Mensajes inflamatorios
La doctora en biomedicina y oncología y divulgadora científica nos habla esta semana sobre la relación de la inflamación al dolor
Comúnmente asociamos la inflamación al dolor y por tanto con algo que debemos evitar. Esta asociación es lógica porque el dolor, junto con el rubor, el calor, el edema y la pérdida de función son signos de inflamación. Sin embargo, la inflamación comprende un conjunto de procesos que han sido cuidadosamente seleccionados por la evolución. Son necesarios y útiles para nuestra supervivencia.
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La inflamación aguda, la que se produce cuando tenemos una herida, permite que el cuerpo tenga una respuesta rápida. Nuestro sistema inmune es capaz de generar ese cambio rápidamente. Las células de los tejidos que han sufrido el daño liberan mensajeros moleculares como las citocinas, el óxido nítrico o la histamina que permiten que las células del sistema inmune lleguen al tejido a través de los vasos sanguíneos y reparen la lesión. Todos los signos de inflamación nos advierten del problema, haciéndonos conscientes para que actuemos en consecuencia. Algo clave en la utilidad evolutiva de esta respuesta es su brevedad. Por ejemplo, el aumento de la temperatura permite reducir el riesgo de posibles infecciones ya que muchos microorganismos no pueden sobrevivir con esas temperaturas elevadas. Sin embargo, si se mantiene demasiado en el tiempo, pasando a ser crónica, puede dañar también a nuestras células.
La inflamación crónica se presenta a menudo junto con otras enfermedades como la obesidad, la diabetes, algunos tipos de cáncer y muchas enfermedades neurodegenerativas. Esta relación es compleja y a menudo resulta difícil establecer si la inflamación es causa o consecuencia de estas patologías, pero la evidencia científica muestra que mantener un estilo de vida saludable, con una buena nutrición, ejercicio regular y descanso permite reducir este tipo de inflamación. Como sucede con la mayoría de tipos de respuestas a estrés que la evolución ha seleccionado, mantener un equilibrio y unos niveles adecuados es crucial para conservar su función adaptativa.
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