Llagar Juanín

No era pegatina de finura, pero «con fabes y sidrina non fai falta gasolina» hizo historia. Pues con la sidrina Juanín, su menú del día, y su pequeña carta de raigañu puro y nada duro, al revés, tierno y goloso, fabes incluidas, el camino jacobeo prosigue como la seda hasta Colloto de ida o hasta Noreña, de vuelta.

La marca comenzó con los abuelos, que la sidra complementaba los modestos beneficios de la ganadería, y siguió con los padres. Pero fallecido él, madre e hijos decidieron seguir aún a costa de sus estudios y profesiones, para que los esfuerzos e ilusiones de un siglo y pico, no lo matara el tiempo. Entonces renovaron la casa familiar, la tenada pasó a salón para espichas, y la vivienda aloja en cada piso un comedor, todo sin tocar los muros y dinteles de gruesa cantería, los techos de madera, la volada solana tallada ni, por supuesto, los hórreos y pomaradas del redor. Un marco adecuado para, fabada aparte, patatines con pulpo, callos caseros, hígado de ternera, parrochines, fritos de bacalao, tacos de adobu o tortos con sus compangos. Unos discos de metal se apilan sobre un palo señalando las rondas de sidra.

A un pequeño paseo, y dentro del Camino, se encuentra el magnífico Palacio de Meres con su igualmente magnífica capilla de Santa Ana o del Amparo. Los nobles propietarios, que tejen escudos con los apellidos Argüelles, Quiñones, Carrio o Valdés, fundaron una malatería, y repartían auxilio a quienes oyeran misa en la capilla, aún hoy centro de las fiestas parroquiales.