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Nacho Carballo, el pasado noviembre.

Festivales de cine sin concurso

ALEJANDRO CARANTOÑA

Domingo, 5 de marzo 2017, 01:07

Jubilaciones, sustituciones, discretos fichajes o gestión pública: no se estila, entre los festivales de cine de España, recurrir a la fórmula del concurso público para elegir a sus directores. Solo el de Gijón, inmerso en su segunda convocatoria tras quedar desierta la primera, y el de Valladolid, que ratificó a su director el año pasado tras convocar un concurso público y verse abocado a obviar sus propios criterios de selección, han recurrido a este sistema. Con una diferencia notable: Valladolid hizo interino al hasta entonces director, Javier Angulo, antes de abrir el proceso para que la producción no se paralizase; Gijón, sin embargo, carece de la figura hasta que se resuelva el concurso.

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Los dos directores más veteranos de España son los del Zinebi (Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao) y el del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges. Al frente del primero se encuentra, desde el año 2000, Ernesto del Río, que ya tenía una estrecha vinculación con el certamen. Àngel Sala, por su lado, tomó las riendas de Sitges en el año 2001: tampoco fue por concurso. En su caso, era el responsable de programación bajo los mandos de Roc Villas, que se había hecho cargo del certamen en 1999. Villas dimitió tras dos años en el cargo y el patronato eligió a Sala directamente.

Situación similar se vivió en Málaga, en su Festival de Cine Español. En este caso, Juan Antonio Vigar sustituyó a Carmelo Romero, que renunció al cargo en 2008. Vigar, que llevaba nueve años vinculado al certamen, mantuvo sin embargo el puesto de coordinador general, y sumó las tareas de dirección a sus atribuciones. De nuevo, el consejo de administración lo nombró sin concurso previo.

El capítulo de sustituciones se cierra con el nombramiento de Luis Miranda, en 2015, para dirigir el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Miranda había empezado a colaborar en calidad de programador en 2004; en 2010 se convirtió en coordinador y, por fin, asumió la dirección cuando Claudio Utrera se jubiló hace dos años.

En el resto del panorama español se repite el esquema de la contratación directa o de confianza: a Esther Baeza la puso al frente del Festival Internacional de Cine de Cartagena la asociación de la que depende el certamen en 2008; a Jesús Bosque, que se ocupa del Festival Internacional de Cine de Huesca desde 2014, lo eligió la fundación del mismo nombre; a Manuel H. Martín, responsable del Festival Iberoamericano de Cine de Huelva, lo escogió el patronato el año pasado; Andrea Guzmán y David Varela tomaron las riendas de Documenta Madrid en diciembre del año pasado por designación directa del ayuntamiento y, por último, a José Luis Rebordinos, que se ocupa del festival más importante de España (el Festival Internacional de Cine de San Sebastián) desde 2011, lo nombró el consejo de administración del certamen.

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Hay dos asturianos entre el plantel de directores españoles, ambos fuera de nuestra región: José Luis Cienfuegos fichó por el Festival de Cine Europeo de Sevilla tras su atropellada salida del de Gijón en 2012. Lo fichó directamente el Ayuntamiento de Sevilla. El otro es el gijonés Fran Gayo, que en mayo de 2016 se convirtió en director del Festival Internacional de Cine de Ourense, también directamente y sin mediar concurso.

A ninguno de los anteriores se le pidió que acreditase conocimientos de ningún idioma mediante titulaciones académicas, aunque en la mayoría de casos consultados se da por sentado un «nivel alto», como definen desde Las Palmas.

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El único caso más o menos similar a los de Gijón y Valladolid es el del Festival Internacional de Cine Cinema Jove de Valencia, del que se ocupa desde diciembre del año pasado Carlos Madrid tras la salida de Rafael Maluenda en septiembre. No obstante, el Institut Valencià de Cultura (IVC), máximo órgano responsable del nombramiento, descartó que el concurso fuera público y realizó un proceso de selección interno. Así, se cribaron en primera instancia dos decenas de nombres, de entre los cuales descolló Madrid por su experiencia al frente del festival La Cabina. Al cabo de un mes, cubrió la vacante que había dejado (sin concurso) quien hasta entonces había sido su directora de producción, Sara Mansanet.

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