Los posibles acuerdos de libre comercio con India y Mercosur elevan la amenaza al acero europeo
La UE puede llegar a facilitar la deslocalización de producción a países en los que Arcelor prioriza sus inversiones en detrimento de Europa
Si el efecto de la sobrecapacidad mundial sobre la siderurgia europea no era ya una amenaza suficiente, ahora se cierne otra que puede ser incluso ... igual de devastadora: los acuerdos de libre comercio que la Unión Europea (UE) negocia con India y con Mercosur, la asociación de países latinoamericanos formada por Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, aunque este último está suspendido de derechos. De confirmarse, se podría abrir una nueva brecha para la llegada de acero y, precisamente, de territorios en los que Arcelor está priorizando sus inversiones en detrimento del Viejo Continente. Pero, ante la actual coyuntura geopolítica y en plena guerra comercial con Estados Unidos, Bruselas está más interesada que nunca en cerrar este tipo de pactos.
El pasado mes de diciembre, la UE suscribió con Mercosur un acuerdo tras más de veinte años de negociaciones con el objetivo de crear la mayor zona de libre comercio del mundo. La Comisión Europea estima que sus exportaciones se beneficiarán de un ahorro de 4.000 millones de euros, ya que esos países liberalizarán el 91% de líneas arancelarias.
El pacto, que aún debe recibir el visto bueno de los Estados miembros y también del Parlamento Europeo, está suscitando reticencias, como ya provocó el preacuerdo firmado en 2019. España es uno de sus principales valedores frente a países como Francia, que lo mira con recelo. Sobre todo, se está poniendo en cuestión qué sucederá con la agricultura. Hace unos días junto con Italia pidió en un comunicado cláusulas de protección para sus agricultores.
Sin embargo, se habla menos del acero, para el que se espera que se eliminen también progresivamente los aranceles, lo que podría facilitar la llegada de productos a Europa. Y, justamente, la ofensiva inversora de Arcelor se centra en uno de los Estados del Mercosur, Brasil, de donde ya han llegado, en no pocas ocasiones, piezas semiacabadas a las factorías asturianas. Se importaron en momentos puntuales, cuando había algún problema u obra en los hornos o acerías y no había suficiente capacidad para suministrar desbastes a las líneas acabadoras, como sucedió en 2019, o incluso, para no superar las asignaciones gratuitas de CO2 que tienen las factorías. Al saltarse la fase de cabecera, la más contaminante, se evitaba incurrir en ese sobrecoste. Y, precisamente, este es el gran temor que surge ahora, que esa parte de la producción se traslade total o parcialmente a territorios fuera de la Unión Europea, como Brasil o India, ya de manera generalizada.
A partir del año que viene, los permisos gratuitos de derechos de emisión se irán reduciendo y cada vez será menos viable producir con hornos altos en el Viejo Continente. De ahí que Arcelor, en muchos casos, no se plantee realizar grandes inversiones para remodelar y alargar la vida útil de sus hornos altos, como el 'A' asturiano, que teóricamente dejará de funcionar el año que viene. Sin que finalmente se decida a construir las plantas de reducción directa del mineral de hierro (DRI) que podrían mantener sus capacidades de cabecera, puede optar por reducir directamente su producción final o también por importar piezas semiacabadas que se terminen en las factorías europeas, como las asturianas. Por ejemplo, en Asturias se lamina chapa gruesa de acero bajo en emisiones procedente de la factoría de Charleroi (Bélgica) y, cuando se cerraron los hornos altos de Florange (Francia), esta planta pasó a recibir 'slabs' de otras factorías.
Los traslados podrían ser ahora mayores e incluso podrían no verse afectados por el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM), la suerte de arancel ambiental establecido por la UE, si ese acero que llega es bajo en emisiones.
Arcelor anunció recientemente un ambicioso proyecto de renovables en Brasil que permitirá descarbonizar parte de su producción allí, donde expide unos 12,5 millones de toneladas de acero al año. La multinacional ha firmado sendos contratos para el desarrollo de dos proyectos de energía solar con una capacidad combinada de 465 MW, lo que equivale al 14% de sus necesidades. Se suman a un proyecto de eólica de 554 MW que ya se encuentra en desarrollo.
Además, en 2022, el grupo compró la Companhia Siderúrgica do Pecém (CSP), una planta altamente tecnológica que produce desbastes de acero de alta calidad con costes competitivos a nivel global. Su capacidad ronda los tres millones de toneladas –la de Asturias, los 4,5– y está conectada al Puerto de Pecém, lo que facilitaría el transporte hacia Europa. Este complejo industrial y portuario aspira a convertirse en uno de los principales centros mundiales de producción de hidrógeno verde, lo que permitiría producir también hierro de reducción directa (DRI) a costes muy inferiores que en Europa. De este modo, Arcelor avanza en la descarbonización de su actividad en países extracomunitarios que le ofrecen facilidades y pueden llegar a ser proveedores de las plantas europeas.
A la vez, la siderúrgica está también muy enfocada en su expansión en India, el país más poblado del mundo. Arcelor siempre ha defendido que sus planes de crecimiento en ese territorio están enfocados en el propio mercado interno, pero un acuerdo de libre comercio también facilitaría la llegada de acero a Europa. Y allí las restricciones laboralesy ambientales son mucho menores, así como los costes asociados. Basta como ejemplo, la intención de la multinacional de deslocalizar parte de sus servicios a India, en una estrategia que afecta a siete países europeos y 31 entidades jurídicas, con alrededor de dos millares de empleos en peligro, de los que más de cien podrían corresponder a Asturias.
Mientras, la Comisión Europea defiende que su plan para el acero y los metales, que incluye medidas de salvaguarda comercial adicionales a las puestas en marcha desde 2018 y que han resultado infructuosas, protegerá más la producción local. Sin embargo, todo apunta a que los acuerdos de libre comercio permitirían sortear los contingentes arancelarios que maneja la UE. De hecho, el ministro de Asuntos Exteriores belga, Maxime Prévot, cuestionado sobre un posible impacto en la producción siderúrgica del país, ya ha reconocido que, en el caso de Brasil, «se espera que el acuerdo complete la liberalización de las exportaciones de los países del Mercosur hacia la UE» y, en el de India, que las negociaciones incluyen «las disposiciones relativas a la importación de acero, 'slabs' u otros productos intermedios».
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