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Rafael Cabañeros (EDP), José Carlos Alegría (Talleres Alegría ) y Javier Fernández (Museo del Ferrocarril), en La Calzada.

«En la ría de Aboño se podía pescar de todo y ahora no hay ni una sapa»

El presidente de Talleres Alegría relata junto a EdP y el director del Museo del Ferrocarril la metamorfosis del idílico valle en polo industrial

M. MORO

Miércoles, 10 de mayo 2017, 01:08

«La playa de Aboño era una maravilla y la ría yo la conocí de niño con aguas cristalinas en las que se podía pescar de todo: furagañes, muiles, camarones, andaricas, angulas... Ahora no hay ni una sapa». José Carlos Alegría, presidente de Talleres Alegría, la primera industria que se levantó en el valle que divide Carreño y Gijón, recordó ayer en el Ateneo de La Calzada a sus 86 años el Aboño antiguo. El Aboño idílico con toda su riqueza paisajística intacta antes de la degradación ambiental, que fue el precio que hubo que pagar por el desarrollismo y el crecimiento económico en un espacio natural privilegiado.

El veterano industrial compartió mesa redonda con Rafael Cabañeros, director de la central térmica de Aboño (EdP) y el director del Museo del Ferrocarril, Javier Fernández. Alegría recordó como su abuelo, hombre emprendedor y gran conocedor de los procesos industriales del metal, fundó una industria metalmecánica que pronto derivó hacia una especialización única en la fabricación de material ferroviario. Él fue el que trasladó el taller de Gijón a Aboño, a la vista de las oportunidades de posibles negocios con las grandes empresas del entorno: puerto, conserveras, ferrocarriles y siderurgias. Después de la Guerra Civil, evocó Alegría, los talleres familiares eran conocidos como «el refugio» porque su abuelo daba trabajo a todo el mundo sin importarle que fuera gente señalada por participar o colaborar con el bando perdedor.

Talleres Alegría fue la primera industria de la zona, pero después se sumaron una fábrica de productos químicos que nunca llegó a funcionar y a continuación la familia Masaveu montó en este entorno Cementos del Cantábrico. Posteriormente, llegaron el parque de minerales y la central térmica de Aboño. En relación con el advenimiento del parque de carbones José Carlos Alegría recordó que los talleres familiares fueron expropiados y tuvieron que trasladarse desde la margen derecha de la ría (Gijón) a la margen izquierda (Carreño). «Tardaron entre 12 y 14 años en indemnizarnos por los terrenos expropiados aunque sí nos abonaron primero el cambio de ubicación», rememoró.

El director del Museo del Ferrocarril hizo un repaso histórico del desarrollo de Aboño desde la segunda mitad del siglo XIX como «trastienda y patio trasero» del puerto que se construyó en El Musel. Fernández explicó que el valle se fue transformando por la falta de terreno terrestre en las instalaciones portuarias anexas y al calor del desarrollo del tráfico ferroviario de minerales con destino portuario. La primera estación que se creó allí fue la estación del Ferrocarril de Langreo. El transporte de carbón procedente de las cuencas mineras y el transporte del mineral de hierro de la zona de Carreño le imprimieron el carácter industrial que ha llegado hasta nuestros días y propiciaron la excavación de tres túneles para salvar la barrera de la Campa de Torres. «Ha llegado a conocer una actividad salvaje pero la historia de Aboño se resume en que siempre ha sido trastienda de El Musel y zona para almacenar. Primero carbón de exportación y después carbón de importación»,

Por su parte, el director de la central térmica de Aboño, Rafael Cabañeros, destacó que las instalaciones dedicadas a la combustión de carbón adquiere durante los últimos años la totalidad de mineral que Hunosa pone a la venta. Asimismo, aseguró que la eléctrica propietaria ha realizado desde 2008 inversiones millonarias en la central, incorporando procesos de desulfurado y desnitrificación, para adaptarse a la nueva y cada vez más exigente normativa ambiental.

La sala de exposiciones del Ateneo de La Calzada acoge hasta el 31 de mayo una muestra con fotografías históricas sobre el paisaje de la ría de Aboño y su radical transformación industrial. La actividad cuenta con la colaboración del Aula de Cultura de EL COMERCIO.

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