Carlos Reinoso
«El tiempo de planes ha pasado y Europa tiene que actuar. Desarrollo sostenible sin competitividad, no es desarrollo sostenible», explica Carlos Reinoso, Portavoz de la Alianza por la Competitividad de la Industria Española
Conflictos bélicos, guerras comerciales, apagones... La industria no gana para sustos en un momento clave para su futuro, que pasa por afrontar una doble transición, ... la energética y la digital, y no solo no quedarse por el camino, sino salir reforzada. La Alianza por la Competitividad de la Industria Española es lo que busca. Integrada por nueve asociaciones sectoriales con peso en Asturias, entre ellas la siderúrgica, la química, la cementera, la papelera o la de la alimentación, su portavoz es Carlos Reinoso (Granada, 1963).
–¿En qué situación está la industria española?
–Podemos hablar de un vaso medio lleno o medio vacío. Del lado negativo, persisten los problemas de competitividad estructurales. Los informes de Draghi y Letta lo indicaban con una crudeza sin precedentes y la Comisión Europea lo ha asumido como el reto principal. Precisamente, esa es la parte positiva, que en Europa se ha entendido de una vez por todas que el relanzamiento de la industria es un tema crucial, no solo para nuestra economía, sino también para nuestra resiliencia e incluso para la supervivencia del modelo de vida. Quedémonos con la botella medio llena, con una mirada ilusionante y el proceso reindustrializador que tenemos ante nosotros.
–La Comisión ha presentado distintos planes, entre ellos el del acero, que tanto importa en Asturias. ¿Se quedarán en una declaración de intenciones o servirán realmente?
–Este puede ser un reconocimiento implícito de que en el último periodo se había puesto un foco excesivo en el verde y que se dejaron de lado aspectos como la competitividad. Ahora la propia Comisión reconoce que tal vez fue un error. Desarrollo sostenible sin competitividad, no es desarrollo sostenible. El tiempo de planes, estrategias y declaraciones ha pasado. Europa tiene que actuar y tomar decisiones que resulten un revulsivo.
–En muchos aspectos, deja libertad a los Estados para, por ejemplo, otorgar ayudas o reducir la fiscalidad. ¿Es un peligro?
–Es indudable que los Estados miembros no van a correr esta maratón a la misma velocidad. Hay ciertas competencias que residen en los Estados y la Comisión solo puede indicar por dónde ir, pero sí hay actuaciones en las que nosotros esperamos que sea más explícita y más atrevida.
–La industria fue el sector más afectado por el apagón. Un suceso así, ¿resta credibilidad a España como destino inversor?
–Sin ninguna duda, más allá de las pérdidas económicas. Se está hablando mucho de en qué medida España puede ganar atractivo como destino industrial por una estructura de generación energética que puede suponer menores costes, pero evidentemente no olvidemos que la energía pivota sobre un trilema: la competitividad y el precio, la sostenibilidad y el tercero y fundamental es la seguridad de suministro. Cuando uno falla, nuestro destino para inversiones presentes y futuras disminuye.
–¿Tenemos un sistema eléctrico inseguro?
–En los últimos años la política energética en nuestro país se ha centrado excesivamente en el vértice sostenibilidad, que es importante y en el que, por supuesto, tenemos que seguir avanzando, pero tal vez hayamos puesto en un segundo plano los otros. Nada puede ser a costa de la seguridad de suministro.
–¿La industria podrá reclamar indemnizaciones?
–Es prematuro. Hacemos una llamada al debate sosegado, necesitamos conocer las causas reales de lo que ha sucedido. Lo primero es tomar medidas para minimizar el riesgo de que esto se pueda volver a producir, porque el riesgo cero nunca existe.
Renovables
–¿Se está yendo demasiado rápido con la transformación del sistema eléctrico?
–No es una cuestión de velocidad sino de encontrar los equilibrios óptimos entre esos tres elementos que citaba antes: sostenibilidad, competitividad y seguridad de suministro. Cuando la política se dirige excesivamente solo a uno se producen desequilibrios y en los últimos años se ha perdido de foco en el elemento coste, no ha sido una prioridad, y probablemente también se ha entrado en escenarios de menor seguridad de suministro. No podemos renunciar a la imprescindible energía de respaldo, energía estable, que nos pueden aportar las térmicas, la nuclear.
–El Gobierno destaca que los costes del mercado mayorista de la electricidad son ya inferiores en España, pero la factura que llega a la industria es muy superior a la de sus competidores europeos por los cargos que se le añaden. ¿Cómo perciben esta paradoja?
–Son tristes esas comparaciones interesadas, parciales o reduccionistas que se hacen de los precios energéticos industriales en España, extrayendo exclusivamente los datos del mercado mayorista y dejando aparte lo que se suma: la fiscalidad, los cargos, los peajes, la existencia o no de compensaciones en unos u otros elementos... Al final para una industria que compite en mercados globales, lo importante es el precio megavatio hora final.
–A AZSA se le han denegado 3 MW en su petición de acceso y conexión a la red eléctrica. ¿Es un peligro para la inversión industrial su falta de capacidad?
