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Jorge Fernández León, fotografiado en el Bellas Artes, en la exposición de Santamarina. Juan Carlos Román

Jorge Fernández León, experto en políticas culturales: «La cultura asturiana debe dar un salto adelante y es el momento»

Comisario en el equipo de la Capitalidad Cultural para Oviedo, pone a ese objetivo como ejemplo de consenso

Marifé Antuña

Gijón

Domingo, 5 de octubre 2025, 00:17

Es un hombre de cultura. En todos los ámbitos y todos los palos. La política, la gestión, la comunicación, nada le es ajeno a Jorge ... Fernández León, que fue viceconsejero de Cultura en los tiempos de Areces y que en la actualidad trabaja en favor de la Candidatura a la Capitalidad Cultural de Oviedo. Se confiesa pesimista por definición, pero sostiene que es el momento que pensar qué cultura queremos con amplitud de miras y en la búsqueda de consensos.

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–Uno de Gijón y del PSOE trabajando por la Capitalidad Cultural de Oviedo. ¿Otro mundo es posible?

–Sí, en Asturias en este momento se dan unas condiciones y una situación que hacen difícil que eso se vuelva a repetir en mucho tiempo. Coincide el hecho de que se están renovando las direcciones de varias instituciones culturales, que hay una convocatoria de la Capitalidad Cultural que ya se intentó y no salió bien hace quince o dieciséis años, que Oviedo ha decido apostar por lo que Gijón ha decidido no apostar...

–Perdone la interrupción. ¿Le duele que Gijón no haya apostado?

–Sí, me parece que en Gijón hay una preocupante pérdida del sentido de liderazgo que la ciudad puede haber tenido durante un tiempo en el dinamismo cultural de Asturias y eso es algo que tiene que pensar, en cuál es su futuro, su identidad de ciudad. Oviedo está haciendo una apuesta. Yo estoy muy contento de estar en el equipo de Oviedo, por la pluralidad y la colaboración que me resulta muy agradable. Me gusta que quiera ser una capital distinta de Asturias y quiera tener un papel que hasta ahora no ha tenido en la política cultural, que el Principado y los grupos políticos de la Junta y los principales ayuntamientos hayan dicho que les parece bien y estén en disposición de colaborar. Hay una situación nueva. El presidente del Principado presentaba la semana pasada una serie de propuestas de dinamización de la vida cultural desde la puesta en marcha de una ley de derechos culturales y de instituciones culturales que a mí me parece que Asturias necesitaba. Nueva directora en el Museo de Bellas Artes, nuevo gerente en la OSPA, nueva directora en Laboral Centro de Arte... Son novedades que todas ellas juntas y si hay disposición a colaborar en un proyecto de ciudad y de región creo que abren una oportunidad al consenso. Ya ha ocurrido en otras comunidades españolas, como Canarias o Navarra, que tienen aprobadas leyes y normas y un comportamiento basado en el consenso de las grandes instituciones y las no tan grandes. En este momento Asturias está en esa disposición. Yo no soy adivino, pero sí creo que me sumé a este proyecto hablando con muchas personas porque pensé que valía la pena y lo que estoy viendo es que se está haciendo un trabajo amplio, con mucha presencia del sector cultural y con voluntad de cambiar muchas cosas. Así que estoy triste porque Gijón no se haya atrevido.

–Está diciendo que estamos en una pista de despegue de algo gordo para la cultura.

–Yo creo que es una oportunidad. La cultura no es más importante que otras cosas, pero tiene un papel en la vida de la comunidad. Estamos en un momento en que la situación global, internacional, le da a la cultura un papel de territorio de acuerdos que probablemente no ha tenido en mucho tiempo. Y es una posibilidad que no se debe desaprovechar. Hay que buscar un lugar donde se encuentren opiniones que pueden no ser idénticas, pero que pueden convivir y compartir la idea de que la cultura tiene que tener un peso del dinero público, un peso de la participación privada y un peso en la vida de las comunidades. Que haya mejores bibliotecas, que los museos cambien hacia donde están yendo los museos del mundo, que las instituciones culturales no se miren el ombligo y se den cuenta de que viven en un territorio de problemas, todo eso está ocurriendo en otros lugares. Y es momento para que ocurra en Asturias. Hay gente que se ha dado cuenta y otra que necesita hacerlo.

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–Pero la cultura es elemento de confrontación política.

