Yolanda Mijares, delante su imprenta en Avilés. Pablo Nosti

Mijares cierra la imprenta familiar tras 61 años en Avilés

Yolanda bajará la persiana de su negocio el próximo día 30 sin nostalgia y con la satisfacción de haber atendido a amigos más que a clientes en un negocio que montaron sus padres tras emigrar desde León

Viernes, 27 de diciembre 2024, 07:26

Yolanda Mijares Santos (León, 1960), un referente del baloncesto femenino en Avilés, cerrará el próximo 30 de diciembre la imprenta que lleva ... el apellido familiar en la plaza de La Merced. Han sido más de tres décadas de trabajo que se acaban por jubilación y si bien Mijares no es «de mirar atrás», sí le preocupan los cuatro trabajadores en nómina «porque en su día tuvieron opción de irse y no lo hicieron». Una lealtad que también le han mostrado unos clientes a los que, en su mayoría, considera amigos. A todos ellos, a los empleados, a los clientes y a los proveedores, quiere agradecer su fidelidad y apoyo porque gracias a ellos se han podido superar épocas difíciles y llegar hasta la jubilación de la última Mijares Santos que se dedicaba a la impresión.

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«Yo atendía a los clientes y diseñaba, plasmaba en papel lo que ellos imaginaban. Siempre me ha gustado este trabajo, pero ahora que me jubilo tengo intención de meterme en el diseño gráfico con inteligencia artificial», adelanta una Yolanda Mijares, adalid y referente del baloncesto femenino en la comarca, que por supuesto seguirá entrenando en el Baloncesto Castrillón.

El oficio de la impresión se remonta a tres generaciones atrás. Ya los abuelos de Yolanda tenían una imprenta en León. Si se asentaron en Avilés fue porque los primos de su madre (Electricidad Santos) les comentaban la pujanza de una ciudad en la que la industria empezaba a prosperar. Llegaron aquí en 1963 y cogieron el traspaso de la Imprenta La Atalaya.

La familia de Yolanda Mijares se asentó en 1963 en Avilés y aquí cogió el traspaso de la Imprenta La Atalaya

A pesar del balance positivo que hace, reconoce que a lo largo de estos 61 años ha habido también altibajos como la crisis de 2008 que en 2010 le hizo contemplar el cierre. Optó por aguantar, gracias a la colaboración de unos proveedores con los que siempre cumplió y que, cuando vinieron mal dadas, supieron otorgarle ese voto de confianza que a la postre salvó la imprenta.

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El negocio ha cambiado mucho. De los doce trabajadores que llegó a haber quedan cuatro y de las tiradas de cien mil ejemplares que se necesitaban para que la impresión fuera rentable se ha pasado a unas mucho más cortas. «Solo hay que reinventarse», apunta Mijares. Ahora, por ejemplo, una persona plasma por escrito la historia familiar o cualquier otro relato, imprime cincuenta ejemplares y los regala a su familia. O revistas, con una tirada de un centenar.

Con el cierre de la imprenta deja libre un local en una zona reurbanizada, la plaza de La Merced, «que ha quedado muy guapa, pero sin comercios». Próximamente se jubilará un vecino y otro bajo quedará a disposición seguramente de un establecimiento hostelero. Esta es una preocupación que mantendrá a pesar de no estar ya en activo. No que haya bares sino la desaparición del pequeño comercio y no solo en esta plaza reformada sino en toda la ciudad. Sabe que es una problema complejo, debido a muchos factores, pero se jubila pidiendo una reflexión y acción a los políticos.

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