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Las otras voces de 'La flauta mágica'

Crítica de la función de Viernes de Ópera

RAMÓN AVELLO

Domingo, 17 de octubre 2021, 02:23

El viernes pasado fue la primera vez, desde marzo de 2020, en la que el Campoamor se llenó en todo su aforo. Todas las localidades ... vendidas y prácticamente todas las butacas, ocupadas. Podemos afirmar que, salvo la levedad de la mascarilla, la normalidad se ha adelantado en esta función, fuera de abono, de la Ópera de Oviedo. En el teatro, un público variopinto en edades -desde la niñez a la ancianidad-, vestimentas y, probablemente, gustos. Sin duda, esta variedad de espectadores junto con la oportunidad de escuchar nuevas voces y lo asequible de los precios son los atractivos de Viernes de Ópera. El público aplaudió mucho, los niños y no tan niños se reían con las andanzas de Papageno y, en general, se puede decir que disfrutó de esta segunda función de 'La flauta mágica'.

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Ya hemos escrito sobre el lastre de una escena errática dirigida por Albert Estany y deficiente por varias razones. Entre ellas que, en vez de aclarar, confunde la acción dramática; difumina la personalidad de los protagonistas y despoja a la 'Flauta' tanto de los aspectos de fábula, de cuento, como de su significación simbólica. El buen oficio de Lucas Macías al frente de Oviedo Filarmonía y una correcta puesta a punto de las voces hacen que esta 'Flauta' no naufrague.

Empezando con Carles Pachón en el papel de Papageno, sin duda el más aplaudido de la noche. Pachón tiene vis cómica y cierta espontaneidad como actor. Como barítono, controla bien los volúmenes, canta siempre con afinación y su tesitura en el registro medio y agudo es más consistente que en el registro grave, que deberá trabajar más. Aunque desdibujado dramáticamente, Antoni Lliteres interpretó un Tamino con gratas sorpresas, especialmente en el segundo acto. Lliteres posee una buena voz de tenor, pero no muy homogénea, especialmente en las notas de paso entre el registro medio y agudo. Es un barítono en formación y posee un atractivo timbre lírico. Mar Morán, la intérprete de 'La reina de la noche', posee, en mi opinión, una voz argentina, plateada, idónea para una soprano ligera. Cantó muy bien, salvo ese acorde melódico sobreagudo que culmina sus dos arias, desflecado y demasiado abierto en la afinación. Al principio de la representación se dijo por megafonía que el bajo David Sánchez estaba reponiéndose de una infección respiratoria. La advertencia debió ser un bálsamo, porque Sánchez interpretó un Sarastro compacto, seguro, siempre bien perfilado y potente. Finalmente, Belén Roig, a la que ya habíamos escuchado en el Campoamor en 'Un baile de máscaras', de Verdi, es una Pamina delicada y lírica.

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