Potencia wagneriana sobre fondo negro
Carlos Wagner firma el concepto visual de 'El ocaso de los dioses', que abrirá el ciclo de ópera
AZAHARA VILLACORTA
OVIEDO.
Domingo, 8 de septiembre 2019, 01:48
«Un reto es una patada en el culo para sacar de él una nueva idea. Si te dejas aplastar por el reto, entonces no podrías hacer este trabajo». Palabra de Carlos Wagner, quien, desde muy joven, quiso ser artista. Para ser exactos, bailarín. Pero algo se torció: «Tenía el físico. Lo que ocurrió fue que empecé demasiado tarde».
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De origen alemán, nació y se crió en Caracas y a los 17 años acabó el bachillerato en Suiza para después estudiar en la Guildhall School of Music and Drama de Londres, una de las escuelas de arte dramático más prestigiosas de Europa. «Empecé a trabajar como actor, pero me fui metiendo poco a poco en la dirección escénica y me di cuenta de que me gustaba mucho más que el trabajo actoral. La ópera me buscó». Y aquí lo tienen, a punto de enfrentarse a uno de los retos más exigentes de su carrera, la ópera total: poner en escena el concepto visual que dará vida a 'El ocaso de los dioses', que el martes (19 horas) abrirá la temporada operística número 72 de Oviedo y con el que se cierra la tetralogía wagneriana. Todo, en un tiempo récord: «Hemos tenido veintiún días para montar cuatro horas y pico de ópera, cinco con los descansos. ¡Una locura! Así que hemos trabajado mucho las escenas previamente para llegar ya listos a los ensayos, muy concentrados. No hay tiempo que perder y no te puedes equivocar. Pero el equipo es muy bueno, tanto en la escena como detrás, y el ambiente en esta casa es impresionante. Por eso vuelvo siempre».
Y es que Carlos Wagner -que también ha liderado la puesta en escena de grandes obras en templos de la lírica como el Liceu, la Royal Opera House de Londres o las Óperas Nacionales de Lorena, Nantes, Burdeos y Montpellier- ya se enfrentó hace dos años a 'Siegfried', la segunda jornada de la tetralogía, que levantó el telón del septuagésimo ciclo operístico de Oviedo, coincidiendo con el 125 aniversario del Campoamor.
En aquella ocasión, la orquesta wagneriana alcanzó su máxima potencia con la OSPA y la Ofil sobre el escenario (y no en el foso). Más de un centenar de músicos apenas velados por un telón transparente. Una afortunada conjunción que volverá a repetirse este martes. Pero, con ella, llegará también uno de los grandes problemas escénicos a los que se enfrenta: la falta de espacio.
«Al fondo, tendremos una pantalla casi invisible donde se irán proyectando imágenes y, justo delante, se sitúan las orquestas y el director. Después, irá la pantalla transparente, sobre la que también habrá proyecciones complementarias, y delante de ella, los trece cantantes».
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Como hizo en aquel título, Wagner -quien también es conocido en Oviedo por su versión de 'El Duque de Alba', de Donizetti- elegirá sobriedad, siguiendo la máxima de «menos es más». Y, para eso, utilizará un espacio neutro, vacío, sin apenas utilería, que le servirá para recrear una dramatización centrada en dos puntos: la proyección de esas imágenes por medio del vídeo mapping, que creará efectos tridimensionales y hologramas hasta llegar a envolver a músicos y público, y los movimientos y gestos de los cantantes, medidos al milímetro.
«Las proyecciones son también muy fuertes», avanza quien diseñó las imágenes para que el director de arte, Fausto Morales, se encargase de hacerlas realidad. Arte y tecnología de la mano porque «la partitura es tan potente que no necesita más».
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En cuanto al trabajo con los cantantes -con la sustitución a última hora de la soprano portuguesa Elisabete Matos por la suiza Stéphanie Müther-, Carlos Wagner explica que «para ellos también es un reto, porque tienen al director detrás y se deben fiar de los monitores. Además, normalmente el sonido viene de abajo y ahora vendrá de atrás».
«Es un trabajo arduo porque no hay escenografía, no hay atrezo, no hay nada. Entonces, ¿qué haces después de una hora, cuando te quedan tres más?», se pregunta. Y él mismo se responde: «Tienes que jugar con niveles, con mucho o poco movimiento, libre o coreografiado, para ir variando lo que el público ve. Porque, si no, la gente pierde el interés».
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Y, al mismo tiempo, «crear imágenes desde cero, con gestos simbólicos, porque el texto hace referencia a copas de vino, espadas, veneno, anillos... y allí no hay nada».
«En 'Siegfried' funcionó muy bien, así que aquí no tendría por qué no funcionar también», confía Carlos Wagner, que completará la escena con un espectacular vestuario «postapocalíptico» en tonos negros y dorados diseñado por la ovetense Susana de Dios, que contó con la colaboración de la artista Breza Cecchini.
El único posible «para un ambiente de lo más oscuro. Un drama en el que hay celos, envidia, traiciones, engaños, amor frustrado... pero con poca acción escénica, en el que los personajes se pasan mucho tiempo contando lo que ha sucedido o lo que sucederá. Todo un reto, pero a mí me gusta. Por eso me dedico a la ópera».
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