50 años de un museo que no para de crecer
Aniversario. La idea de convertir la Casa Natal de Jovellanos en museo se remonta a la II República, pero se hizo pública por primera vez en 1936. Hasta 1971 no abrió sus puertas
M. F. ANTUÑA
Domingo, 17 de enero 2021, 02:28
Fue en 1971 cuando abrió sus puertas el Museo Casa Natal de Jovellanos, que este año festejará con un programa específico su cincuenta aniversario, pero ... la idea de crear un espacio museístico en la casona de Cimadevilla que habitó el prócer venía ya de atrás. De hecho, tal y como recoge Javier González Santos en un libro que recopila la historia del inmueble, era un viejo anhelo manifestado ya durante la II República. Fue en 1936 cuando, por vez primera, se propuso públicamente «la organización del Museo Jovellanos» en ese enclave. Era el 1 de septiembre, se conmemoraba el 125 aniversario de la muerte de Gaspar Melchor y se procedía a la exhumación de sus restos mortales cuando se hacía pública una iniciativa que partió del Gijón republicano, a través de instituciones como el Colegio de Abogados, el Ateneo Obrero, el claustro de profesores del Instituto Jovellanos, la Escuela de Altos Estudios Mercantiles y, también, con nombres propios de la sociedad y la cultura del momento, como eran los de Pachín de Melás o Germán Horacio Robles.
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Ahí quedó la idea, esperando un momento mejor y el fin de la guerra. Y en 1943 afloró una circunstancia propicia: Carlos Cienfuegos-Jovellanos Bernaldo de Quirós ofrecía al Ayuntamiento la parte de la casa que le pertenecía y un año después se cerraba la operación. «La venta fue desinteresada y estaba condicionada a la conversión del inmueble en museo dedicado a la memoria de Jovellanos», recoge González Santos. Pero tendrían que pasar aún otros cuatro años hasta que comenzara a tomar forma. En 1948 se presentó un primer proyecto, dos años más tarde se creó una Junta Ejecutiva para formar el museo, pero las obras no ejecutaban al tiempo que el edificio iba perdiendo lustre. No fue hasta 1968 cuando comenzaron las obras que conducirían al esperado fin museístico. Y, a decir de los expertos, tampoco resultaron especialmente afortunadas e hicieron perder parte de la personalidad del lugar.
Pero, finalmente, el 6 de agosto de 1971, abría sus puertas. Coincidió la inauguración con la de la estatua en Campo Valdés del emperador César Augusto, que ocupó primero la atención de las autoridades presentes, con el alcalde Luis Cueto-Felgueroso ejerciendo como anfitrión. «Poco antes de la una de la tarde, las autoridades y representaciones se personaron en el Museo Jovellanos para proceder a su inauguración. Fue bendecido por el párroco de San Pedro, don José Arenas, en la capilla de la planta baja del Museo. A continuación fueron visitadas las distintas dependencias, deteniéndose todos con interés en la biblioteca, donde examinaron la bibliografía jovellanista», relataba al día siguiente EL COMERCIO, que ya narraba que, con vistas al futuro, el espacio iría «experimentando mejoras de todo tipo» al tiempo que auguraba que «por su personalidad y hechos históricos, tendrá auténtico relieve nacional».
En estos cincuenta años han pasado muchas cosas. Convertido en cabecera de los museos de bellas artes de la ciudad, cuyas colecciones han ido creciendo de forma considerable y tan notable en calidad que incluso este mismo año se han cedido obras al Museo del Prado y el Reina Sofía para ser expuestas. Conserva el museo la colección artística municipal compuesta por más de 3.000 piezas, entre pinturas, esculturas, dibujos, grabados, ilustraciones, fotografías y obras en nuevos soportes. En ese crecimiento imparable han tenido que ver las donaciones y legados efectuados por coleccionistas y artistas locales, entre los que destaca Alberto Paquet, el matrimonio Lledó-Suárez, la pintora Julia Alcayde y, más recientemente, Antonio Suárez o Joaquín Rubio Camín.
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Su misión sigue siendo la misma de siempre, «la difusión, conservación e investigación del patrimonio artístico municipal además de conmemorar la figura y la obra de Jovellanos», pero el futuro de ese museo cincuenta años enclavado en la vieja casona asturiana está llamado a ampliar espacios y a mudarse sin salir del barrio. No se irá demasiado lejos: a Tabacalera. Entonces, el viejo inmueble será más jovellanista que nunca y se centrará en la investigación y estudio del legado del prócer.
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