–Ese es un problema que hay que abordar. Hay organizaciones políticas que piensan que la cultura es un territorio de batalla, de guerra. Yo creo que las guerras culturales son un problema que hay que saber abordar, precisamente tratando de evitar que el diálogo se establezca sobre los desacuerdos. No hay política sin desacuerdo, no hay mundo sin desacuerdo, pero se resuelve con el diálogo. La cultura elegida como canto de guerra es una mala solución y quien crea que la política cultural tiene que basarse en la confrontación directa y sin territorio posible para el diálogo se equivoca, porque la cultura es fundamentalmente convivencia, no conflicto. Pero el conflicto está en todo, la ciencia, la tecnología... Y la creación además consiste en forzar las fronteras de lo aceptable, crear retos. No hay que repetir lo hecho, hay que ofrecer miradas nuevas sobre la realidad, pero eso genera tensión.

¿Va a convencer a alguien de extrema derecha de esto que dice?

–Hay gente en todos los sectores políticos que pueden entender que el papel de la cultura pública ha de saber garantizar que la gente pueda leer el mundo, entender mejor lo que pasa, participar de distintas maneras, unos yendo a un concierto, otros leyendo un libro o creando colectivamente... Todo eso lo pueden comprender personas con una visión más conservadora y más progresista y pueden convivir perfectamente. Ocurre en todos los lugares donde los fundamentalismos no dominan el sentido común. Aquí se trata de buscar el punto de encuentro del sentido común y la convivencia. Es central y este es un momento en que puede ocurrir. Me remito a los hechos del consenso en la Junta.

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–Me remito a otros hechos. En Gijón: polémica infinita con el cierre del Piñole y Tabacalera.

–No me resigno a no pedir sensatez y a reiterarla. Me voy a ese ejemplo. En Gijón teníamos mucha experiencia en la puesta en marcha de museos más pequeños que Tabacalera y con ellos seguimos un modelo universal. Para un proyecto de la potencia y costes de Tabacalera habría que tener trabajando durante meses y años a profesionales expertos en un modelo que no existe. Lo que se ha aprobado hasta ahora son unas bases generales, pero no hay estudio analítico de cuál es la función de una institución nueva, que nació como museo. No se está haciendo un trabajo serio y riguroso. Y hay que convencer a las autoridades municipales, estas a los que sean. Esto empezó en 2002, y el primer pliego de condiciones sale en 2008 y en las bases tienen una descripción precisa de qué iba a ser: nacía con la voluntad de darle mejor albergue a los fondos artísticos municipales y darle otra función al Museo Casa Natal, y para cambiar de lugar el Museo Piñole. Ese inmueble tiene una historia peculiar vinculada a Piñole y como edificio no es fácil de sustituir. En 2010 se decide trasladarlo a un edificio propio. Eso va cambiando cuando llega Foro, primero que no iba a haber esos edificios, luego sí, y cuando vuelve el PSOE se retoma de nuevo. Ahora se habla de una planta dedicada a personal de la Fundación Cultura que vaciará una parte del Antiguo Instituto, y eso hace complicada la gestión del Piñole, porque lo lleva a la segunda planta, ya no es un edificio dedicado a la colección. ¿Tú has visto en algún lugar algún plan estratégico que contemple el funcionamiento futuro de ese complejo para el que se están contratando 23 millones de obra? Yo tampoco porque no lo hay. Estoy en una pequeña comisión del plan estratégico de museos, que sustituye al de 1989. Aquel establecía la función de cada museo y para hacer cada uno de ellos se trabajó años con equipos profesionales de casa y de fuera. Ahora estamos hablando de un museo nuevo que va a requerir una plantilla que no existe. Creo que es el momento de hablar. No se puede hacer un plan estratégico de los museos de Gijón sin un plan de Tabacalera, porque es una pieza demasiado costosa.

–¿Entiende el cierre del Piñole antes del fin de obra?

–Yo creo que hay una ceguera. Vuelvo a pedir que se reconsidere. No entiendo que piensen que en medio de una obra como la que va a estar en marcha en Tabacalera se puede abrir el Museo Piñole solo en 2027. Intento imaginarlo y no lo veo. En un complejo en obras, ¿esa empresa va a poder garantizar que ese museo se abra antes que el resto? Pido reflexión. No hay prisa. Tampoco entiendo que se cierre la exposición de fotografía del Revillagigedo para abrir una de Unicaja que no saben ni qué es. Insisto: es momento de pedir a la gente que reflexione sobre un mínimo consenso sobre la cultura.

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–Decía antes que Gijón ha perdido liderazgo.

–Sí, y para recuperarlo tiene que pensar seriamente qué quiere en el futuro. Hay una serie de cuestiones que no están debatidas, que tienen que ver con los servicios culturales y cuánto tenemos para pagarlos. Es el momento de tomarlo en serio. La política cultural de Gijón no es traer a Bonnie Tyler.

–Pese a todo esto, la sociedad asturiana es culturalmente viva.

