La primavera barroca se tornó en invierno renacentista
Armonía Concertada ofreció un concierto en el Auditorio Príncipe Felipe, con cambios de última hora por la indisposición de Jonatan Alvarado
Con algunos cambios en el programa debido a una afección de garganta del tenor Jonatan Alvarado, comenzó ayer la primavera barroca de Oviedo. Todo el ... recital giró sobre la práctica del arte de la «intabulación», que consiste en pasar a cifra o tablatura, música vocal polifónica para que se pueda interpretar con todas sus melodías, en el laúd o la vihuela. Cuando Luis de Narváez tocaba en la vihuela para Carlos V la canción polifónica vocal de Josquin Desprez «Millet regretz», estaba transcribiendo «intabulando» o llevando a la vihuela las voces y el perfume de una letra que consolaba en Yuste al cansado Emperador. Pues bien, el recital de «Armonía Concertada» recupera en el arte del vihuelista Ariel Abramovich redondeado por la elegante voz –¡qué bien recita el canto! – de Maria Cristina Kiehr.
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El tenor Jonatan Alvarado, al estar indispuesto, solo participó con un esfuerzo digno de agradecimiento en las últimas obras del programa.
La primera parte del nuevo programa se basó en «imaginario de un libro de vihuela», selección de un CD de armonía concertante. Especialmente ha sido muy atractivo las transcripciones de las obras de Juan Vázquez, compositor extremeño del siglo XVI, especialmente el «Madrigal de los álamos vengo», un tema recuperado en el siglo XX por el maestro Joaquín Rodrigo.
La voz de Maria Cristina Kiehr tiende al intimismo. Es recogida, con una prosodia muy buena y unas cadencias delicadamente sugerentes. La vihuela de Ariel Abramovich va creando una atmósfera punteada muy polifónica que acaba envolviendo la voz principal.
Esta primera parte resultó muy atractiva, por el contraste más animado y más rítmico de la canción de Adrian Willaert «Se pur ti guardo», que fue repetido al final del concierto.
«Dueño y señor de las notas»
La segunda parte fue más breve y giró en torno a Josquin Desprez, compositor francoflamenco de mayor influencia en la música del alto Renacimiento, al que Lutero definió como «dueño y señor de las notas».
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De Josquin se interpretó la «Canción del emperador» que, como hemos dicho anteriormente, es una «intabulación de Narváez sobre el «Millet regretz» y las «Ninfas acuáticas», y con más expresividad su fantástica «La deploración» en la muerte de Ockeghem, maestro de Josquin, en la que intervino Alvarado, con un «cantus firmus» en la que repetía «Requiem a eterna».
Un concierto, en definitiva, muy delicado y sedante. Hay que reconocer que aunque no es una música fácil de escuchar, porque se puede caer en cierta monotonía, la cita consiguió llenar la sala de cámara del Auditorio, con un público muy variopinto.
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Pese al inevitable cambio de la programación ante la indisposición del tenor, el conjunto argentino superó este inconveniente inesperado y consiguió comunicar esa idea de recrear a la manera de los antiguos vihuelistas la riqueza polifónica del Renacimiento.
Así pues, la primavera barroca empezó con fuerza y delicadeza un programa típico de invierno renacentista.
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