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Pablo Mayoral. José Simal
Condenado en un consejo de guerra del franquismo

Pablo Mayoral: «Más que las palizas y torturas, me duelen los compañeros masacrados por la dictadura»

«Eso no se olvida nunca», cuenta Pablo Mayoral, uno de los condenados en uno de los últimos consejos de guerra del franquismo, «un régimen criminal hasta el fin del dictador» y que «no cayó solo»

Viernes, 5 de diciembre 2025, 12:11

Pablo Mayoral (Madrid, 1951) tenía 24 años cuando pidieron para él pena de muerte y fue condenado a treinta de prisión. Militante en las ... filas del Partido Comunista de España (marxista-leninista), donde era el responsable de propaganda, y del FRAP, fue procesado en los últimos consejos de guerra del franquismo, en 1975. El mismo proceso judicial que acabó con la ejecución de sus compañeros del FRAP José Luis Sánchez-Bravo, Ramón García Sanz, Xosé Humberto Baena y los integrantes de ETA Jon Paredes Manot 'Txiki' y Ángel Otaegui. Finalmente, pasó dos años y medio en las cárceles de Carabanchel, Cartagena y Cáceres y salió en libertad en noviembre de 1977, en aplicación de la Ley de Amnistía. Desde entonces, no ha cesado en su activismo antifascista, que lo trajo al Ateneo Obrero de Gijón para presentar el libro '27 de septiembre 1975. Los últimos fusilamientos de la dictadura franquista', de la mano de La Comuna d'Asturies.

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-Acaban de cumplirse cincuenta años de la muerte del dictador. ¿Qué sigue siendo necesario recordar en este aniversario contra la amnesia?

-Que el franquismo siguió siendo una dictadura criminal hasta el fin del dictador. Que en septiembre de 1975 Franco todavía ordenó los asesinatos de nuestros cinco compañeros. Que cerca de 300 personas fueron asesinadas por las fuerzas de la dictadura y por las bandas fascistas. Esa fue la lucha que logró que los derechos democráticos que nos habían secuestrado después de la República se hicieran otra vez patentes. Se nos olvida que la dictadura no cayó sola. Que, al contrario de lo que parece sugerirse con este eslogan de '50 años de España en libertad', hubo muchísima gente que luchó para terminar con las formas fascistas y violentas de ejercer el poder. Eso, por lo menos, lo conseguimos.

-Usted cae detenido en la clandestinidad y es trasladado a la Dirección General de Seguridad, en la madrileña Puerta del Sol, donde pasó ocho días entre palizas y torturas. ¿Algo así marca para siempre?

-La Policía detenía por decenas, por centenas, y luego aplicaba el terror en la DGS. Eran redadas masivas. Todavía son muchos los que, cuando pasan por allí, se estremecen. Eso está siempre presente, pero, más que las palizas y las torturas, no olvido que mataron a compañeros con los que compartimos cárcel y lucha. Eso no se olvida nunca. En un momento determinado, las penalidades y todo lo que se sufrió puedes llegar a superarlo, pero lo que no se supera es el recuerdo de aquellos compañeros que fueron masacrados por el franquismo. Eso es lo que más me ha dolido y me sigue doliendo.

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Interrogatorios bajo tortura y el infierno en Carabanchel

-Después vinieron los interrogatorios y las confesiones sin pruebas, abogados ni testigos, en las que volvían a apalizarlos si no les gustaba su versión, y el aislamiento absoluto en Carabanchel, donde, según narra, pasaron otro mes de infierno. Hasta que llegó el día del juicio...

-Sí. Y el consejo de guerra que más duró fueron cuatro horas. En ese tiempo (dos horas y media, cuatro horas...), esos consejos de guerra dictaminaban penas de muerte que luego harían efectivas apenas quince días después. Es decir: estamos hablando de una maniobra que se gestó en apenas un mes. Se hicieron públicos los consejos de guerra, se dictaron las sentencias y se ejecutaron cinco de ellas. Hablamos de una pantomima cruel que todavía sigue impune y directamente orquestada por El Pardo, porque hay testimonios que cuentan que los presidentes de estos consejos de guerra iban prácticamente a diario por allí para recibir instrucciones. Realizar consejos de guerra a chavales que tenían poco más de veinte años, en sí mismo, ya es un crimen.

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-Usted, finalmente, pudo esquivar la muerte, pero no se resigna a no conocer los nombres de quienes firmaron aquellas penas, protegidos por la ley de secretos oficiales, ni a que su condena no sea rebatida.

