«La poesía es útil para la gente»
habla en el festival de ritos, mitos y, claro, de literatura, que «debe ayudar a vivir mejor»
Alberto Piquero
Jueves, 16 de julio 2015, 00:17
Poeta, filólogo, ex-secretario de Estado de Cultura, cargo que desempeñó después de haber sido director de la Biblioteca Nacional, académico de número de la Real Academia de la Historia, Luis Alberto de Cuenca (Lora del Río, Sevilla, 1950) ha venido a la Semana Negra para ofrecer un diálogo original junto al escultor Marco Navas, titulado Héroes de papel entre cantares de gesta y cuentos de hadas.
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¿Todavía perviven los héroes?
El mito es el discurso verdadero que explica el mundo, aunque haya perdido su carácter sagrado. Es a lo que nos referimos cuando decimos que un actor, por ejemplo, es un mito. Se trata de un modelo a seguir, si se quiere con un sentido estético popular. Pero es que yo tampoco distingo entre la Cultura con mayúsculas y la cultura con minúsculas, las dos son cultura.
A estas alturas del curso, ¿cuál de sus diversas actividades en las que ha estado embarcado es la que siente como más propia, la del poeta, la del filólogo, la del traductor y editor, la de ensayista, ...?
Sin duda, la de poeta. En el declive, lo que más me atrae es interesar a mis semejantes. Y la poesía es útil para la gente. El poeta no es más que un portavoz de la comunidad. La literatura debe ayudarnos a vivir mejor y con mayor profundidad.
La utilidad no es un concepto que acostumbre a asociarse a la poesía...
Es útil para la vida, incluso para cuestiones tan pedestres como ligar. Y añade nuevos interrogantes a las preguntas que siempre se ha hecho el hombre. Entiendo la utilidad a la manera de un placer, empezando por el placer básico de la lectura, ese temblor del que se han olvidado muchos pedagogos que deberían transmitirlo. La literatura y el resto de las artes es una fiesta entre iniciados que contribuye a que nos olvidemos de la muerte, leer es un acto mágico que nos devuelve al Edén, antes de que nos condenara la maldición divina.
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¿En su época de responsable institucional, le resultó fácil conciliar las obligaciones del cargo con la personalidad del creador?
El poeta es un ciudadano común y corriente, como el albañil o el carpintero. No aspiré a los cargos, la puerta me eligió a mí y acepté trasponer el umbral. Pero no se produjo ninguna ruptura en mi mundo interior. Ni desatendí la escritura, acaso porque la poesía sea un género más facil de atender que si fuera novelista.
¿No es un tanto sorprendente que se le haya nombrado académico de la Historia, en vez de la Real Aacademia Española de la Lengua?
Me faltaron dos votos para ser académico de la Lengua, en 2005, que quedó el sillón desierto. Si tengo otra oportunidad, volveré a intentarlo. En la Academia de la Historia, aporto la cuota filológica.
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También es profesor investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. ¿Se va restañando la brecha entre Ciencia y Humanidades en España?
Las ciencias filológicas se remontan al siglo IV antes de Cristo, en Alejandría. Y creo que sí se está dando ese acercamiento entre Ciencia y Humanidades, aunque éstas sean menos exactas. Pero es que incluso la Ciencia no humanística ya carece de las certezas absolutas del tiempo de Newton. Predomina la duda. Mi filosofía preferida es el escepticismo, no en el sentido banal que se le podría adjudicar hoy, sino yendo a la escuela clásica griega, que se configuró junto al estoicismo y el epicureísmo. Así, los Esbozos pirrónicos, de Sexto Empírico, cuyas sentencias tenía Montaigne en las paredes de su castillo de Burdeos. Podría decir con Borges, que soy conservador a fuer de escéptico.
Entre sus traducciones abarca desde Homero a Gerard de Nerval, un poeta francés suicida...
Los sonetos de Las quimeras, de Nerval, es de lo más hermoso y perfecto de la lírica francesa. De la literatura francesa, acabo de traducir con mi mujer La mandrágora, de Jean Lorraine. Y en la Biblioteca de Literatura Universal, vamos a publicar una edición completa bilingüe de Kavafis y obra del portugués Machado de Assis.
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Yendo a paisajes más festivos, por así decir, ¿fue fructífera su colaboración con la Orquesta Mondragón y Loquillo?
Ya decía que para mí sólo hay una cultura, a la que desde luego pertenece la música popular, que me ha permitido llegar a mucha gente. La poesía y la música nacieron juntas en la Antigua Grecia, la lírica procede de la lira. Y eso es lo que han seguido haciendo artistas como Leonard Cohen o Bob Dylan.
Su último libro lleva por título Los caminos de la literatura, rindiendo homenaje a los clásicos. ¿Tienen sitio los clásicos en una sociedad mucho más atenta a los reality shows?
Pueden parecer oscurecidos por fenómenos sociales del tipo de los reality shows. Sin embargo, los reality desaparecerán y los clásicos permanecerán. En los seres humanos existe un ansia de valores permanentes, eso que Mircea Eliade llamaba el tiempo sin tiempo. La lástima es que los clásicos ya no están en los planes educativos. No para hacer cultura pedante, sino porque nos hacen más felices.
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