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Philippe Herreweghe, anoche, al frente de la Orquesta de los Campos Elíseos. MARIO ROJAS

Mano a mano entre la 'Júpiter' y la 'Heroica'

Philippe Herreweghe y la Orquesta de los Campos Elíseos llevan al Auditorio Príncipe sus prodigiosas versiones de Mozart y Beethoven

RAMÓN AVELLO

OVIEDO.

Miércoles, 31 de mayo 2023, 00:43

Hace treinta años, las versiones historicistas se asociaban a la música renacentista y barroca. Por eso, cuando se creó en 1991 la Orquesta de ... los Campos Elíseos para interpretar con lo que entonces se llamaba «criterios de época» la música de Haydn, Mozart y Beethoven hasta Mahler, no dejaba de ser una apuesta insólita. Y, sin embargo, al igual que sucedió en el Barroco, la historicidad -sobre todo, cuando se aplicaba con criterios flexibles, sensibilidad y conocimiento- se acabó imponiendo.

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Las orquestas para interpretar la música del XVIII y primera parte del XIX fueron adelgazándose en sus efectivos, despojándose de un exceso de tradición romántica. Ayer, en el Auditorio Príncipe Felipe, la Orquesta de los Campos Elíseos, con su titular al frente, Philippe Herreweghe, interpretó dos obras grandiosas, muy conocidas, en las que el rigor histórico estaba al servicio de la emoción y vitalidad.

La orquesta es la típica de finales del siglo XVIII. Colocación vienesa con los contrabajos al fondo, trompas naturales, que son muy difíciles de afinar, vientos doblados y una cuerda compacta, tersa, con lo que se consigue una sonoridad global muy empastada.

Philippe Herreweghe es un músico peculiar. Nacido en Gante, estudió Medicina, se especializó en Psiquiatría al mismo tiempo que cantaba en coros, tocaba el órgano y fundaba en 1969 un pequeño conjunto coral: el Collegium Vocale de Gante. Su ideal era, quizá por primera vez en Europa, interpretar la música vocal del Renacimiento a la luz de los documentos que la musicología investigaba. Ya en París, con el Ensemble Musicale y la Orchestre de la Chapelle Royal, lleva estos criterios a la música sinfónica coral barroca, especialmente Bach y clásica.

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Como director, Herreweghe es muy sobrio, con los brazos pegados al cuerpo y siguiendo fielmente la partitura. Sin embargo, su fantasía musical se manifiesta por intensidades muy contrastantes y una sonoridad de bloques siempre precisa.

El concierto de ayer comenzó con la 'Sinfonía N.º 41, K. 551', apodada por su monumentalidad 'Júpiter'.

La versión fue olímpica, especialmente, con un cuarto movimiento riquísimo en la claridad de los contrapuntos. Una versión llena de luz y de vitalidad que fue muy aplaudida.

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En la segunda parte, Herreweghe llevó una sublime versión de la 'Tercera Sinfonía', apodada en este caso por el propio Beethoven 'Heroica'. Es conocido el relato de Ferdinand Ries por el que el compositor pensaba dedicar esta sinfonía a Napoleón Bonaparte, entonces primer cónsul. Ries le lleva la noticia de la coronación de Bonaparte, por lo que Beethoven, enfurecido, tachó la dedicatoria y escribió encima 'Sinfonía heroica'.

Aquí lo más interesante fueron los cambios de intensidad, los fraseos que parecían nuevos, la profundidad de la marcha fúnebre y una expresividad exuberante, animosa, especialmente, en el último movimiento.

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Lo que hace con este Beethoven es similar a lo que hacen los restauradores que limpian una bóveda para recuperar sus colores originales. Por eso este Beethoven parecía nuevo, aunque estemos cansados de oírlo.

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