La bandera de Avilés se originó en el fútbol

Con la llegada de las fiestas de El Bollo a muchos avilesinos se les viene el recuerdo del origen de los colores de la bandera del municipio y su semejanza a las camisetas del Real Avilés. Y es que entre ambos detalles hay un nexo clave: la fiestas de El Bollo y la organización de las fiestas de Pascua. Pero la historia parte de un hombre de negocios y una historia de amor con una avilesina, que marcó el nacimiento de uno de los símbolos más representativos del concejo.

Eusebio Fernández Muñiz fue un hábil representante de la empresa automovilística Hispano Suiza en la Barcelona de los años 20 del pasado siglo, desde cuya ciudad siguió teniendo continuo contacto en su Avilés natal gracias al noviazgo con una joven de la villa, Emilia Rodríguez Maribona, con la que acabaría contrayendo matrimonio. El bueno de Eusebio se inmiscuyó tanto en la sociedad catalana que en junio de 1922 era nombrado vicepresidente del Español de Barcelona, dentro de una directiva encabezada por Genaro de la Riva y cuyo tesorero, a título de anécdota, se llamaba Eduardo Avilés. Un grupo directivo que, nada más iniciar su gestión, incorporaba a las filas españolistas a una portero que igual les suena, don Ricardo Zamora.

Con el poder que tenía en el club catalán consiguió contactar con la empresa que confeccionaba las camisetas del Español y adquirió un juego de camisetas para el Stadium avilesino, club que de esa forma iba a poner fin a su casi cambio anual de indumentaria desde que se creara en 1915. Precisamente sus conocimientos en el fútbol fueron aprovechados por el club local al incorporar en 1924 a Eusebio a su junta directiva en calidad de vocal para ayudar a su nuevo presidente y cuñado, Gustavo Rodríguez Maribona.

En esos años 20 el ya Real Stadium, con su nueva bandera blanquiazul, se había convertido en una entidad muy popular entre los vecinos de la villa, hasta el punto de que las confiterías llenaban de pequeñas banderas de sus mismos colores los bollos de Pascua para animar tanto la fiesta como el sentimiento que tenían hacia el club de fútbol, que no en vano a comienzos de la época había logrado el título de España de segunda categoría. Este sentir que caló tan hondo que las autoridades municipales acabaron adoptando los mismos colores para la bandera de Avilés, que fue colgada del balcón del Ayuntamiento a mediados de los años 50.

El lector puede preguntarse también por el origen de esos colores blanquiazules en la camiseta del Español y la respuesta es de carácter histórico. Este club tenían inicialmente en su enseña los colores de la bandera de España y, en febrero de 1910, decidía el cambio a los actuales gracias a la propuesta de su socio Eduardo Corrons, que durante muchos años fue su socio número uno y que acabaría diseñando también el escudo que precedió al actual y que tenía impresa en grande las letras del club catalán, CDE. Se buscaba un nuevo uniforme que expresara el espíritu aventurero que presidía el club y, a la vez, sintetizara el amor que profesaba a su tierra y sus tradiciones, y surgió la idea de acoger los colores del escudo de armas de Roger de Lauria, célebre almirante italiano de la Calabria napolitana al servicio de Pedro III de Aragón en 1286, que había imitado su diseño de los almogávares, las célebres tropas de choque e infantería ligera de la Corona de Aragón en sus conquistas por el Mediterráneo entre los siglos XIII y XIV, así como en las conquistas de Córdoba y Granada.

La identificación de los colores azul y blanco no se limitaría sólo al Real Stadium y posteriormente Real Avilés, sino que otros clubes de la villa las han venido usando en sus indumentarias como símbolo del sentimiento local, bien a rayas como el Carbayedo, Avilés Stadium o Belenos por citar algunos ejemplos, o con tintes en mayor o menor medida azul o blanco como el resto de buena parte de las entidades deportivas locales, como Atlética, Villa, Sanfer ...

Pero fiel al sentimiento de su nacimiento en la ciudad la Cofradía de El Bollo ha adoptado, como no podía ser menor, la misma bandera, en recuerdo imperecedero de esos confiteros que insertaban sus banderitas como reclamo de sus bollos de Pascua y en honor de una fiesta ya centenaria.