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Navidad en Cabueñes: calma tensa a la espera de la tercera ola

La noche más entrañable del año 783 profesionales lo dan todo en una guardia con cuatro bebés y un fallecimiento

Ramón Muñiz

Gijón

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Viernes, 25 de diciembre 2020

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Asturias celebra la nochebuena cuando Montserrat García sale de casa. En este año extraño la falta de personal en los hospitales le ha permitido debutar hace dos meses como celadora en Cabueñes, una oportunidad no exenta de sacrificio: le toca trabajar todas las noches de fiesta. «Se encaja bien porque tienes la ilusión de meter la patita e ir cogiendo puntos para que te sigan llamando», aclara. Camino del hospital se pregunta qué sorpresas le reserva la noche más entrañable del año. «Yo llegó allí, firmo, y es en ese momento cuando en la hoja me entero de si me tocan quirófanos, uvis, urgencias.....». Los celadores, sostiene, son los que más van de un lado a otro y pese a ser un eslabón más de la cadena que cuida al paciente no están considerados personal sanitario.

Frenesí en las cocinas preparando el menú de Navidad.
Frenesí en las cocinas preparando el menú de Navidad.

Montse es una más en el batallón de 783 trabajadores a los que les ha tocado defender Cabueñes en Navidad. Hay unos 266 pacientes que dependen de su compromiso para salir adelante en estos momentos de calma tensa. Porque la situación es de alivio que no termina de serlo del todo. «Llegamos a tener a medidos de noviembre 175 pacientes con covid ingresados en planta y ahora estamos con 32», detalla José Manuel Pello, subdirector médico del complejo sanitario que está lejos de cantar victoria. «Es que en UCI tenemos a 22 y nuestro pico máximo fue de 38, así que no está descendiendo en la misma proporción y eso nos preocupa; la amenaza de la tercera ola está ahí, llega a todas partes y lo óptimo sería que entre todos fuéramos capaces de minimizar su impacto», apela.

El virus está dando un respiro «y lo que toca ahora es recapitular todo lo que hemos hecho en estos meses, cada uno en el puesto en el que estábamos, y comprobar si las cosas salieron como queríamos o hay margen de mejora», reflexiona Pello. Nació un 1 de enero y tiene por costumbre celebrar estas fiestas con un viaje como el que disfrutó en Roma hace un año. Esta vez «toca responsabilidad», dice. Pasa la noche con mujer e hijo, y pendiente del móvil por si el jefe de guardia necesita de su ayuda.

Lara María, Jesús, Aleida, Jorge, Inmaculada y Laura Isabel, con las tarjetas mandadas por los niños.
Lara María, Jesús, Aleida, Jorge, Inmaculada y Laura Isabel, con las tarjetas mandadas por los niños.

En esa primera línea se bate el cobre desde las diez de la noche Sergio Bango. Hasta finales de octubre lo suyo era la enfermería en la planta de cirugía general, pero el virus le ha llamado a filas y anda de guardia con los pacientes en los que se sospecha que hay una covid. «Esta es una planta de paso, les hacemos pruebas de esputos, de sangre y la PCR y según el resultado ya pasan a una zona con otros pacientes con covid o sin ella», ilustra. La guardia es lenta pero sin tregua. Cuando la mascarilla aprieta va al baño a quitársela, refrescarse y respirar. «En Navidad da mucha pena ver tanta gente mayor ingresada y pasando estas fechas solos, sin ver a sus familiares; eso les produce ansiedad y nervios, claro, y nosotros intentamos darles un poco de compañía pero sin exponernos», relata.

No está siendo fácil. Desde Salud Pública esta vez se dictó una instrucción recomendando que se renunciara a engalanar de espumillón y otros motivos navideños las plantas. «Cuanto más vacías estén de objetos sin funcionalidad sanitaria mejor, porque son zonas que cuesta mucho trabajo limpiar», justifica el subdirector médico. La única concesión al espíritu navideño son las luces y la decoración de la entrada y una alegría al paladar. Para cenar los cocineros se afanan en componer una crema de calabaza con crujiente ibérico, salmón a la ribereña y turrones; el almuerzo del día 25 es de sopa del cantábrico, carrilleras al vino tinto con setas silvestres para quien pueda degustralo y copa helada.

Cuesta combatir la tristeza pero la tropa se esfuerza. Una compañera pasa una carta a las demás, agradeciéndoles el apoyo que ha encontrado en el equipo. A Monste al final le ha tocado estar en rayos X y ha traído unos hojaldritos para compartir con quien lo permitan las cautelas. «El año pasado nos juntamos en una misma mesa todos los que estábamos de guardia de 24 horas, éramos entre 30 y 40 de todas las especialidades, pero ahora es imposible», asume Inmaculada García, supervisora del área V. Lleva desde las ocho de la mañana recorriéndose las plantas y comprobando que todo sale bien. Cuando necesita coger fuerzas las encuentra en un mural de Obstetricia. «Desde el 1 de diciembre hay un detalle lindo, como un árbol de base en el que se coloca una estrella cada vez que llega un bebé y se le pone su fecha de nacimiento y nombre».

Personal de la UCI covid, instando a quedarse en casa.
Personal de la UCI covid, instando a quedarse en casa.

La guardia de la noche más entrañable del año terminará con cuatro nuevos gijoneses, anverso que no compensa al fallecimiento que ensombrece a los trabajadores de la Uvi. «Siempre es duro, pero se te sobrecoge el corazón pensando en los familiares que han perdido a esta persona en nochebuena, una fecha tan señalada», comenta la enfermera Marta Fernández García. En lo personal, dice, el equipo lo da todo en Navidad como en el resto de jornadas, «pensando en los pacientes». Son lo primero. «Claro que da nostalgia no estar con la propia familia pero quizás esta vez nos haya pesado un poco menos, porque no hemos tenido que abandonar grandes reuniones familiares para venir a trabajar», valora.

Las Navidades no lo son tanto y sobre todo, no deben serlo. En un alto que da la noche un grupo de trabajadores brinda con rabia: «Qué le den al 2020». Antes de meterse en la cama tras 24 horas de lucha, Inmaculada García hace balance: «Estamos aprovechando para coger fuerzas para lo que viene, que será nuestro deber enfrentarlo pero por favor, pido responsabilidad individual. No me vale la excusa de que mira lo que hacen los políticos....Esto depende de cada uno, y de nuestros comportamientos individuales dependerá el resultado que demos como sociedad».

El rostro de Bango termina curtido de cansancio cuando se acuesta buscando «volver a ser persona». Está agotado tras diez horas cuidando a los sospechosos de tener el virus metido en el cuerpo y esta noche la toca repetir. Su mensaje es claro: «Pido que la gente tenga cabeza y sentido común; los expertos ven probable una tercera ola que de verdad quisiera no ver porque aquí hay momentos en que te frustras y estás cansado de ver a muchos pacientes morir y morir solos además». Él resiste el tirón y eso es lo que demanda: «Aguantar, la vacuna está cerca, queda un último empujón así que por favor, cuidar y cuidaros».

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