La balada perdida de San Roque peregrino
Leyenda. Una canción occitana cuenta la historia del santo de Montpellier, su encuentro con la Peste y su posterior peregrinación hacia Santiago de Compostela
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Lunes, 26 de julio 2021
Si la Vía Láctea señala en el cielo el rumbo de quienes van a Compostela, en tierra lo marcan como mojones las innumerables capillas dedicadas a San Roque a lo largo de las diversas rutas jacobeas. La imaginería religiosa lo representa con la capa y el bordón de los caminantes a Santiago y aunque es más que seguro que su devoción la extendieron peregrinos franceses, el personaje histórico al que canonizaron en 1584 -pasado poco más de un siglo de su muerte-, aseguran sus biógrafos que no emplazó sus pasos hacia el sepulcro del apóstol, sino a Roma. La única referencia conocida a una posible peregrinación de Roque a Galicia se encuentra en una balada occitana que grabó en su día el icónico grupo folk Malicorne. Sonaba en aquel maravilloso programa de radio: 'Gaitas, arpas y zanfonas', del recordado Fernando Largo, y además de ese hipotético viaje a Saint Jacques ofrece una versión de su vida más sugestiva que todas las canónicas. La melodía era envolvente, melancólica y suave, como el orbayu que moja los senderos por tierras de San Salvador en fechas como estas. Con un poco de imaginación podemos fantasear que la oyen los peregrinos al salir de la Capilla de San Roque en Salas y después de subir La Espina, pasar junto al antiguo hospital donde aún se alza en La Pereda, la ermita del Cristo de los Afligidos, siguen la costera de las sierras para llegar al santuario de San Roque en Tineo.
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Hospitales como los que jalonaron el Camino a Santiago dan cuenta de que por la misma ruta si no pasó Roque de Montpelier si lo hicieron dos viejas conocidas de él: la peste y la lepra. Malaterías y capillas dedicadas al santo peregrino parecen seguir idénticos pasos por las distintas vías jacobeas. Hubo lazaretos documentados en La Espina, Mirallo y Lendelapila, ya en Allande, a poca distancia de una capilla de San Roque.
La canción de Malicorne también habla, como las hagiografías, del don que le llevó a los altares, el de curar. Los estudios más recientes sitúan su nacimiento en la villa italiana de Voghera, en la Lombardía y su vínculo con Montpelier podría explicarse por haberse trasladado allí de joven para estudiar en sus famosas escuelas de medicina. Eso es lo que afirma la balada, que en la ciudad occitana aprendió la ciencia de sanar y que antes de empezar a ejercer su oficio peregrinó a Roma. En el trayecto se encontró con una dama muy hermosa a la orilla de un río. «Vengo huyendo de la peste que asola estas tierras y al otro lado aún no ha llegado. Mi única salvación sería poder cruzar el río si alguien me ayudase», le dijo al viajero y éste, deslumbrado por su belleza, no dudó en atender su ruego. Cortó troncos de la ribera y construyó una balsa para llevar a la mujer al lugar que deseaba. Cuando la dama hubo desembarcado se inclinó ante Roque y sonriendo le reveló: «Yo soy la Peste y tú me has pasado».
La balada occitana cuenta que el joven médico reanudó su camino a Roma con el propósito de arrepentirse allí de haber contribuido a extender la enfermedad por toda Italia y por cada aldea, villa o ciudad que atravesaba veía horrorizado la desolación que iba dejando a su paso la dama a la que en mala hora había ayudado. Al llegar a su destino y postrarse ante el altar de San Pedro, escuchó una voz que le susurraba que ante pecado tan grave solo San Salvador de Asturias o Santiago en Compostela podían interceder en su perdón.
Roque salió de Roma volviendo por la misma ruta que había seguido desde Montpelier para desde allí continuar la peregrinación hacia el sepulcro de Santiago. Y de nuevo, a mitad de camino, se encontró con La Peste. Le pareció aún más bella que la primera vez y dice la canción que bastó el roce de un beso para que el mal se apoderase de él. Se fue a un lugar apartado para no contagiar a nadie y allí un perro le ayudó a alimentarse y, lamiéndole las llagas, logró sanarle. Roque y el can prosiguieron juntos el trayecto a Santiago y por cada lugar que pasaban iban curando a apestados y leprosos. Un añadido moderno a la canción -seguramente del propio grupo Malicorne- acababa sentenciando que «la ciencia médica y la lengua fiel de un perro/ hicieron santo a Roque y él nunca lo olvidó». Sigue sonando la melodía por el campo donde lo veneran en Tineo y el peregrino que avanza hacia la villa por el Paseo de los Frailes la escucha al pasar frente al reloj de sol y su aviso: «VIATOR HORAM ASPICE ET ABI VIAM TUAM». Esto es, «caminante mira la hora y sigue tu camino».
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