Siete siglos del divino e invisible misterio del arte
El Niemeyer muestra medio centenar de obras de la colección BBVA para reflexionar sobre la espiritualidad como impulso creativo
El arte ha tenido siempre ese afán de hacer visible lo invisible, de alcanzar la luz que se eleva más allá de lo terrestre. Y ... con el fin de mostrar y demostrar que en el siglo XVI como en el XXI los creadores conservan ese mismo impulso, la exposición 'Arte y espiritualidad, imaginar lo extraordinario' abre sus puertas en la Cúpula del Niemeyer con medio centenar de obras de arte de cuarenta autores que firman escultura, pintura, videoarte y fotografía, que se mueven en territorios espirituales vitales y diferentes pero siempre coincidentes y parlantes.
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Proceden todas estas obras, con permiso de algunos préstamos para la ocasión, de la colección BBVA, que se conforma por más de nueve mil obras de arte. Y transitan cuatro capítulos, el principio y el final y los jardines y los desiertos. La vida misma subiéndose en las paredes y asiendo los suelos de ese edificio que firma Niemeyer y que derrocha también su propia espiritualidad.
Alfonso de la Torre es quien comisaría esta exposición que ya pudo verse en Bilbao y Madrid y que recala en Avilés para plantear al visitante una experiencia. No se trata de mirar cada pieza sin más; se trata de observar la fotografía de Marina Abramovic en las cocinas de la Laboral mientras suena la música de la videoinstalación 'Ich habe genug' (Ya he tenido suficiente) de la artista Alexandra Ranner y se admira la corona hecha en madera de caoba de Mar Solís o la pieza en bronce de Antonio López. El mismísimo Sorolla se deja mecer con esa música, muy cerquita de una escultura de Martín Chirino, anterior inquilino único de la sala.
Son muchos los nombres ilustres del arte que se dejan ver. Desde David Teniers o Jan Van Scorel, que desde los siglos XVI y XVII permiten disfrutar de la 'Virgen con el Niño y Santa Ana' y 'El Jardín del Edén' o 'El arca de Noé', hasta Alfonso Albacete, Pablo Palazuelo, Lucio Muñoz, Antoni Tàpies, César Manrique, Miguel Barceló, Esteban Vicente, Fernando Zobel... Y, entre ellos, dos asturianos grandes de este hoy, Pablo Armesto y Hugo Fontela.
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Todos ellos establecen encuentros emocionantes, como el que se produce entre Bill Viola –posiblemente en su primera visita a Asturias– con Luis Vélez y su resurrección. Hay mucha magia en estas citas singulares que están ya ante la mirada pública cuando lo habitual es que se ubiquen en las oficinas de la entidad bancaria por mucho que algunas de ellas, como se afanó en explicar Alfonso de la Torre, podrían estar en el Museo del Prado o en el Reina Sofía.
Juntas conforman una nueva mirada que ayer fue inaugurada con presencia de Carlos Cuadros, director del Niemeyer, que tildó la propuesta de «emotiva y bella»; la directora territorial Noroeste de BBVA, Guadalupe Hernández, que destacó el acompañamiento cultural que propicia la entidad bancaria, y el comisario, Alfonso de la Torre, quien reivindicó el derecho a la belleza de las exposiciones pequeñas. Esta lo derrocha en un espacio inmenso que permite un disfrute calmado y plácido.
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