-Efectivamente. No solo no se ha dado publicidad a todos los que formaron parte de nuestro tribunal, sino que tampoco conocemos quiénes formaron parte de los pelotones de fusilamiento de nuestros compañeros. Y eso es así mientras que el Gobierno del España hace una declaración pública en la que reconoce la persecución política a Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo y Ramón García Sanz, diciendo además que sus condenas fueron dictadas por unos consejos de guerra ilegales e ilegítimos. Por lo tanto, siguiendo esa lógica, ahora se tendría que hacer público qué pasó con todos los participantes en esos consejos de guerra y qué pasó también con todos aquellos que llevaron a nuestros compañeros a un descampado y los fusilaron impunemente. Esa sería la lógica jurídica. Y, por otra parte, nosotros salimos de la cárcel por una amnistía que costó muchos muertos y que solo se hizo efectiva a finales de 1977 después de multitudinarias manifestaciones, pero falta revisar judicialmente esas condenas.

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-Uno de cada cinco jóvenes españoles aprueba la dictadura medio siglo después de la muerte del tirano. ¿Qué tiene que decirles?

-Lo que les diría es que, si querías hacer una huelga, no solo te iban a despedir, sino que además podían caerte diez años de cárcel o podía entrar la fuerza pública en tu empresa, como entró en Seat, y matar a un obrero. Que, si querías ir a una manifestación, te podían disparar a bocajarro y matarte. Y que, si repartías una octavilla o llevabas una pancarta, también te podían caer diez o quince años de prisión. Esa era la inseguridad jurídica en la que vivíamos todos en la dictadura. Todos, no solo los militantes antifascistas.

«La información veraz de todo lo que ocurrió es el mejor antídoto para los jóvenes que piensan que la dictadura fue jauja»

-¿Le preocupa el giro de parte de la sociedad española hacia posiciones de extrema derecha?

-Precisamente lo que estamos intentando hacer es que nada de esto se olvide y que se cuente tal y como sucedió, porque, si no, corremos el peligro de que vuelva a repetirse. Cuando se dice que la dictadura ya no era tan mala en los últimos años de la vida de Franco y no se aclara de dónde vinieron los derechos democráticos, pueden ocurrir estas cosas. Yo creo que, ahora mismo, el relato verídico de todo lo que pasó, la información veraz de todo lo que se hizo, es el mejor antídoto contra lo que está ocurriendo entre los jóvenes que piensan que aquello era jauja.

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«Me parece increíble que a las organizaciones que siembran odio fascista no se les aplique la ley antiterrorista»

-El Gobierno ha comenzado a ilegalizar las fundaciones franquistas. ¿Vamos tarde?

-Lo que me parece increíble es que a las asociaciones y organizaciones que defienden o que ensalzan estados terroristas como el estado franquista no se les aplique la ley antiterrorista. Porque lo que están haciendo es sembrar odio fascista e intentar repetir la masacre. Y, además, lo están haciendo impunemente. Hablan del tiro en la nuca, de matar a la mitad de la población… No es que estén calladitos. Están apuntando a actos de violencia extrema.

-¿Qué esperan de la llamada 'querella Argentina', la denuncia presentada ante un tribunal penal de aquel país por los delitos de genocidio y crímenes de lesa humanidad cometidos en España bajo la dictadura?

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-Acabar con la impunidad de todos aquellos asesinatos y todos aquellos atentados contra la población que, en definitiva, eran atentados de una dictadura terrorista. Por eso hay un proceso abierto contra el exministro (Rodolfo) Martín Villa por doce asesinatos y ahora mismo también hay un juzgado en Alicante que lo ha llamado a declarar por el asesinato de Teófilo del Valle en una huelga del calzado. Entonces, estamos esperanzados. Bien sea en Argentina, con la querella de la jueza María Servini, o bien sea aquí, con las múltiples querellas que se han hecho por torturas o asesinatos, confiamos en que algún juez o jueza se atreva a acabar con la impunidad y a ejercer el Derecho como se tiene que ejercer.

-Usted, que no tenía antecedentes cercanos de lucha antifascista en su familia, ¿alguna vez piensa en si ha merecido la pena tanto sufrimiento?

-No. La lucha antifascista, rodeado de amigos y compañeros, te permite andar por la vida de otra manera. Me siento muy orgulloso de haber estado al lado de los compañeros que mataron, con los que lucharon y siguen luchando.

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