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El Trío Berenson ofreció anoche un aplaudido concierto en el Teatro Jovellanos. JESÚS MANUEL PARDO

Maestría dialogante del Trío Berenson

La talentosa formación asturiana ofreció de mano de la Sociedad Filarmónica de Gijón un atractivo recital en el Teatro Jovellanos

RAMÓN AVELLO

GIJÓN.

Jueves, 31 de octubre 2024, 01:00

Aunque son envidiablemente jóvenes, la pianista Marta Moldenhauer Zamora, el violinista Daniel Jaime Pérez y el violonchelista Guillermo López Cañal llevan varios años tocando juntos. ... En el 2012, en la clase de cámara de Adolfo Cueto, del Conservatorio Eduardo Martínez Torner, en Oviedo, estos músicos asturianos decidieron formar, más allá de las exigencias académicas, el Trío Berenson, nombre de resonancias pictóricas. Ayer, en el Teatro Jovellanos, este trío interpretó para la Sociedad Filarmónica de Gijón un recital atractivo, que alcanzó su punto culminante en el ‘Trío N.º 2’, op. 100, de Schubert. El concierto estuvo dedicado a la memoria de los que han perdido la vida en las trágicas inundaciones de Valencia, Castilla La Mancha y Andalucía, con el deseo de que la música les «lleve un poco de esperanza».

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‘El Trío N.º 39’, de Haydn, es uno de los más pintorescos del compositor austriaco. Por una parte, el primer movimiento es un tema con variaciones, en vez de la forma sonata tradicional, pero lo que le hace más singular, es el último tiempo, el ‘Rondó a la Húngara’, que confiere a la partitura un aire zíngaro. En la composición de la obra, al igual que en otros tríos de Haydn, el violonchelo es una especie de convidado de piedra, al estar relegado frente al predominio del violín y el piano. Fue una versión típicamente haydiana, comedida en la forma, colorista en el último movimiento y siempre bajo la dirección de violín y piano.

Frente a otras obras de cámara de Schumann las ‘Piezas e Fantasía’, Op.88 son, como en algunas obras de piano, visiones poéticas y de inspiración fugitiva y libre de ataduras formales. Especialmente dialogante y romántico estuvo el tercer movimiento, ‘Dúo’, una conversación intensa entre el violín y el violonchelo sobre los arpegios del piano. Un énfasis romántico recorrió la versión.

El ‘Trío N.º 2’, op. 100, de Schubert, compañero temporal del ciclo de canciones ‘El viaje de invierno’, contiene la quintaesencia de la música de Schubert. Variabilidad emocional, simbolismos del camino y la muerte, y un aliento melódico de delicado lirismo. Paradójicamente, siendo una obra larga es fuertemente compacta. Breves temas melódicos parecen tejer los cuatro movimientos, sugiriendo la idea de una variada unidad. Interpretación compacta con libertad en la manera de llevar los tiempos, muy fluidos, unas sutilezas en la dinámica muy contrastadas y, sobre todo, muy característica por la expresividad compartida entre los tres instrumentistas. Especialmente afortunada fue la versión del segundo movimiento ‘Andante con moto’. La melodía principal que se modula a lo largo de toda la obra reaparece con fuerza en el cuarto movimiento, dando esa sensación de circularidad por la que lo que hemos oído parece que siempre vuelve.

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Los tres intérpretes, soberbios, equilibrados y mostrando ese saber escuchar y saber dialogar. Tras los aplausos, interpretaron una pieza de Chaicovski.

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