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Pablo Armesto, en su estudio de Villaviciosa, con su mujer, Rocío Tuñón, el galgo 'Fermín' y la perrita 'Vera'. :: JOSÉ SIMAL

«Soy un artista en zapatillas»

Pablo Armesto reparte sus trabajos y sus días entre sus estudios en Madrid y Asturias, este instalado en un antiguo llagar de sidra

P. A. MARÍN ESTRADA

Sábado, 21 de diciembre 2019, 00:19

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Pablo Armesto (Suiza, 1970) lleva cerca de un año en su nuevo estudio en Madrid, pero tiempo antes de instalarse allí él y su mujer Rocío buscaron un espacio en Asturias donde trabajar y seguir disfrutando de la fidelidad al 'raigañu' cuando le apeteciese. Lo encontró en un antiguo llagar de sidra de Camoca, camino de Valdediós, donde respira el mismo aire que llenó los pulmones de Rubio Camín y sigue haciéndolo en artistas con taller cerca: Pablo Maojo, Noé Baranda o Charo Cimas. Aquí sale de paseo con sus perros Vera y Fermín, charla con sus vecinos o practica con ellos el trueque de productos o servicios, como se hizo en los pueblos toda la vida. En el lugar que ocuparon las prensas, está el estudio, el tórculo para sus grabados, las obras en marcha y una bodega con las viejas cajas de sidra en la que conviven originales regalados por algunos compañeros de viaje en la aventura del arte.

«Pasear con los perros es un buen estímulo para la inspiración, salen las ideas de manera natural y no buscada», confiesa este creador asturiano («nací en Suiza por accidente, pero soy de La Pola L.lena»), que se reconoce «ordenado. Anoto en libretitas y procuro seguir un proceso de orden, voy descartando ideas; la que aguanta, luchas por ella. Hago maquetas, bocetos, y la ejecución es siempre manual, me gusta dejar esa parte abierta a lo azaroso». Cuenta que por generación le tocó ganar concursos infantiles de dibujo, pero el verdadero garfio le enganchó más tarde estudiando diseño gráfico en la Escuela de Artes: «Fue en una clase de barro con Fernando Alba, alisamos la plancha y llega él y ¡zas! -escenifica algo parecido al corte de una tarta con un sable-. Ves esa fuerza y cuando te muerde es ya imposible dejarlo».

Hablando de su propio trabajo suelta frases como lanzas: «Quedarse en lo cómodo nunca». Y cuenta que el impulso ético que lo lleva a seguir creando es «intentar romper las fronteras de las disciplinas, aportar a una técnica algo mas» y que para él el arte es ante todo «un cuestionarse la vida y hacer que la gente también se la cuestione, porque no hay certezas. Una obra que no produzca eso no me interesa». Dando mimos a Fermín, nos desvela su proceso creativo: «Es mental. Me marco un plazo y le doy mil vueltas en la cabeza, empiezo al límite de la fecha y el estrés me lleva a ejecutar sin dudas, tiene que haber esa energía y ese nervio». Nos sorprende cuando se confiesa «un artista en zapatillas. Necesito el estudio al lado. Si está lejos se te enfrían los pies y las ideas». Usa la tecnología si una obra lo precisa y asegura que en estos tiempos o en cualquier otros donde «la inteligencia ya la asumen las máquinas, nos queda el errar que es lo humano y nada mejor que el arte para errar hasta aprender».

Cómodo en sus talleres de Madrid y Asturias asegura que «mi trabajo está en una libretina y en mi cabeza. El estudio para llevarlo a cabo donde sea. Pero el 'raigañu' está aquí, este es mi estudio refugio y luego te puedes mover a cualquier sitio, pero yo necesito siempre volver, una base, para mí es importante. Y cerca unos libros y un espacio para pasear». Es invierno en Camoca y el llar calienta.

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