Xuan Bello, uno de los últimos sabios de la tribu
A nuestro querido Xuan algo o alguien le arrancó la vida.Su desaparición supone para Asturias una pérdida irreparable. Y no es una frase hecha, es una verdad incuestionable
Escribe Séneca que la muerte anda por todas partes, y que Dios así lo dispone de la manera más favorable, y que no puede evitarse que un hombre le robe la vida a otro hombre, pero que ninguno puede arrancarle a otro la muerte, y que son numerosos los caminos que conducen a ella, a la muerte. A nuestro querido Xuan alguien o algo le arrancó la vida. Da igual que fuera algún dios o algún sindios, da igual que fuera una mala combustión de la sangre o un viento de los demonios, da igual que todo haya sido una azarosa combinación de físicas tristes y químicas sin compasión. Lo cierto es que Xuan Bello ya no estará a nuestro lado para enunciar juntos, una y otra vez, las preguntas de siempre jamás, para sentarse juntos a soñar con alguna respuesta inédita, para observar esa pericia sobresaliente con la que atrapaba, casi sin querer, el más ingenioso y hermoso de los versos. Ya no estará para discutir con él de esos grandes asuntos que siempre giraban en torno a la vida y a la muerte. Y escucharemos estos días de duelo que nos quedan sus obras, que nos quedan sus versos, y es verdad, pero en estos momentos de tristeza ciega se me antoja una consolación enclenque. Amaba sus ocurrencias caóticas y geniales, admiraba su desprendimiento, su informalidad. Nos conocimos en un congreso (o reunión o lo que fuera) de escritores en Colunga, hace ya varias décadas, y desde entonces hemos estado cerca, en contacto unas veces presencial y otras veces astral. No hace mucho atendí una llamada suya y se lo confesé. Le dije, Xuan, creo que nos vemos muy poco para lo mucho que nos queremos. Él dijo, tienes razón, tenemos que quedar. Pero no lo hicimos y ahora se me parte el corazón. Siempre nos quedan más provisiones que camino y, cuando ocurren estas cosas, cuando el camino se rompe para alguno de los nuestros en un abismo sin nombre, uno tiende a pensar que somos marionetas de madera conducidas por hilos ajenos. Pero no debe de ocurrir de esa manera. O tal vez sí. En todo caso, a Xuan le gustaba más pensar que todo era cosa de los dioses del azar, o del azar sin dioses, o de la madre que lo parió. Qué tristeza más grande tendrán esas personas que vivían a su lado cada día, qué pena más espantosa, qué vacío más desolador nos queda a quienes fuimos sus amigos, y qué remordimiento terrible por no haber disfrutado de más tiempo junto a él. Xuan Bello era uno de los últimos sabios de la tribu y por eso su desaparición supone para Asturias una pérdida irreparable. Y no es una frase hecha, es una verdad incuestionable. Te quiero Xuan y haré lo posible por no olvidarte enxamás de los xamases, para sentirte cerca hasta que también a mí, cualquier día de los demonios, también se me rompa el camino. No sé dónde estarás a partir de ahora, tal vez en ninguna parte, tal vez en nuestros corazones. Pero si estás en alguna parte de la que ni tú ni yo sabíamos nada, seguro que descansarás en paz y que seguirás escribiendo los increíbles versos de siempre jamás.
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