–Primero, mucha gente mayor sigue pensando que la cultura es una práctica analógica, de cercanía, de vínculos. Absolutamente de acuerdo. Pero en este momento y desde ya hace ya 20 años vivimos en una sociedad súper digital, en la que las formas de las prácticas culturales de las nuevas generaciones han cambiado mucho, tanto las prácticas de consumo cultural, más exigentes, como de creación y de cocreación. Hay dos formas de entender la cultura que están conviviendo en Asturias, la que llegó hasta finales del siglo XX, y la que las nuevas generaciones están creando y necesitan poder encontrarse en las instituciones culturales. Y eso todavía no está ocurriendo. Todavía no miran al presente, que es el futuro.

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–Laboral Centro de Arte sí.

–Hay instituciones más pensadas para el futuro. Y esa fue su idea desde el origen. Estamos en el momento en que la fusión entre la tradición y lo contemporáneo puede producirse de una manera coherente y las instituciones tienen que estar en eso. No pueden seguir mirando a los años ochenta y hay muchas instituciones que lo saben. El Pueblo de Asturias o el Museo del Ferrocarril han sabido incorporar lo contemporáneo, están abiertos a lo que está pasando Todas las instituciones tienen que mirar de otra forma distinta: los vínculos entre cultura y salud, entre cultura y género, porque hay una realidad del papel de las mujeres en el mundo que es muy distinta. La presencia de lo digital implica maneras distintas de vínculos, de producción y todo eso debe incorporarse. Asturias tiene un capital cultural poderosísimo para hacer visible, compartir y colaborar. Eso se empezó a hacer en los ochenta pero se ha ido parando. Tenemos que dar un salto adelante y es el momento de darlo.

–¿Hace falta también reorganizar el entramado cultural? Eso apuntó una auditoría interna.

–La propuesta del presidente de creación de una agencia de industrial culturales es muy importantes, porque eso estructura todo, desde la más pequeña creadora al mayor conglomerado. Eso que no existe tiene que existir. Y la idea inicial que había en los gobiernos de ir a leyes sectoriales la haya sustituido por la ley de derechos culturales e instituciones culturales para mí es un avance enorme porque es un cambio de mirada. Los gobiernos se están dando cuenta de que la cultura debe ordenarse de otra manera porque hay otra realidad.

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–¿Cuál es el papel del mecenazgo privado?

–El patrocinio privado es fundamental para mantener el vínculo entre el sector privado y la sociedad, más allá del dinero que aporte. Pero en ningún país del mundo el patrocinio privado es la garantía de una cultura viva, sólida, democrática y participada por los ciudadanos. El país más conocido donde hay patrocinio privado y no hay público es EE UU, pero esa es una verdad a medias. Sin entrar en detalles, el modelo de la cultura basado en el patrocinio no funciona en ninguna parte.

–¿Pero un poquito más de dinero privado no vendría mal?

–También anunció el presidente una ley de mecenazgo, que es buena. Ya hay una en España y no está tan mal, pero hay que darse cuenta de que las instituciones privadas, como bancos, tienen más interés en desgravar en programas sociales que culturales porque entienden que les acerca más a sus públicos de negocio. Se pone más dinero donde el prestigio mejora ante los clientes y eso no va a cambiar. En Francia la mejor cifra de dineros privados para la cultura en un año glorioso se colocó en 600 millones de euros. Una broma.

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–¿Le duele haber perdido todo el patrocinio cultural de la desaparecida Cajastur?

–Me duele mucho. Y no hay que olvidar que el proceso que se está en los últimos años de clarificar la colección de Cajastur, que es un Bien de Interés Cultural, está costando mucho trabajo.

–¿Qué me dice del Revillagigedo, propiedad de Cajastur?

–En Gijón hay un problema serio. El Ayuntamiento tiene que mirar muy mucho cuando se termine Tabacalera si tiene dinero para mantener una oferta cultural en la ciudad. Mantener abierto el Revillagigedo no puede ser poco gasto. Para ser útil para fines culturales requiere una inversión que no está hecha. Reitero: estamos en un momento de potencialidad enorme y tenemos la capacidad de pensar qué se puede hacer. Antes de actuar hay que pensar. En Gijón se va perdiendo pie porque cada vez se dedica menos tiempo a pensar qué se quiere y qué se puede hacer.

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–Volvemos a Asturias. ¿La cultura debe tener buques insignias como el Bellas Artes?

–Toda política cultural tiene elementos identificativos que tienen que ver con la visibilidad global. Los grandes centros tienen que tener funciones vitales: crear patrimonio, crear líneas de trabajo y funcionar en red. Eso a veces no se hace y es fundamental. ¿Las exposiciones del Bellas Artes por qué no van a catorce sitios? Porque no nos lo hemos planteado. Tienen también un poder de atracción de visitantes, pero su función es enriquecer el patrimonio y cumplir una función de cabeza de red. Hay que articular esas cabezas tractoras de otra manera y darle espacio a las alas. Hay que dinamizar el medio rural y no estar continuamente en los centros.

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