–Es una absoluta prioridad que ninguna inversión industrial que tenga sentido, sea sólida, positiva y sostenible se quede sin realizar. La planificación de redes debe contemplar como prioridad atender los proyectos industriales, especialmente de las industrias ya existentes, frente a otras opciones. Ojalá seamos capaces de atenderlos todos, pero bien porque son más hipotéticos o porque crean menos valor añadido, la prioridad debe darse a los proyectos de reconversión y de ampliación y de transformación industrial. También es importante hacer una llamada de atención sobre la eficiencia en las nuevas infraestructuras energéticas porque al final esto hay que pagarlo. Hay que hacer una planificación eficiente atendiendo a consumos y predicciones reales, evitando especulaciones y burbujas. Nos preocupan especialmente las nuevas inversiones para gases renovables o para el hidrógeno. Tenemos que ser muy exquisitos. Y hay otra cuestión, la electrificación no es un objetivo, el objetivo es la descarbonización y para muchas industrias la electrificación no es la vía.
–Con el rechazo en el Congreso del decreto 'ómnibus' decayó la prórroga del descuento del 80% en los peajes eléctricos para el sector. La mayoría de medidas de ese decreto se aprobaron después, pero esta no. ¿Por qué?
–La respuesta es tan sencilla como triste: falta de prioridad política. El Plan de Acción para una Energía Asequible de la Comisión Europea ve como una necesidad urgente reducir los costes energéticos para industria. Apunta que hay que limpiar la factura de muchos componentes, que es algo que solo pueden hacer los Estados, les pasa la pelota. Aquí solo el Gobierno puede hacerlo. Estamos pidiendo a la vicepresidenta tercera cuál va a ser la respuesta de España a esa indicación porque en los últimos meses vamos en sentido contrario. Se ha puesto prioridad política para negociar otras cuestiones que estaban en el 'ómnibus', pero para esto falta prioridad política, se piensa que no es lo importante.
–¿Qué piden al Gobierno?
–Necesitamos actuaciones concretas porque la clave del futuro está en incrementar la competitividad. La industria del futuro no es la que tenemos hoy. Será descarbonizada, circular y digitalizada, y todo ello pasa por masivas inversiones que hay que acometer siguiendo siendo competitivos. En muchos sectores los ritmos de inversión tienen que triplicarse, cuadriplicarse. Y eso le pedimos a la Ley de Industria, que ese proceso sea real y suceda, pero adolece de lo fundamental: concreción y plazos, pero, sobre todo, de un mecanismo de financiación. Se está haciendo en otros países y España no puede renunciar a tener un fondo de reindustrialización que permita la descarbonización. Este proceso de transformación sí o sí hay que acometerlo si España no quiere perder definitivamente el tren de la reindustrialización y para ello necesita tener un instrumento propio que evite el corsé de los fondos 'Next Generation' y de los PERTE, que dé una visibilidad futura, que la industria y los inversores sepan que si hay un buen proyecto van a encontrar un apoyo público con un esquema transparente, definido y predecible que impulse y haga que esa inversión venga a España en vez de irse a otro país europeo.
–¿Esa financiación debe proceder de las subastas de derechos de emisión?
–La Comisión Europea dice claramente que ese debe ser uno de sus destinos principales, pero en España, según aumentaba la recaudación, por decisión política se ha ido derivando a financiar el sistema eléctrico. Si se destinase simplemente un 50% de esos recursos generados en la subasta de derechos de CO2 se podría financiar prácticamente el 80% de los aproximadamente 2.500 millones de euros anuales que proponemos que contenga ese fondo. El resto debería de venir de asignaciones presupuestarias. Lo que sería un tremendo error es seguir en situaciones actuales, como las compensaciones indirectas, que dependen de en qué medida tengo o no presupuesto. Ese fondo debe estar creado por ley y las asignaciones comprometidas más allá de las discusiones presupuestarias o políticas.
Competitividad
–¿Puede ser la industria de defensa importante en esa reindustrialización que se busca?
–No voy a opinar de industrias a las que no representamos, pero al final todas las industrias están absolutamente interconectadas, hay una simbiosis. Lo que producen unas son insumos de otras. Al final las industrias forman clústeres que derivan de que España sea un país propicio o no para ellas.
–¿Cómo está afectando a la industria la guerra arancelaria?
–La situación es incierta, cada día tenemos un anuncio nuevo. Es tremendamente preocupante. Las industrias compiten en mercados globales, no es solo el efecto directo de los aranceles de Estados Unidos, también es el indirecto por vasos comunicantes. Su imposición en otras regiones produce un cambio en los flujos comerciales que pueden crear aquí una competencia distorsionada. En estas situaciones de guerra comercial todos pierden. Es tiempo de diplomacia, de desescalada, de encontrar soluciones negociadas. No obstante, para cada sector será distinto y aquí el ministerio y la Comisión tienen que hacer un trabajo quirúrgico para monitorizar la situación y aplicar soluciones compensatorias.
–La empresa en general y las industrias aún más se quejan de un exceso de regulación. Ahora está sobre la mesa la reducción de la jornada laboral. ¿Cómo les afecta?
–Al final, nuestra mejor defensa en estos tiempos inciertos, cambiantes y retadores que vivimos empieza en casa. Es el momento de rearmarnos de competitividad, en la medida que seamos más competitivos seremos más capaces de navegar aguas turbulentas. Medidas de competitividad en aspectos fiscales, en temas laborales, en aspectos logísticos... Es esa política industrial activa la que puede hacer que España sea un destino interesante para invertir.
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