Un pianista eterno y arrebatador
Joaquín Achúcarro conmemora en el Auditorio con un aclamado concierto su extensa y estrecha relación con Oviedo
RAMÓN AVELLO
OVIEDO.
Jueves, 14 de diciembre 2023, 01:11
Achúcarro es para Oviedo el pianista pródigo que, como ese asteroide que lleva su nombre, siempre vuelve. Medalla de Oro de la Sociedad Filarmónica por ... su reiterada presencia desde 1956 en los ciclos filarmónicos, el pianista bilbaíno conserva a sus noventa y un años esa claridad y sensibilidad interpretativa que hace que sus conciertos sean recreaciones emocionales siempre únicas y originales. Ayer, con Joaquín Achúcarro el Auditorio vivió toda una celebración de la amistad y del cariño, con un programa que desafiaba no sólo a la edad, sino a los dedos y la memoria por su complejidad y sutileza.
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Para este concierto, Joaquín eligió un programa exigente, difícil y que muestra todas las facetas de un intérprete genial. El acto de ayer fue una celebración por la larga amistad entre la ciudad y el pianista y también un concierto arrebatador, en el que su edad fue solo una anécdota, el milagro fue y es su manera variada, riquísima, de interpretar. Dinámicas que se crecen, articulaciones de sonidos perlados que suenan como cristal, fraseos redondos y sobre todo una manera enriquecedora y comunicativa.
El pianista estuvo muy cercano, presentó con mucha simpatía algunas obras. Contó, por ejemplo, la anécdota del estreno en Madrid de los 'Valses nobles y sentimentales' de Ravel por Rubinstein. La obra no gustó por avanzada y el pianista polaco la volvió a tocar entera de nuevo diciendo: «Como parece que no la han entendido, voy a repetirla».
La música de Brahms, compañera de toda una larga vida, es como una piel musical de Achúcarro. Brahms de transparencias sonoras y emociones contenidas. Las 'Variaciones en fa sostenido menor para piano sobre un tema de Schumann' y, especialmente, los dos 'Intermezzi' de la Op. 118 reflejaron esa contención apasionada, con la que Achúcarro expresa esa variedad emocional característica de sus versiones románticas. Un Brahms canónico y referencia actual de este compositor.
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Se cerró esta primera parte con dos obras de Liszt, el 'Vals olvidado N.º 1', interpretado con una ligereza encantadora, y el popularísimo 'Sueño de amor', muy bien cantado y sin concesiones al sentimentalismo o la cursilería.
Los 'Valses nobles y sentimentales' de Ravel, son una obra difícil, entre otras cosas porque hay una idea de unidad de conjunto dentro de una enorme diversidad. De hecho, el 'Epílogo' de esta obra es un compendio apresurado de los ocho valses. En todos, Achúcarro siempre mantuvo el interés, la transparencia, las acentuaciones rítmicas que a veces modifican el tiempo del vals y una sonoridad generalmente afilada, muy raveliana.
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Hay un enorme contraste entre el 'Claro de luna', una composición simbolista, y el preludio 'Fuegos artificiales', de Debussy. En esta última obra, complejísima, hubo fuegos, cañonazos de traca y una finísima cita de 'La Marsellesa'.
El concierto continuó con Rachmaninov y Scriabin, dos músicos muy transitados y siempre tocados por Achúcarro. Especialmente el Estudio 'Patético' de Scriabin fue un canto trágico y épico en el que casi se llega a probar la fortaleza de las cuerdas del piano. Al terminar esta pieza y con el público apladiendo en pie, tocó para frenar los ánimos el 'Nocturno N.2 en mi bemol mayor' de Chopin. Y, posteriormente, el concejal ovetense de Cultura, David Álvarez, junto al presidente de la Sociedad Filarmónica, Santiago González del Valle, y su vicepresidente, Manolo Álvarez-Buylla, le entregaron enmarcado un cuadro de su primer concierto en Oviedo, el 12 de abril de 1956. Achúcarro, emocionado, recordó su buenísima sintonía con la ciudad y se despidió con el 'Nocturno para la mano izquierda' de Scriabin. Cuando dejó el escenario, el público seguía en pie aplaudiendo.
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