Sergio Helguera, pastelero de Gijón: «Estoy centrado en la reapertura, pero me veo en el futuro en un concurso nacional»
Reinauguró este 29 de noviembre La Casa del Chocolate, donde presentará un turrón de casadiella para iniciar la campaña navideña
El destino de Sergio Helguera estaba escrito y se cumplió. El hijo del pastelero Tino Helguera sigue sus pasos y reabre en Gijón La ... Casa del Chocolate tras la toma de contacto de la pasada primavera y reformas mediante.
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–¿Con qué ideas reabre?
–Mi fuerte de trabajo es la hostelería, esto es, los postres para eventos y restaurantes. Buscamos locales de obrador y el que encontramos tiene un pequeño despacho al lado que hemos adaptado para la venta directa. Lo abrimos deprisa y corriendo en El Natahoyo en Pascua y tuvo buena acogida.
–Un barrio que no es el centro. ¿Qué tiene bueno y menos bueno?
–Lo difícil es darnos a conocer porque hay que venir expresamente, no es lo mismo que estar en el centro. Pero El Natahoyo y La Calzada nos acogieron muy bien. Además la herencia de mi padre ayudó a que gijoneses de otros sitios vinieran recién abiertos y repitieran.
–Vuelven por Navidad. ¿Con qué?
–Es la campaña más fuerte de la pastelería. Vamos a tener seis turrones: los clásicos de manzana y sidra, praliné y praliné crujiente y, como novedad, el turrón de casadiella. Y dos más en formato tableta al estilo francés, que son el de naranja y cointreau y el Dubái.
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–Muy de moda este último...
–Pero no todos lo son de verdad.
–Pastelero por herencia, ¿cuándo supo que esto era lo suyo?
–Cuarta generación. Empezó mi tío bisabuelo, luego mi abuelo, mi padre y ahora sigo yo. Desde pequeñito me decían que tenía capacidades y a mí me gustaba, aprendí mucho con mi abuelo y con 15 ó 16 años, como no me gustaba mucho estudiar, decidí que quería dedicarme a esto. Me formé y empecé con mi padre en La Casa del Chocolate de Begoña. Luego estuve de jefe de partida de los postres en el MB de Martín Berasategui en Tenerife, regresé a Asturias como profesor de cursos del Gremio de Confiteros y tras la pandemia, estuve en Camilo de Blas.
–¿El apellido ayuda más que pesa?
–Ayuda mucho, empezando porque soy un privilegiado ya que pude aprender de uno de los mejores sin tener que salir de casa ni que pagar nada. Lo más complicado es la autoexigencia que tienes de querer, por lo menos, ser igual que él. El listón está altísimo, yo lo voy a intentar.
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–¿Cómo ve la Asturias dulce?
–La fortuna de estar en el Gremio me dio una visión global. Basta con ver los campeonatos de pastelería, en los que Asturias siempre estuvo bien. Igual no reflejan el día a día, pero sí demuestra su calidad. Se cierran muchos negocios antiguos y van quedando pocos.
–¿Iría a un concurso?
–Sí (ríe). Ahora estoy focalizado en la apertura, pero muchas veces miro los reglamentos y pienso en lo que presentaría. Gané el Campeonato Nacional de Jóvenes Pasteleros en 2010 y ahora me gustaría dar el siguiente paso y participar para ser Mejor Maestro Artesano Pastelero de España. Ha cambiado el formato y me gusta; antiguamente solo ganaba uno, cuando unas veces el segundo y el tercero también lo merecían y otras ni siquiera el primero. Ahora compites contra ti mismo y tienes el título si alcanzas ciertos puntos.
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