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'El jardín del Edén', David Teniers II, 1685.

Vivencias espirituales que son arte

La Cúpula del Niemeyer se prepara para hacer dialogar arte antiguo y contemporáneo de la colección BBVA y propiciar una vivencia de introspección, silencio y crecimiento

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 26 de septiembre 2025, 18:00

Es una experiencia, una vivencia. No es una sucesión de obras, es un todo, un diálogo intergeneracional e interdisciplinar que se nutre de pinceles y ... gubias, de cámaras de fotos y de vídeo, que se alimenta por encima de todo con el talento inmenso e intenso de artistas dispares en espacios y tiempos distantes y distintos a los que une lo anímico, incorpóreo, inmaterial, mental, psíquico, emocional, interior, subjetivo y místico. Y, cómo no, la belleza.

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'Arte y espiritualidad. Imaginar lo extraordinario' es el título de la exposición organizada por el Centro Niemeyer y la colección BBVA y comisariada por Alfonso de la Torre que recoge una selección de los fondos históricos y contemporáneos de la Colección BBVA. Seis siglos de arte que ansían propiciar en quien mira esa vivencia que el arte aporta y de la que habló el gran Mark Rothko en Yale. Él quería que la experiencia de quien observara una pintura se convirtiera en una suerte de bolsa de silencio en las que arraigar y crecer en introspección. O lo que es lo mismo, que la contemplación sea capaz de desplazarnos del vértigo de la vida diaria, del ruido, a esa calma, a esa paz, a ese disfrute que se produce cuando percibimos que algo es hermoso.

La Cúpula del Niemeyer, un elemento que es también arte en sí mismo, acogerá a partir del día 10 de octubre una muestra que ya se pudo contemplar en Madrid y Bilbao y que sugiere esa singular manera de plantarse ante la creación. «Se nos ocurrió plantear que se revisara el asunto de la espiritualidad atravesando los tiempos, que no fuera un censo cronológico de obras y la exposición se mueve entre dos extremos, el origen y el final, y también entre el paraíso y dolor», anuncia el comisario.

Pinturas, esculturas y fotografías contemporáneas y alguna obra de videoarte componen un periplo a través de cuarenta obras que abarcan desde el siglo XV hasta el hoy. Del arte antiguo hasta la contemporaneidad a través de diferentes soportes. «Lo importante está en la libertad para hacer algo desinhibido, para invitar a los espectadores a la vivencia», apunta Alfonso de la Torre sobre cómo compuso esa hoja de ruta que redunda igualmente en el poder de las imágenes. Funciona la propuesta: «No hay mayor satisfacción que sentirte comprendido», señala el comisario, quien subraya que en este caso el relato acierta y engancha al espectador. «Para un comisario sería más fácil decir 'siglo XVII', 'siglo XVIII', 'abstracción', pero aquí hay algo que trasciende los tiempos y los lugares, cuando las piezas de Teniers se encuentran con un Carmen Laffón hablan de que el arte ha tenido siempre similares preocupaciones», afirma De la Torre.

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Está también la literatura presente, como la música que ha seleccionado Joan Gómez Alemany y a ello se añade el propio lugar que habitarán las piezas. «El Niemeyer es un espacio de recogimiento per se que igual no tienen otros espacios más racionales, es muy adecuado para pensar», afirma. Lo sabe bien porque viene de comisariar la muestra de Martín Chirino que precedió a esta en la Cúpula y aprecia el «privilegio» que supone trabajar a orillas de la ría de Avilés, que tendrá presencia de dos artistas asturianos en esta muestra. Se trata de Pablo Armesto y Hugo Fontela, presentes en la Colección BBVA junto a otros ilustres asturianos como Darío de Regoyos o Juan Carreño Miranda entre otros.

Sirve también la muestra para reivindicar la imaginación y dimensión pública de las instituciones privadas, como es el caso de la Colección BBVA, claves en esa mirada sobre el arte contemporáneo que aquí se da y se dio cuando aún no había una gran presencia de la de esa creación en España.

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El periplo desde el origen que se propone cuenta con ilustrísimos nombres, entre ellos Pablo Palazuelo, Jorge Oteiza, Joaquín Sorolla o Ouka Leele. Son cuatro los capítulos que afloran en el relato. El primero lleva por título 'El origen-El centro'; el último, las 'Vanitas'. Creaciones relativas a imágenes del cielo y sus equivalentes simbólicos, el paraíso, jardines o edenes se dejan ver de la misma manera que lo hacen desiertos de artistas como Marta Cárdenas, Ouka Leele o Eva Lootz. 'Entre el dolor y el éxtasis', con un subcapítulo relacionado, 'Milagro y sanación', es otra temática singular que se revela en las obras de Bill Viola, Antonio López y Mar Solís. Vanitas de San Jerónimo, Joaquín Sorolla o Marina Abramović se cruzan con piezas de Miquel Barceló, Jaume Plensa, Manuel Franquelo, Ernst Karl Eugen Körner o Juan Carlos Savater... Un lujo. Apariciones que se citan en este lugar y en este momento: «Estas claras y ardorosas presencias, aunque recorran diferentes momentos en la historia del arte, parecen surgidas en un nuevo momento del tiempo. Como si se nos concediera asistir privilegiados al instante de un suceso, desorientándonos en tal proximidad, apertura instantánea de la experiencia originaria, presentes y fuera del alcance, obras vueltas visibles impetuosamente, incesantes e interminables», anuncia Alfonso de la Torre.

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