De botijos, colchas persas, un tornillo de barco y otras curiosidades
El Museo del Ferrocarril alberga una notable y sorprendente colección de elementos no ferroviarios que incluye hasta una baraja del Sporting
Una colcha persa, una pistola de pólvora, un encendedor y hasta unos vasos de sidra. El Museo del Ferrocarril de Asturias tiene trenes, locomotoras, placas, ... uniformes ferroviarios y billetes, pero conserva también una amplia colección de enseres variados y variopintos al extremo que ni por asomo tienen relación alguna con vías anchas, estrechas o traviesas.
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El inventario de este museo recoge incluso un elemento que no se sabe ni lo que es. Es una suerte de monolito hallado en Noreña que no está claro que sea un vértice geodésico. El apartado de objetos no ferroviarios es tan nutrido como extravagante y se alimenta en donaciones que efectivamente sí eran ferroviarias y en ellas se incluían estos elementos. «Tenemos desde una caja de puros a una botella de vino o cajas de tabaco», cuenta Javier Fernández, director del museo.
Se guardan que si un escudo de España antiguo, que si el primer retrato oficial de Franco como caudillo, que si la maquinaria de un ascensor antiguo de un edificio de la ovetense calle Uría de principios del siglo XX... Eran aquellas máquinas que se movían con ascensoristas y su presencia en el museo podría estar justificada en el hecho de que es guardián también de todo lo que tiene que ver con la industria, y esa maquinaria tiene efectivamente su valor. Como lo tiene un botijo antiguo, vinculado a lo cotidiano del trabajo. «Lo usaban en las obras, porque si utilizaban uno de cerámica se rompían», señala Fernández.
Es curioso que, igualmente, se conserva una pancarta sindical, montones de insignias, una medalla de Oviedo de la época de la Guerra Civil y un conjunto de esculturas de los doce apóstoles y, atención, que sobre un folio en blanco se guardan trozos de metralla de la estación de Gijón. Reza así el notable documento histórico: «Trozos de metralla incrustada en la vieja pared antigua del taller de locomotoras a consecuencia de una bomba de aviación el 14 de agosto de 1936». Ese día los franquistas bombardearon la estación de Gijón causando bastantes muertos.
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Hay arcos conmemorativos de visitas del caudillo y hay numeroso material procedente de la antigua fábrica de Tabacalera en Gijón, como los moldes de bronce para hacer puros y cestos de paja para transportar el tabaco. Hay fichas empleadas en economatos y centros de trabajos y hay hasta una máquina para fichar. Y, procedente de la fábrica de Trubia de armas, un mechero con forma de bala. Ahí es nada.
Se catalogan y guardan discos de piedra, precedentes del vinilo, preciosísimos botes de mantequilla, un urogallo de Sargadellos, puzles, cerámica japonesa, un cochecito de juguete que es una maravilla (es muy destacada su colección de juguetes) y una bicicleta de los años cincuenta. El listado es sin duda singular e incluye incluso una baraja del Sporting.
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Platos de cerámica fabricados en Gijón, una tulipa y hasta un tornillo del 'Castillo de Salas', el barco que se hundió en la bahía de San Lorenzo en 1986. Hay piezas de laboratorios y con ellas, compartiendo espacio en el mismo inventario con más de doscientas referencias, aquellas cajas de Cola Cao con estética oriental que se acabaron convirtiendo en costureros en un sinfín de casas.
Que si un pin de Ensidesa, un escurridor, una copa de chupito, que se hizo en La Industria y tiene ese valor testimonial del vidrio, una medalla de Montserrat y una pistola de pólvora se suman a este arsenal de curiosidades. Viene además la armamentística pieza con el aval de que allá por los años setenta todavía funcionaba.
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Todo tiene un cierto valor. Todo cuenta la historia de lo cotidiano, del trabajo, de la vida misma. Todo nos cuenta. «A veces a los museos vienen cosas que nadie se espera», concluye Fernández.
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