haciendo cosas. Es algo que he heredado de mis abuelas; la madre de mi madre fue modista muchos años, hasta que perdió la vista, y la de mi padre siempre estaba haciendo ganchillo. Y ahora pienso que, si me hubiese puesto antes con este proyecto, quizá podría haber salido mejor.

-De todos modos, ha logrado fusionar la moda occidental con los vestidos de novia de India. ¿Por qué esa combinación?

-Siempre me llamó la atención esa amalgama de culturas y religiones. No diré la forma de vida; las castas siguen existiendo, hay una pobreza extendida, tienen un problema de machismo importante... Pero el hecho de ver a la gente riendo por la calle me hizo preguntarme si lo hacen porque realmente son felices, o solo porque tienen un buen día.

-¿Fue allí donde surgió la idea de fundar su negocio?

-Los primeros pasos los di en Doha, donde estuve con mi marido. En un bazar de allí descubrí unas telas maravillosas, llenas de colores, bordados, pedrería... El dueño del puesto me explicó que procedía de los vestidos de novia usados en India, y entonces pensé que podrían quedar bien combinadas con una cazadora, un abrigo... Así que me fui a Nueva Delhi y, con la ayuda de un amigo de mi padre, contacté con proveedores.

-¿Cómo es hacer negocios con los comerciantes indios?

-¡Una locura! Ellos quieren vender a toda costa, y yo, cuando descubrí la realidad de la población en ese país, decidí darle un enfoque social a la marca, comprar las telas a minoristas que realmente necesitasen el dinero. De hecho, en el mercado del barrio de Paharganj, en Nueva Delhi, varias mujeres acudieron a mí con trajes suyos y de sus familiares. Me dijeron que, si se los compraba e ellas, era una forma de ayudar a sus familias.

-Y más caro, por descontado...

-Con los mayoristas puedes regatear más, claro, pero esa no es mi filosofía. Además, cuando compras una de mis prendas, llevas un pedacito de una boda india real, no un trozo de tela hecho expresamente para venderlo. Más allá de lo exclusivo de mis diseños, tiene su lado bonito, solidario y emotivo. Y eso que, al principio, costó; me tiré dos semanas cosiendo como loca. ¡Anda que no rompí agujas lidiando con la pedrería y los bordados!

-También colaboró con la oenegé Semilla para el Cambio.

-Aquel tema, por desgracia, no funcionó bien. Ellos trabajan con mujeres y niños en Nueva Delhi, enseñándoles un oficio y dándoles la oportunidad de tener estudios básicos, pero poco después hicimos una encuesta anónima entre nuestros clientes, y descubrimos que a la mayoría les interesaba más la prenda en sí, el diseño único, que ayudar. Desde ese momento, decidí centrar la ayuda en la vía de adquisición de la materia prima.

-¿No cree que se ha avanzado en materia de concienciación?

-Creo que nuestra sociedad es demasiado hipócrita. Con la pandemia creí que mejoraríamos, pero me temo que no ha sido así. Cada vez percibo conductas más desagradables; somos capaces de acabar a tortas por no poner un intermitente. Y lo he sufrido; he encontrado plagios de mis prendas en bazares asiáticos, ha habido falsas clientas que han tratado de quitarme a mis proveedores para hacer lo mismo que yo... Al final, la solidaridad hay que forjarla en casa, con la educación e inculcando unos cuantos valores de pequeño.

-Entonces... ¿por qué seguir?

-Porque cuando me voy a la cama, me digo que con mi labor estoy haciendo algo bueno por alguien que allí, en el otro confín del mundo, lo necesita. Pienso que esa prenda que se vendió hace feliz a su comprador y, lo más importante, ayuda a que una tercera persona en India tenga una vida mejor. Y sí, también yo obtuve un beneficio, por supuesto, pero lo esencial es esa ayuda.

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