Dos extremos del género chico

El 'género chico' es el nombre inicial de unas piezas teatrales en un acto de poca duración. Este 'teatro por horas' de ambiente castizo se representaba desde finales del siglo XIX, primero en cafés para pasar luego a teatros madrileños como El Apolo, considerada 'La catedral' del género chico. El festival de zarzuela de Oviedo comienza hoy con dos obras que son como el haz y el envés del género chico. Por una parte, 'La Gran Vía', denominada por Federico Chueca y Joaquín Valverde y el libretista Felipe Pérez González como 'Revista madrileña cómico-lírica, fantástica callejera en un acto y cinco cuadros', una de las joyas del género chico, estrenada en 1886. Por otra parte, lo que Sorozábal denominó 'Ópera chica en un acto' un continuo y melancólico musical estrenado en 1933.

Esta nueva producción del Teatro Campoamor contará con Víctor Pablo Pérez al frente de Oviedo Filarmonía y la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo, con una dirección escénica de Ignacio García. Serán sus cantantes principales Borja Quiza (Caballero de Gracia y, en 'Adios a la Bohemia', Ramón), Vanessa Goicoetxea (La Menegilda y Trini), David Lagares (Rata y vagabundo) Carlos Mesa (Paseante en Corte), y Milagros Martín, entre otros.

Siendo una obra extremadamente local, 'La Gran Vía' es una de las zarzuelas más universales. En 1888, solo dos años después de su estreno en Madrid, Federico Nietzsche ya al final de su vida lúcida, la vio dos veces representada en Génova. En una carta a Peter Gast, el filósofo, a vueltas de Wagner la califica de «genial e imposible de calificar». «Ensancha la opereta». Nietzsche se refiere especialmente al trío de los ratas, del que dice que «tiene los instintos de un sagrado bergante y, para colmo solemnidad» y «cuya acción no podía ser imaginada más que por un redomado bribón».

El redomado bribón es Chueca, al que Valverde le prestó sus conocimientos para la orquestación. El argumento no puede ser más sencillo y municipal. Las calles y plazas de Madrid, personificadas como cantantes, se reúnen para protestar por el anuncio de la creación de una 'Gran Vía' que atraviesa el viejo casco urbano. Durante los cinco cuadros, las calles, conducidas por el Paseante en Corte y el Caballero de Gracia pasean y conversan, dando pie a un ingenioso juego de escenas costumbristas en donde se va presentando lo más castizo de la villa y corte. Desde la Menegilda, la pobre chica que tiene que servir, a la Virtudes 'Pobres amas'. Desde los Ratas, el trío de carteristas que cantan su famosa jota, a los marineritos que vienen a ver los monumentos de la capital. Desde los policías que son 'la salvaguarda de la sociedad' al famoso salón del Eliseo, 'un baile de criadas y de horteras'.

Todo ello vivificado por doce números de una música chispeante, alegre y castiza Nos encontramos valses que combinan cierto perfume aristocrático, con un tono popular, por ejemplo, en el Caballero de Gracia. Con la famosa habanera de la Menegilda, y su contrapunto, en Doña Virtudes. La famosa jota de los Ratas, que encandiló la mente brumosa del filósofo alemán. El coro infantil de los yernos, en la que se ironiza con la yernocracia en política. La mazurka de 'Los marineritos', el famoso schottisch del 'Eliseo', el baile castizo por antonomasia y algún pasodoble como el de 'Los sargentos'. Todo ello constituye una mirada feliz y vital a ese mundo madrileño tan característico de una época y lugar concreto, trascendidos y universalizados por el genio de Chueca.

'Adios a la bohemia', ópera chica en un acto, estrenada en 1933 en el teatro Calderón de Madrid es una obra muy difícil de catalogar. Chica en cuanto a la duración. Lírica en cuanto a la expresión desconsolada de los sentimientos. Verista en cuanto al realismo naturalista, a lo Zola. Estamos ante una ópera de cámara de indudable fuerza y que, las circunstancias políticas españolas en la década de los treinta explican que aún hoy en día sea una rareza, recuperada recientemente en el 2023 con motivo del ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Sorozábal. El libreto es de Pío Baroja, inspirado a su vez en un cuento de su juventud 'Caídos' y que el autor de 'Memorias de un hombre de acción' amplió para una breve obra teatral, origen del libreto de la ópera.

La acción transcurre en un café madrileño algo similar a lo que era el Suizo en Oviedo hace cincuenta años. Refugio de bohemios, prostitutas, artistas y gente de vida errática. Un vagabundo, poeta fracasado, clama contra el realismo, enemigo de los sueños. En una mesa del café, Ramón, un pintor fracasado, espera a Trini, amante y modelo de otros tiempos. En el café, un grupo de parroquianos discuten sobre pintores, mientras que otro personaje lee una página de sucesos. Llega Trini y entablan un arioso, sobre la base de una habanera, evocando los tiempos pasados. El diálogo es como la columna vertebral sobre la que se hilvanan romanzas 'Recuerdas aquella tarde', 'El poeta pobre' interrumpida por el coro de las prostitutas, 'Noche triste y enlutada'. Se presenta el chulo para recoger a Trini. Cuando ella se va, Ramón ve que también se mueren sus ilusiones de artista y su juventud. El vagabundo pone la coda 'Realismo, cosa amarga y triste. Vale más vivir en sueños', con lo que se cierra, en tono de amargura, la obra.

Sorozábal intentó actualizar con esta obra la zarzuela, apartándose de los tópicos del sainete, pero conservando, bajo un aspecto realista, prosaico, ciertas estructuras líricas cercanas a la tonadilla escénica dieciochesca. Unidad de lugar –un café–, de tiempo, aspectos declamatorios en un recitativo continuos, breves diálogos, y, en el corazón de una obra que carece de movimientos separados, una música que bebe de dúos, arias y ritmos de zarzuela, que plasman la esencia nostálgica que imprime este adiós a la bohemia y a la juventud.