El albergue y los centros de día de Gijón, colapsados
La escasez de plazas ha provocado que muchas personas sin hogar ocupen parques, naves abandonadas y locales comerciales en desuso
CHELO TUYA
Sábado, 30 de agosto 2014, 01:09
No hay cama en el único alojamiento gratuito de la ciudad para personas sin hogar. El que ofrece la Fundación Albergue Covadonga y que cuenta con 50 plazas. Ni siquiera hay sitio libre ya en el salón de la televisión, donde en julio y agosto ha sido habitual que se instalen camas plegables. Para tomar un café o ducharse en su centro de día hay que esperar. La cola, en plena calle, supera las 25 personas en muchas ocasiones.
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Todo porque el aforo es de 41 personas y, cada día, la media de usos supera los 200. En el caso del otro centro de día de Gijón para personas sin recursos, Milsoles, el que la Fundación Siloé tiene abierto en El Coto, la situación no es mucho mejor. Con capacidad para 30 personas, tiene una media de uso diario de 120. «La crisis sigue».
Así lo certifican tanto el director de la Fundación Albergue Covadonga, Ramón Colunga, como el responsable de programas de la Fundación Siloé, Pablo Puente. El primero reconoce que las 50 plazas del albergue están «saturadas». Tanto que «hay días que tenemos que decir que no a quien llama a la puerta». Y eso, «después de haber habilitado camas supletorias en la sala de la televisión». Ni siquiera trasladando a usuarios del albergue a otros dispositivos para larga estancia, como el que ofrece la Cocina Económica, «impide rechazar casos».
Esa respuesta negativa a pasar una noche bajo techo ha llevado a muchas personas a ocupar naves abandonadas o locales comerciales en desuso. Principalmente en las cercanías del propio albergue, para utilizar las duchas y el servicio de comida que ofrece su centro de día.
De baja exigencia
Asimismo, la falta de plazas gratuitas ha dado pie a que muchos utilicen parques o los soportales de la Casa Sindical o de la calle de Marqués de San Esteban. Según explica Pablo Puente, «los trabajadores sociales de Milsoles saben de muchas personas que comparten vivienda en muy mala situación». No solo en edificios en ruina, sino en pisos en los que «tienen alquilada una habitación, pero la utilizan muchos».
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Un panorama que lleva a Ramón Colunga a pedir no solo «más centros de día, porque en los fines de semana solo está abierto el nuestro», sino, sobre todo, «más alojamientos de baja exigencia. Cada día vemos que nuestras plazas no cubren toda la demanda».
El Consistorio tiene pendiente la apertura de un albergue de baja exigencia, en las instalaciones de la Fundación Covadonga. Sin embargo, «serán necesarios más dispositivos, porque la demanda es alta».
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Los motivos no son otros, argumentan ambos, que «la crisis económica». Para Pablo Puente, es significativo que Milsoles tenga una media de 120 usuarios cada día. Se trata de una cifra muy superior a la registrada en años anteriores, incluso a los momentos en los que, por las obras del dispositivo de día que ofrece el Albergue Covadonga, el de Siloé fue el único abierto en la ciudad. «La idea era que, con la apertura del centro del Albergue Covadonga, la presión sobre el nuestro bajaría. Pero no ha sido así. Va a más, afirma Puente.
Y no precisamente porque al centro de día del Albergue Covadonga acudan pocas personas. «El nuestro también está saturado. Hay momentos en los que son más de 25 los que esperan en la calle para entrar», asegura. Una situación que reconoce «no es la deseable, pero el aforo es de 41 plazas».
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Eso supone que «estén en la calle esperando. A veces mucho tiempo, con el nerviosismo que eso genera. Además, con el calor, la tensión va en aumento. Es complicado, pero no tenemos otra respuesta que darles». Según sus cifras, el dispositivo tiene «una media de 200 usos diarios. No significa que entren 200 personas diferentes, pero sí que hay 200 entradas. Son muchas».
Parado sin prestación
Entre ambos centros de día suman una población sin recursos de más de 300 personas, «que va en aumento», advierte Pablo Puente, quien apunta que «a diario llegan muchos nuevos usuarios». Son unos demandantes de ayuda «que nunca pudieron imaginar que algún día tendrían que utilizar nuestro servicio». Con la apreciación de Puente coincide Colunga, «tenemos casos de personas que nos cuentan que hace un año estaban pagando una hipoteca. Pero se quedaron en el paro, se acabó la prestación y están en la calle».
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Ese es el nuevo perfil, el de personas procedentes «de hogares normalizados». «No hablamos de personas con toxicomanías o de familias desestructuradas. Estamos detectando, ya desde el inicio de la crisis, que la demanda de ayuda llega de personas sin problemas familiares o de salud previos, aunque ahora muchos sí lo tengan».
Se refiere Pablo Puente a que muchos «empiezan a tener problemas de alcoholismo, pero generados por la desesperación, no por un consumo previo». De acuerdo a muchos de sus expedientes, «se trata de personas que lo han perdido todo y no ven solución, así que beben».
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