Pergolesi y el arte de conmover
Magistrales interpretaciones del Concert d'Astrée dirigido por Emmanuel Haïm con Emöke Baráth y Carlo Vistoli como solistas
Como dijo el poeta, en la música, hasta el dolor consuela, porque es bello. Y para belleza triste, apasionada y sublime, la que el martes ... nos trajo al Auditorio Príncipe Felipe el Concert d'Astrée, el conjunto creado y dirigido desde hace un cuarto de siglo por Enmanuel Haïm. El programa, de una gran fuerza emocional, estaba elaborado sobre dos pilares. Uno, geográfico y estilístico: la escuela napolitana del setecientos, caracterizada por el cromatismo melódico, y la expresiva sencillez vocal, con compositores como los Scarlatti y Pergolesi. El otro pilar, con un acusado trasfondo religioso, era la exaltación y gloria de la Virgen María, a través de los himnos sobre el 'Salve Regina', de Domenico Scarlatti y Leonardo Leo, y el 'Stabat mater' de Pergolesi, compuesto sobre la secuencia medieval que narra el dolor de la Virgen al contemplar a su hijo en la cruz.
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En la mitología griega Astrea, la estrella de la constelación Virgo, fue la doncella y diosa de la justicia, la verdad, la armonía y la paz. Ideales compartidos por la clavecinista y directora Emmanuel Haïm, que inspiraron el nombre del Concert d'Astrée. Verdad en la interpretación histórica, con instrumentos y afinación de época, pero también verdad en el espíritu de algo connatural al barroco: el pathos, es decir la pasión, el sentimiento y la emoción. Emmanuel Haïm dirige desde el órgano positivo a un grupo de quince instrumentistas: ocho violines enfrentados a derecha e izquierda, lo que da un sentido de espacialidad, tres violas, dos violonchelos, un contrabajo y una tiorba. Con ello, consigue los más variados efectos, con una sonoridad compacta y también viva y colorista.
La 'Salve Regina' en Nápoles más que un himno era un oratorio en cinco secciones. La primera 'Salve', de Doménico Scarlatti, en Fa mayor, estuvo interpretada por el contratenor Carlo Violti. Versión sobria, expresiva en algunas palabras que parece que, en vez de ligar las frases, las golpea. Violti es un contratenor con agudos densos, y una tesitura central carnosa. La otra 'Salve', de Leonardo Leo, con numerosos pasajes de coloratura, estuvo interpretada genialmente por la soprano húngara Emöke Baráth. Amplios fraseos, riqueza de matices, con delicados 'sotto voce', y un color íntimo, acariciante, fueron sus poderes.
La obra culminante del concierto fue el 'Stabat mater', de Pergolesi, cantado por la Emoke Baráth y Carlo Vistoli. Según la leyenda, Pergolesi, fallecido a los veintiséis años, compone la obra en el lecho de muerte. No fue exactamente así, pero en los ritmos sincopados se intuye una respiración jadeante, forzada de un tuberculoso. La versión de Emmanuel Haïm fue un prodigio de variedad emocional, y de compenetración y equilibrio entre las voces. Excelente el lirismo Emöke Barath, que supo moldear con lirismo y emoción, una de las grandes obras de la historia de la música. Tras los aplausos, muy prolongados, Emmanuel Haïm cambió Nápoles por Roma y Londres, en dos generosas propinas. La primera, fue el dúo de María Magdalena y María Cleofás, del oratorio 'La resurrección', de Haendel. La segunda, el dúo de Esther y Asuero, del oratorio Esther. Un buen final para un recital excepcional.
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