Merche suma una nueva gesta mundial

«La competición ha ido como esperábamos por una parte y menos por otra. Solo pudimos pelear el primer día, pero conseguimos el oro». Merche demuestra en primera persona una naturalidad y un desparpajo propios de su edad, pero, cuando llega la hora de la competición, no hace amigos. Entrenada por Omar y su padre Marcos –que practicó artes marciales mixtas– en el Gimnasio Bandog en Gijón, al igual que a su hermano Pepe, a la deportista gijonesa no hay quien ni nada que la pare. Ni una rotura en una mano.

Natural de la localidad de Sariego y estudiante de cuarto de la ESO, hizo historia el pasado año –se convirtió en la primera española menor de 18 años en conseguirlo– cuando conquistó la corona de campeona de mundo de MMA en la categoría de -67 kilos en Abu Dabi, que revalidó este pasado verano. Dos títulos que sumó a los que ya poseía en las modalidades de Grappling y Grapling GI de categoría sub 15, además de los tres nacionales de Grapling GI/NOGI, a los dos de Sambo y al de campeona de España de judo.

La asturiana aterrizó en Kazajistán con una idea clara: conquistar el oro mundial sub 18 tanto en la modalidad de Grappling –en la que los deportistas llevan pantalón corto y camiseta de compresión llamada ‘rashguard’– como de Grappling GI –la equipación es un kimono–. El primer combate, duro y exigente, con pocos resquicios, lo ganó, pero pagó un alto peaje: se rompió un hueso de la mano derecha. «En la primera pelea me rompí el quinto metacarpiano. Seguimos peleando, fue más difícil de lo normal, pero conseguimos el oro», explica la asturiana.

Aun así, con el dedo roto, Merche hizo de tripas corazón y saldó con triunfos los dos siguientes combates para hacerse con la corona. No pudo hacerlo lo mismo en la modalidad de Grappling GI, en la que sí se vio obligada a retirarse, pese a que partía, de inicio, como la clara favorita a subirse a lo más alto del podio.

La recuperación de la fractura de ese quinto metacarpiano la debería tener apartada cuatro semanas del trabajo en el gimnasio, pero no será tal –«será un parón entre comillas porque adaptaremos los entrenamientos a la situación», asegura aún desde Astana–, al que dedica casi cuatro horas diarias. Descanso relativo antes de retomar el trabajo duro a la espera de nuevos retos y rivales.