Los tópicos se erradican en casa
Tres familias con hijos narran su día a día y ponen en valor el reparto de tareas en el hogar ante las dificultades para conciliar
LAURA CASTRO
GIJÓN.
Viernes, 8 de marzo 2019, 03:52
La lógica sale por una ventana cuando se asume que es la mujer quien debe responsabilizarse del hogar y de los hijos solo por el hecho de serlo. Y no se trata de que los hombres 'ayuden' en casa, sino de entender que la convivencia bajo un mismo techo exige unas tareas que deben repartirse a partes iguales.
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«A un amigo le llamaron calzonazos por ayudar a su novia en casa. Me pareció mal por tres razones claras: la primera, lo de calzonazos; la segunda, lo de ayudar; y la tercera, porque me parece increíble que aún haya hombres que piensen así», lamenta Óscar Escribano, informático de 41 años. Lleva quince compartiendo su vida con Rocío Rodríguez, profesora de inglés de 40, y tienen dos hijas: Julia, de 8 años, y Emma, de 5. Hacen «malabares» a diario para compaginar sus vidas laboral y familiar, pero ya le han pillado el truco: «En esta familia todos somos igual de importantes».
Les cuesta entender que a día de hoy el reparto de tareas en el hogar siga siendo motivo de disputa. «No voy a ponerme medallas diciendo que ayudo en casa. Me parece tan machista y raro a la vez...», asegura Óscar. «¿Por qué va a descansar él cuando llegue del trabajo mientras yo limpio o pongo la lavadora? Es que no tiene sentido», plantea Rocío. «La felicidad de uno es la de todos, por eso es necesario repartir los deberes», remarca e indica que lograr el equilibrio en casa no es tan difícil, pues «solo es cuestión de organizarse y de ceder espacios, pero de hacerlo los dos, no solo uno».
Sus horarios laborales les permiten cierta flexibilización, pero critican que las empresas aún no hayan avanzado en materia de conciliación. Algo que, a juicio de Ana Méndez y de su marido Pelayo Cano, es «fundamental». Ella, al igual que Rocío, es docente y él es mecánico en su propio taller. Es autónomo y trabaja doce horas al día para obtener un sueldo a final de mes que a duras penas compensa el esfuerzo. «Nos hicieron creer que era fácil tener hijos y trabajar a la vez, pero era mentira y te das cuenta cuando la realidad te da un bofetón en la cara», asegura Ana, quien reconoce que llega al final del día exhausta.
También llega hecho polvo su marido, pero no olvida que su mujer además de trabajar en el colegio se ha encargado de la casa y del niño todo el día. Por eso, nada más ducharse, «le doy un repaso al baño, recojo todo lo que está por medio y hago todo lo que esté pendiente. Solo faltaba que encima le diera más quehaceres a ella». Aseguran que no han logrado inventar ninguna fórmula infalible para repartirse mejor el trabajo, pero por el momento consiguen salir adelante.
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«Llegué a preguntarme si era yo la única mujer que no llegaba a todo. No cambiaría mi familia por nada, pero está claro que para que las parejas se animen a tener hijos hay que darles facilidades», remarca. Entre sus propuestas destaca, por ejemplo, que se abarate la contratación en el caso de autónomos con hijos, como su marido, a fin de fomentar la conciliación.
«Ni fregar un plato»
Carmen Codesal y su marido Iván Prieto tampoco lo tienen fácil, pero tienen claro que formar un hogar y una familia significa repartir tareas. Viven en Linares (Ribadesella) y mientras él trabaja, ella se encarga del cuidado de su hija Haydée, de dos años. «Yo tengo pocas oportunidades laborales. Hay una clara feminización de los trabajos más precarios y mientras eso no cambie, lo más realista es trabajar en casa», dice.
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Son los «revolucionarios» de su pueblo. Ambos forman parte de colectivos feministas y culturales y tratan de enseñarle a su hija que mujeres y hombres son iguales y pueden hacer las mismas cosas. Sin embargo, su entorno más cercano no comparte su forma de vivir. «Tengo compañeros que no friegan ni un plato. No hay quien les haga entender las cosas. Está claro que solo valoramos lo que hacen las amas de casa y nuestras madres cuando nos toca a nosotros hacerlo», afirma Iván. Eso sí, tiene claro que las generaciones jóvenes «por suerte» ya tienen otra mentalidad.
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