«Lo peor son las noches sin dormir»

El gijonés Omar Riera lleva cerca de ocho años en Vilanova i la Geltrú, un municipio costero catalán. Aunque otros veranos notaba el calor, este año la sensación térmica le está resultando especialmente desagradable. «Ayer dormí unas cuatro o cinco horas», confiesa este asturiano al que le cuesta horrores conciliar el sueño, incluso sin sábanas y con ventilador. Podría parecer que los treinta grados en Vilanova no son para tanto, pero los altos niveles de humedad maximizan el bochorno en las tórridas noches de verano. «Sobrevivimos a base de mucha agua y cerveza fría. La gente aprovecha las últimas horas del día para hacer vida social y juntarse en los bares», apunta Riera que justo hoy coge vacaciones y vuelve a la tierrina, donde espera, por fin, poder dormir: «Lo peor es eso, que son las tres de la mañana y sigue haciendo 28 o 30 grados y no puedes dormir».

En Valladolid el calor es seco y se sobrelleva mejor. Eso sí, los 41 grados al mediodía siguen siendo un agobio. Jorge Rugero, también gijonés, lleva 20 años viviendo entre Zamora, Tres Cantos y Valladolid. Así es imposible no ser un experto en calores. Lo peor es, sin duda, que por la noche tampoco refresque. «Suelo ir a correr por las tardes, pero ayer, con 37 grados a las diez de la noche, era imposible».

En Madrid, rozando los 50 grados, hasta las aceras queman o así lo siente la gijonesa Montse Cañedo, que lleva media vida trabajando allí. Junto a un termómetro tan fundido por el calor madrileño que por momentos refleja unos imposibles 64 grados, explica: ¿El secreto para aguantar el calor? «Aire acondicionado y piscina con la peque por la tarde», cuenta. Alguna cerveza en terraza con difusores de agua ayudan en tarde-noches de 40 grados a la sombra.

En Mallorca se encuentra la sierense Irene Jazmín «haciendo la temporada» en una coctelería a pie de playa. «Me ducho un montón de veces al día, porque con la humedad a poco que me mueva ya estoy sudando como un pollo», cuenta.