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Pablo Junceda, Alicia Vallina, Luis Chillida y David Álvarez observan uno de los libros de artista. Mario Rojas

Chillida inunda de vacío su esencia de papel

La sala ovetense del Sabadell Herrero muestra sesenta obras que reflejan su amor al papel: «Mi padre pensaba con un lápiz en la mano», dice su hijo Luis

M. F. Antuña

Gijón

Jueves, 25 de septiembre 2025, 22:32

Chillida en papel. En collage, en dibujo, en obra gráfica, pero también en escultura. Chillida reflexivo y lúcido, pura belleza y misticismo, se hace ... grande en la sala de exposiciones Sabadell Herrero, que hasta el 14 de diciembre permitirá al público poner sus ojos sobre esas obras delicadas y hermosas que trazó en la calma de su estudio, con el lápiz, jugando con la cola, la tijera y con el hilo para hacerlas gravitar y volar.

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Son sesenta obras las que se exhiben en 'Eduardo Chillida. La presencia del vacío', la muestra comisariada por Alicia Vallina que pone luz sobre la creación del hombre que levantó en el cerro de Santa Catalina el 'Elogio del Horizonte', que en 1987 recogió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y que lo fue todo en el arte español.

La materia, el espacio y el vacío, las grandes obsesiones de un artista único, se dejan ver en la selección de piezas, que incluye también media docena de libros de artista, dedicados a personajes como Parménides o Jorge Guillén.

Para dar la bienvenida a la muestra, se desplazó a Oviedo Luis Chillida, uno de lo ocho hijos que el artista tuvo junto a Pilar Belzunce, una piedra angular de su trabajo, y presidente de la Fundación que lleva el nombre de ambos y que colabora en la muestra junto a la Fundación Municipal de Cultura, el Sabadell Herrero, Chillida Leku y Hauser & Wirth.

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Decía Luis Chillida que esta propuesta es una suerte de antológica de su vida través del papel, un material con el que vivió una eterna historia de amor. Por eso es importante darle la relevancia que tiene a ese trabajo que para él era fundamental: «Él siempre trabajaba de forma meditada, el estudio era el lugar de pensar y de dibujar, mi padre pensaba con un lápiz en la mano». Se detuvo Luis en la inauguración en contar a ese padre que incluso se afanó a en dibujar con la mano izquierda porque de esa manera «el tiempo era otro», en la lentitud de los trazos hallaba esa reflexión que luego trasladaría a otros materiales más potentes, al trabajo de fuerza y estómago que se alumbro en hormigón, hierro o en acero. Porque su obra siempre se construía antes en papel. Era un maniático. Tenía su estudio lleno de papeles y gustaba, además de deleitarse con el carboncillo, de trabajar el collage. Aún recuerda Luis el día que llegó a comer y le contó a su madre que había hecho un collage sin cola y, de esa forma, creando una suerte de volumen diferente, había alumbrado una escultura en papel.

Ese mismo mimo y amor ponía en sus libros de artista, que no trataba de ilustrar sin más, sino que trabajaba con un objeto con el ánimo de transmitir su pensamiento, sus dudas, su ser. Siempre con calma, alejado por completo de la prisa, planteando preguntas y dejando que quien mira interprete su obra desde la libertad. Nunca quiso darle nada masticado a un espectador que, en esta ocasión también ha hacer deberes, ha de llegar a sus propias conclusiones.

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Alicia Vallina, enamorada de la obra y el autor, se muestra orgullosa de haber podido componer una exposición que le ha permitido sumergirse de nuevo en su trabajo y, de esa forma, reflexionar «sobre el arte como espacio abierto a la tolerancia, el respeto, la paz y la libertad», algunos de los conceptos en los que Eduardo Chillida creía y por los que batallaba. Ha trazado un viaje que se detiene en esos baluartes de su pensamiento entre los que el vacío adquiere una dimensión propia, por cuanto constituye «la riqueza y la naturaleza de la propia obra».

Hay musicalidad en sus papeles, en las gravitaciones que parecen columpiarse, en los dibujos preparatorios para esculturas, hay orden y dedicación en el afán de «un sabio». Así lo definió Vallina que ha querido incluso contarle con sus propias palabras escritas sobre las paredes: «Trabajo para conocer y doy mayor valor al conocer que al conocimiento. Creo que debo tratar de hacer lo que no sé hacer, intentar ver lo que no veo, reconocer lo que desconozco, identificar en lo desconocido».

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