«Las empresas que incorporan tecnología y no mejora la vida de la gente no transforman, especulan»
Jordi Alemany, una de las personas más influyentes en el campo del liderazgo humanista, pone el acento en «educar en casa con pensamiento crítico para saber utilizar bien la Inteligencia Artificial»
«Transformación digital o humanización, ¿qué va primero?». Es la cuestión que este martes ha abordado en el clúster TIC Jordi Alemany, exejecutivo con más ... de 20 años de experiencia liderando equipos y reconocido por Linkedin como una de las voces destacadas en este campo. También por Forbes en 2022 como la persona más influyente en el mundo empresarial en España. «La humanización debe ser una prioridad, porque por mucha herramienta tecnológica que uno incorpore o mucha inversión que esté dispuesto a hacer en ella, como no cuente realmente con las personas, no está transformando nada. Porque transformar –subrayó– significa agregar valor a la vida de las personas».
Así, abundó en que «si la tecnología de las corporaciones no hace la vida más fácil la vida de sus empleados, de sus clientes, de sus proveedores, no está transformando. Simplemente está especulando». De hecho, apuntó, «el 85% de las grandes corporaciones –y también las pequeñas empresas– que agregan tecnología lo hacen pensando en mejorar el rendimiento económico, en eliminar cabezas y en conseguir más eficiencia en términos de procesos. Eso –recalcó– no es transformación. Es mejorar significativamente en resultado financiero de las empresas».
Alemany –que por la mañana ha visitado Corporación Alimentaria Peñasanta (CAPSA, mañana intervendrá en la Universidad de Oviedo y que ha celebrado «la curiosidad, el interés por aprender y la gran acogida del discurso humanista en Asturias»– ha achacado la falta de perfiles profesionales en el sector TIC de Asturias al «peso del sector industrial en el mix del Producto Interior Bruto (PIB) regional». A diferencia del resto del país, la comunidad autónoma, como la mayor parte de la cornisa cantábrica (Navarra incluida), «no está tan terciarizada» y es en estas zonas donde todavía no ha dado tiempo a generar ese conocimiento porque la transformación tecnológica ha avanzado mucho más rápido que el mundo académico y, en particular, que la educación pública a la hora de formar a esos futuros profesionales».
«Falta de profesionales, no de talento»
Hay falta sí, indica, de profesionales, «que no de talento». «Porque talento es lo que todos los humanos tenemos; esto es, la capacidad de hacer algo por encima de la media. Otra cosa es que ese algo que hacemos tenga una aplicación en el sector industrial. O que tenga relación con el conocimiento, la experiencia y habilidad en el manejo de herramientas informáticas sometidas a alta demanda».
Llegado a este punto, quiso pararse en un «aspecto que nada tiene que ver con la educación académica: la educación en realidades sociales».
«Desde hace tiempo, a los jóvenes no les educamos ni en el hogar, ni en la educación pública, ni en la privada en esas habilidades relacionadas con la inteligencia emocional, con conocer nuestras emociones, empatizar con las nuestras y las ajenas, construir relaciones solidas. Están con la tablet en la mano porque los padres pasan doce horas trabajando y, al llegar a casa, están muy cansados. Están encerrados en el cuarto conectados a un ordenador, jugando 'on line' con personas que no ven presencialmente». «
Y, al llegar a la empresa –insistió– tienen dificultades para construir relaciones basadas en la confianza, en la interactuación, en las que tienen un componente de colaboración o propósito común porque no conocen lo que es el propósito común, no lo entienden porque hemos creado un mundo excesivamente individual».
En este contexto, considera «importante la figura del humanizador» en las empresas para hacer entender que «las relaciones están por encima de las transacciones».
Consultado sobre la Inteligencia Artificial (IA), sostiene que «la herramienta no es el problema. El problema es el uso que hacemos de ella. Y aquí, de nuevo, entra la variable de la educación en el hogar».
Porque, en su opinión, «estamos olvidando el componente ético, muy vinculado al pensamiento filosófico. Lo hemos retirado del currículo y los padres y madres no dedicamos tiempo a desarrollar el pensamiento crítico y a cuestionarnos nuestras propias creencias». No podemos olvidar, señaló, que «en casa está el espejo donde se miran. Si no se practica ese tipo de actividad reflexiva, difícilmente los hijos lo van a hacer. Si somos ejemplo de cómo usar bien la tecnología, de cómo se le puede dar una aplicación ética y a la hora de tomar una decisión anteponemos esos componentes morales y éticos por encima de los económicos, los futuros líderes harán lo mismo».
Sobre la regulación de la IA, explicó que «todo proceso de transformación o adaptación a una tecnología pasa por tres estadios: concienciación, educación y regulación», cada una en una década, como pasó, recordó con el consumo de tabaco. En 1993 se comenzó señalando que «era perjudicial»: en 2013, ya se había tomado conciencia de que «cuando uno no fuma está mejor» y en 2023 «ya no hay casi masa crítica que contravenga esa regulación. A esa parte, a la que no lo ha entendido o se resiste, es a la que hay que tratar de incorporar por ley. Pues igual que en el tabaco, con la Inteligencia Artificial, con la transformación digital».
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