Solana y Pérez Siquier cruzan miradas en el Bellas Artes de Asturias en una exposición inédita

Es esta una de las muestras más destacadas del programa del primer cuatrimestre del año en el Museo de Bellas Artes, que tiene cita creativa con dos artistas contemporáneas asturianas. 'Soy lo que no entiendo' es el título de la intervención específica que Breza Cechini diseña para el patio y salas anexas del Palacio de Velarde, que abrirá sus puertas el 10 de abril y que, en palabras de Alfonso Palacio, el todavía director del museo, se mueve entre «lo mágico y lo sublime».

En la Casa Oviedo-Portal, en una muestra casi de gabinete, las naturalezas de Covadonga Valdés Moré se harán fuertes a través de obras sobre papel que conducen a la naturaleza en un proyecto que incluye un trabajo mural. Será del 22 de abril al 31 de agosto.

Habrá otra salida del museo allende sus muros con la muestra 'Grabado contemporáneo asturiano en las colecciones del Museo de Bellas Artes de Asturias', que tendrá como escenario la casa Bárcena, en Carreña de Cabrales. Será del 13 de marzo al 31 de agosto y reunirá obra de artistas como Bernardo Sanjurjo, Ricardo Mojardín, Isabel Cuadrado y Marta Fermín, entre otros.

Son estas las cuatro muestras de un cuatrimestre, que recibirá a un autor no representado en el Museo de Bellas Artes de Asturias, Francisco Ribalta, que llegará a Oviedo desde el Museo de Bellas Artes de Valencia. Serán tres meses los que se podrá ver 'Abrazo de San Francisco de Asís al Crucificado', fechada en 1620.

A la programación expositiva se unen las conferencias, en relación con las propias exposiciones, así como un ciclo de cine que conduce a ese mundo desfavorecido que pintó Solana y fotografió Siquier. 'Aprehender lo real' es el título que incluye las cintas 'Azul Siquier', de Felipe Vega; 'Europa 1951', de Roberto Rossellini; 'Los golfos', de Carlos Saura, y 'La última primavera', de Isabel Lamberti, que se desarrollará en marzo en el salón de actos del Colegio de Abogados.

El programa educativo incluye propuestas para público infantil, para escolares, para familias, para público en general y actividades y visitas que fomentan la accesibilidad y la inclusión. Hay en este 2025 que arranca una propuesta novedosa, como es la dirigida a mujeres inmigrantes, víctimas de explotación sexual y de trata. Se trabaja de la mano con Médicos del Mundo y busca convertir el museo en una suerte de refugio seguro para ellas. No se pretende que sea una visita sin más, sino que se genere esa relación de proximidad y cercanía con la cultura. Continúa, además, el programa ya habitual que se realiza en colaboración con la UTE de la cárcel de Villabona.

Es esta la última programación que presenta Alfonso Palacio antes de tomar rumbo al Museo del Prado para asumir la dirección adjunta. Y en ese adiós tuvo palabras de agradecimiento para la lealtad del equipo, la libertad de acción que le ha dado el patronato y para el trabajo de la Asociación de Amigos del Museo. El proceso para encontrarle sustituto está en marcha y en breve se aprobarán las bases de la convocatoria pública.

Dice Arantza Margolles que el desastre de Annual fue «un episodio muy interesante», a pesar de no estar «muy valorado por la historiografía». La historiadora y colaboradora de EL COMERCIO recuerda que aquellos hechos que tuvieron lugar en 1921 están escondidos entre las sombras porque fue «una derrota sin paliativos del ejército español, fue casi un suicidio militar».

Fueron muchos los muertos y los desaparecidos en aquella batalla, aunque lo que a Margolles más le llamó la atención de lo sucedido fue «la solidaridad que hubo en Asturias», ante ese panorama desolador. En ella ahonda en su ensayo 'Fuimos granos d'arena', el libro que ayer presentó en la Librería De Bolsillo, junto a la escritora Pilar Sánchez Vicente.

«Empecé a investigar ese tema, precisamente a través de EL COMERCIO. Un día haciendo la sección 'Viejo Gijón', me encontré con una oleada de solidaridad que me recordó mucho a las que se generan en el presente con la guerra de Ucrania y con la dana».

Descubrió entonces la historiadora que los asturianos «se habían movido un montón», para ayudar a «aquellos soldados desaparecidos». Y esto ocurría especialmente en el Principado porque «había muchos soldados de clases muy bajas que estaban allí y porque Adeflor, el que era entonces director de este diario, montó allí una oficina de búsqueda de personas».

Nadie era ajeno a lo que estaba sucediendo y Margolles reconoce que presentar –negro sobre blanco– todo lo que descubrió y hacerlo en la llingua de nuestra tierra le dio algo de miedo. «Escribir en asturiano un ensayo histórico no es lo más normal del mundo. Da un poco de vértigo», confiesa, al tiempo que recuerda que este libro, a pesar de ser «muy concreto, es muy interesante porque se puede aplicar al presente».

Hoy en día, hay muchos ecos de aquella historia que quizá, en el futuro, se convierta en alguna página más. «Siempre me había fijado en las manifestaciones de solidaridad y hay muchos ejemplos muy guapos para narrar en Asturias». Piensa Margolles, por ejemplo, en todos aquellos niños austriacos que «unos pocos meses antes de Annual, fueron acogidos en el Principado y que venían como ahora los saharauis a olvidar penas». Su familia abrió sus puertas a uno de ellos y tal vez ahí esté el germen de una nueva historia en la que ahondar. Al tiempo.