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La escena se tranforma en una prolongación del mismo teatro, en el que los personajes están preparando una representación.

Personajes salvados por una música maravillosa

Las voces, la orquesta y el coro brillan sobre una puesta en escena de 'La flauta mágica' de Mozart que divide al Teatro Campoamor

RAMÓN AVELLO

OVIEDO.

Sábado, 9 de octubre 2021, 02:33

La última ópera de Mozart es un 'singspiel', lo que llamaríamos aquí una zarzuela en la que intercalan partes habladas con la música. El texto ... hablado puede ser prescindible, sobre todo fuera de los países que hablan alemán, y cambiado para introducir, como fondo, una trama diferente. Deducimos que esa era la idea del escenógrafo Albert Estany. Para ello prescinde en la escena -en la música sería imposible sin alterar gravemente la obra- de las connotaciones masónicas, para adentrarnos en otra historia. Es curioso que en las representaciones anteriores de las temporadas ovetenses -'La flauta mágica' se escenificó en el Campoamor en 1991 y en 2011- se omitió en buena parte ese carácter simbólico y, como demostró hace años el musicólogo y compositor Jacques Challey, francmasón, en aras de otra fábula, de otra historia.

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En la nueva producción de la Ópera de Oviedo que se estrenó ayer en el Campoamor, Albert Estany intenta desarrollar ese juego de roles por el que los personajes se representan a sí mismos, actúan y cantan en la obra. Al igual que vimos hace años en 'El dúo de la Africana', 'Payasos' y 'Una tragedia florentina', la acción se desarrolla en un teatro, presumiblemente el Campoamor, lo que da verosimilitud a esa idea pirandelliana del teatro dentro del teatro. Sin embargo, esa intención fue fallida. Las ideas resultaron pretenciosas, la escena gris e ininteligible para el público. No tenía mucho sentido ni tampoco belleza alguna, por lo que, al final, la escena se llevó más pateos que aplausos. Comentado lo malo, pasemos a lo mejor.

Lucas Macías es un lujo para Oviedo Filarmonía y por extensión, para la música sinfónica en Oviedo y Asturias. Macías es pulcro y puntilloso, conciso en el gesto, preciso en la dirección y claro en las ideas. Su versión de ayer de 'La flauta mágica' recordaba a las versiones historicistas de Nicolás Harnoncourt. Volúmenes muy controlados, un empaste excepcional en los vientos madera y una manera delicada de arropar el canto en todo momento. El Coro de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo) estuvo francamente bien. Indudablemente, Pablo Moras, el nuevo director, está haciendo una gran labor. Fue muy aplaudido, especialmente en el famoso himno 'Isis y Osiris', cantado con una gran sutileza en las voces graves. También sobresalieron los tríos de las damas y de los pajes, muy bien afinados e interpretados con seguridad.

Lucas Macías es un lujo para Oviedo Filarmonía y Pablo Moras, el nuevo director del coro, está haciendo una gran labor

Entre los personajes principales, Tamino posee en esta representación un papel dramático esencial. El tenor Airam Hernández aborda este rol con presencia escénica y delicadeza musical. Fue muy aplaudido ya en su 'Aria del espejo', interpretada con un canto ligado de gran expresividad. Serena Sanz, por su parte, es una buena soprano de coloratura que interpreta con solvencia el papel del oscuro personaje de la Reina de la Noche. En las dos arias de coloratura entona con precisión las notas sobreagudas y siempre demostró una gran solvencia, además de frescura vocal.

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La soprano argentina Jaquelina Livieri recreó una Pamina lírica y dulce. Fue la voz más aplaudida de la noche. Canta con naturalidad, tiene un timbre muy anaranjado, pulido y una variada expresividad, por la que transmite dulzura, desolación -en su aria del segundo acto- y alegría.

Manel Esteve, otro de los triunfadores de ayer, ya había representado el papel de Papageno en 2011 en la función de Ópera Joven. El barítono barcelonés tiene bien interiorizado su papel. Se mueve con gracia, actúa con cierta ingenuidad y canta sin forzar y con naturalidad. El breve papel de Sofía Esparza, como Papagena, la costilla de Papageno, resultó muy correcto. El bajo Reinhard Hagen interpretó un Sarastro de gran empaque escénico. Su voz es abaritonada, más que de bajo, lo que hace que en el registro grave esté un poco forzado. Pese a ello, desempeñó su papel con rotundidad y elegancia. Por su parte, Antonio Lozano interpreta con comicidad y ligereza de tenor bufo al personaje de Monostatos. Vocalmente no siempre estuvo claro, se comía algunas notas, pero lo suplió con una frescura y gracia escénica dignas de mencionar.

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Al final, esta es una 'Flauta mágica' en la que, a veces, parece que la música tiene que vencer a la escena. Y no porque Albert Estany haya tenido una mala idea -en principio podría ser buena-, la de jugar al estilo pirandelliano con personajes que representan un papel, en este caso tramoyistas, actores y cantantes que preparan una representación. La idea podría ser pasable, la realización, no. Sin embargo, propició algo bueno: la mayor parte de las intervenciones de los cantantes se hacían en el proscenio, lo que facilitaba su labor. Al final nos quedamos con una 'Flauta mágica' en algunos aspectos prescindible, pero salvada por una interpretación musical muy correcta y, en algunos aspectos, maravillosa: sobre todo la orquesta, el coro y las voces.

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