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Flores en Casa d'Anuca en el camino a la capilla de Santu Antón y Santa Marina. Al fondo, bajo las nubes, Zarréu, Grandiel.la y el Picu la Mouta. P. A. M. E.

En un lugar donde el mundo se llama Paniceiros

Los vecinos de la aldea natal de Xuan Bello viven su pérdida entre el dolor y el orgullo de haber compartido con él aquí sus veranos más felices

Sábado, 2 de agosto 2025, 22:34

Es la hora de la sobremesa en Paniceiros y el sol alto de agosto cae a plomo sobre la carreterina que viene desde el ... Alto Forcayao para terminar al lado de una pequeña capilla, rehabilitada con mimo. En su interior, Santa Marina y Santu Antón parecen disfrutar de la leve brisa que entra por los barrotes de madera de la puerta. Detrás de la ermita un bando de nubes pasa rozando el Picu la Mouta y da sombra a Zarréu y a Grandiel.la. Así, en las tardes luminosas de los veranos de su infancia los habría de divisar el escritor Xuan Bello, maravillado por la natural armonía entre sus nombres y la belleza que encarnaban en un paisaje aún lleno de gente que amontonaba la yerba segada en los praos, enveredaba a sus animales por los caminos o levantaba con sus propias manos ladrillo a ladrillo una casa nueva a lado de la 'viecha' de sus mayores. Él conoció ese mundo y lo vio desaparecer. Escribió sobre ello para que el olvido no borrase esa historia de tantas vidas desdeñadas por la otra historia, la oficial que lleva mayúscula. Sintió los últimos latidos del corazón de la Europa campesina en esta aldea del Cuartu los Val.les y dejar constancia de ello fue el impulso que lo llevó a la literatura en la lengua de los suyos. Muchas veces repitió que él realmente escribía para que lo leyesen sus vecinos de Paniceiros.

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No era ninguna boutade. En esta tarde de verano llena de luz y de serenidad, en su pueblo natal la enorme tristeza por su pérdida duele en cada una de las casas de Paniceiros. La desolación con la que sus vecinos intentan asimilarlo es tan grande que algunos de los que aún viven aquí de forma continua, declinan amablemente aparecer identificados en este reportaje: «Si fuera en otras circunstancias, todo lo que fuera por Xuan estaríamos encantados, como lo estuvimos siempre». Otros, como José Álvarez Rodríguez y Pepe'l Sueiru, nos abren la casa hasta la cocina y también su corazón. Residente en Gijón, donde trabajó, hasta su jubilación, como administrativo en un instituto de La Calzada, tras la muerte de sus padres viene a Paniceiros para atender la huerta «y para que la casa siga abierta». Hombre leído y sensible, cita a Borges y sonríe evocando y confirmando la veracidad de la historia que escribió su amigo Xuan en la que él aparece de niño «poniendo escuela a los otros nenos porque yo era un poco mayor». En una de sus clases se le ocurrió pedirles a los pupilos que dibujaran el universo: «Y yo creo que fue Xuan, quien lo que hizo fue pintar el pueblo con cada casa: Xuan Fernán, Cá la Guapa, Casa Argenta, El Sueiru que yía la nuesa, Casa Manulón, la suya. El universo era Paniceiros». Pepe nos muestra emocionado un regalo de Xuan, el hermoso poema que le escribió al jubilarse y en el que le dice «amigu miou, fiximos bien, había que marchar/ya deprender, ensin esqueicer, l'arume del olvidu» y concluye deseándole: «Vei más alló/como siempre fuste:/los de Paniceiros, como las andolinas, siempre volvemos».

Arriba, José Manuel Fernández e Isabel d'Anuca, con su hija María y el marido de esta, Juan Lorences, en la casa familiar; a la izquierda, la casa 'viecha' de Manulón, donde nació y se crió en los veranos Xuan Bello. A la derecha, una vecina muestra los ejemplares que conserva del escritor. P. A. M. E.

No son los únicos versos de Xuan Bello que vamos a escuchar conversando con los vecinos de su lugar natal. A pocos metros de El Sueiru, nos encontramos con Cristina Fernández, de Casa Argenta. A sus 31 años es la habitante más joven del pueblo. El pasado viernes, durante el funeral del escritor en la iglesia de San Frichoso, salió a leer su poema más conocido. Lo sabe de memoria: «No leo mucho pero estos versos me gustan, habla de lugares que todos conocemos y es muy guapo. Yo lo veía cuando venía aquí, pero la que más lo trató fue mi bulita Maruja. Lo quería mucho, como todos los vecinos». Con la misma naturalidad responde cuando se le plantea por el día a día aquí de una chica joven: «Nunca pensé marchar. Estoy contenta y muy a gusto».

El artículo que cada semana escribía Xuan Bello, este domingo se ha quedado sin palabras.

También se siente a gusto en Paniceiros María, enfermera y madre de dos niños. Vive en Oviedo y viene con frecuencia a visitar a sus padres, Isabel Suárez, para todos Isabel d'Anuca, y el cangués José Manuel Fernández. «Este es otro mundo. Desconectas de todos los problemas», expresa. La pérdida de Xuan Bello se vive en Casa d'Anuca con una tristeza especial por el fuerte vínculo que los unía. «La última vez que vino fue al entierro de mi madre Aurora, en abril. Y la última vez que hablé con él fue por su cumpleaños. Lo llamé y cuando lo felicitaba le dije: 'Ya vamos pa viechos'. Recuerdo como si lo oyera, lo que me contestó: 'Inda somos mui nenos'. Eso mismo me dijo». Isabel nos enseña, orgullosa los libros dedicados por el escritor a su familia, desde 'El Cuartu mariellu' a 'Historia Universal de Paniceiros', para su madre: 'A Aurora d'Anuca y a tolos que son ya fonon d'esta casa en pagu, si pudiera ser (que nunca s'acaba de pagar) por tantas tardes nesta casa'. Isabel señala la firma y el paréntesis que la rubrica: 'Xuan Bello (ou sea, Juanjo Manulón)'. Y es que en Paniceiros «Xuan, fue siempre Juanjo o Juanjín Manulón. Era una persona extraordinaria, maravillosa, de las que no hay».

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En Casa d'Anuca nos hablan de Polo y su acordeón, de cuando se sembraba trigo en Paniceiros: «¡Lo que disfrutaba Juanjo en las mayadas!» o de cuando llegó a haber más de quinientas vacas: «Ahora solo dos vecinos siguen con ello». Y nos desvelan que encima de la capilla, si subes un poco, en días muy despejados se ve el mar de Caneiro. «Él no inventaba, acordábase a su manera de las cosas que eran guapas».

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