María Adánez, actriz: «El teatro es un espacio desnudo»
El domingo 12 de octubre llega al Teatro Jovellanos de Gijón con 'La gramática', una comedia distópica de Ernesto Caballero en la que actúa junto a Joaquín Notario
Una comedia distópica. Esa es la cuestión que acerca a la actriz María Adánez al Teatro Jovellanos de Gijón este domingo. 'La gramática', ... un texto de Ernesto Caballero en el que la acompaña Joaquín Notario, promete reflexión y carcajadas.
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–Un argumento singular, una historia especial. ¿Qué la enamoró de este texto?
–'La gramática' habla del poder del lenguaje, de cómo las palabras pueden darnos identidad o quitárnosla. Trata sobre una mujer que es una limpiadora de edificios gubernamentales y trabaja en la RAE. Ella es una mujer básica, ignorante, ella habla así de sí misma, y un día se le caen los tomos de 'La gramática española' en la cabeza, sufre este accidente y cuando despierta del coma es una erudita. Pero no solo es que por ciencia infusa todos esos saberes los tiene en su cabeza, sino que además ha generado un toc obsesivo y no puede evitar corregir todos los errores tanto morfosintácticos como de escritura que comete la gente a su alrededor. Y esta corrección, este rol de policía del lenguaje, la hace aislarse. Toda su familia, su entorno laboral, sus hijos, sus vecinos, su marido, están hasta el moño, y decide ir a un terapeuta para volver a hablar mal. Esta es la idea genial de Caballero. Es Pigmalion al revés. Quiere volver a ser una mujer normal porque ha perdido su identidad y se ha quedado sola.
–¿A usted le ha cambiado también la manera de entender y mirar el lenguaje?
–La función tiene muchos mensajes, dardos que vamos lanzando al público. A mí me gustan las funciones que lanzan la reflexión pero no la solución. Esta nace del grandísimo amor hacia la palabra y el lenguaje de Ernesto Caballero, es una reflexión que él hace observando el deterioro de nuestro lenguaje por diversas causas, desde el abuso del consumo de ciertos programas, la corrección política, las redes sociales, la inteligencia artificial, los anglicismos... Hace años hablar bien era algo noble y admirable y con el paso del tiempo parece que hablar mal es más divertido y lo contrario se ve como algo cultureta o finolis, como algo negativo. Cuando te sumerges en una función así, esas reflexiones las haces. Te das cuenta de que hablamos mal, que todos nos dejamos llevar por nuestro entorno... Yo ahora digo 'esto está mal dicho', 'esto no es así'. No sé si se me pasará, pero me he hecho policía del lenguaje yo también.
–Creo que le costó coger el tranquillo al texto.
–Es que no estamos acostumbrados a esa riqueza del lenguaje. Cuando te metes con un texto así tienes que tomarte mucho tiempo. Hay un monólogo que me costó quince días. Había cosas que no entendía, y luego incorporar todo ese lenguaje de esas formas tan exigentes y tan ricas no es fácil. Ahora es un disfrute, pero costó llegar a él. Esto es lo más parecido a hacer verso. Yo nunca he hecho teatro clásico y estoy deseando, para mí sería lo siguiente. La próxima vez quiero ponérmelo muy difícil verbalmente. El otro día le decía a Ernesto: 'Me has picado con el aguijón de la palabra'.
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–Comedia. ¿Es muy difícil hacer reír?
–Lo más difícil.
–¿Cómo de complicado es?
–Tanto reír como llorar encima de un escenario es muy difícil. Hacer que haya verdad sea en el género que sea es poderoso, porque el teatro es un espacio desnudo. El cine y la televisión están más envueltas con la técnica y eso puede hacer que algo menos sustancial tome brillo, pero el teatro es la desnudez. En la comedia el artífice principal es el texto y los actores solo tenemos que estar a su servicio. Es matemática pura, tiene unos tiempos y una sonoridad.
–Tiene un buen texto de Caballero y a Joaquín Notario. Equipazo.
–Sí, de hecho, quiero volver a coincidir con ellos y ponérnoslo difícil.
–'Panorama desde el puente' es su próximo proyecto teatral.
–Viene a dirigirlo Javier Molina, que es un director portorriqueño afincado en Nueva York. Los protagonistas somos José Luis García Pérez y yo y deseando estoy meterme en los ensayos, que empiezan a finales de noviembre.
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–Y en el audiovisual, ¿qué tiene en cartera?
–He vuelto a 'La que se avecina' y tengo tres proyectos por estrenar, uno de ellos la tercera temporada de 'Atasco'. También doy vida a un personaje en 'Ciudad de sombras', para Netflix, en la que la gran protagonista es Verónica Echegui con Manolo Solo.
–¿Todavía en shock con su muerte?
–Sí. Ha sido impactante. Y más cuando tienes un trabajo por estrenar con ella. Me parece que no ha pasado.
–¿Cómo ve el audiovisual español?
–Está súper en forma. Nunca en España se ha hecho tanta ficción.
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–¿Cantidad y calidad están reñidas?
–Al haber mucho no todo es de calidad, pero los actores lo que queremos es trabajar. El gran sufrimiento del oficio es la estabilidad.
–¿Se retroalimentan el teatro y el audiovisual?
–Tengo la suerte de llevar 20 años en el escenario. Yo estaba en lo más alto de la popularidad con 'Aquí no hay quien viva' y me quise ir al teatro a formarme y esa popularidad me ayudó a llenar los teatros. A mí lo que más ilusión me hace es que la gente joven vaya, y más en una función como esta.
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–Ha conseguido una carrera muy equilibrada.
–En el teatro, para mí, de ensueño. He trabajado con grandes directores y con todos he aprendido, pero sobre todo he llegado a un punto en que he podido elegir los personajes: mujeres a favor del cambio, la independencia, la libertad... He tenido la suerte de poder decir 'quiero contar esto y hacer esto'.
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