Más de 350 años vigilando Gijón y volcada con la docencia infantil
Torre de los Jove Hevia. Su construcción terminó en 1670 y fue ampliada a finales del XIX. Desde el año 1987 alberga al Colegio San Lorenzo
El Muro no sería lo mismo sin la torre de la familia Jove Hevia y la capilla de San Lorenzo (llamada 'de tierra' al existir ... tiempo ha otra 'de mar' en La Providencia). Se comenzaron a construir en 1660 y modelan el perfil de la costa gijonesa desde 1670. Fue ya a finales del siglo XIX cuando se construyera el resto de la casa familiar (muchos dirían palacio) que incluía caballerizas, zonas para la servidumbre, unas grandes cocinas y muchos detalles de la época. Pero si algo llama la atención son sus numerosos escudos y blasones, así como las gárgolas y pináculos de la torre y la capilla. Con el tiempo, este imponente edificio pasó a estar dedicado a la enseñanza. Dejó de ser residencia familiar después de la guerra civil y entre 1940 y 1970 albergó a la Academia España. Poco tiempo después fue el Colegio Mayfer y con la jubilación de sus propietarios, en 1987 se convirtió en el Colegio San Lorenzo, producto de que antiguas profesoras del Mayfer se animaran a formar la primera cooperativa enteramente de mujeres para sacar adelante este proyecto educativo. Hoy, entre puertas y chimeneas con más de 300 años y en un edificio laberíntico, reciben su educación 325 niños de Infantil, Primaria y Secundaria.
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Virginia Piñera Cortina sabe bien lo que costó llevar a la realidad este proyecto de la cooperativa Los Escudos. Ella, con solo 24 años, fue una de las ocho profesoras valientes que apostaron por la idea. En 1986, gracias al apoyo del entonces alcalde, José Manuel Palacio, y de las autoridades de Educación, consiguieron comprar el edificio a la familia Jove Hevia y Domínguez-Gil, que eran los herederos. «La única figura jurídica con la que nos dejaban hacernos con el edificio era la de una cooperativa de trabajo social», relata Virginia Piñera, quien apunta que ninguna de ellas sabía lo que era y, mucho menos, cómo se formaba y gestionaba. «La familia nos dijo que no les interesaba alquilar, sino vender, y que querían venderlo al Ayuntamiento». Pero el Consistorio no estaba dispuesto a hacer la inversión y el alcalde apoyó la creación de esta cooperativa. «El Ayuntamiento acababa de comprar el Museo Barjola y no podía hacerse con este edificio, pero la participación del Ayuntamiento tenía que estar reflejada de alguna manera en el contrato de compra», indicó la directora del colegio. La solución fue que un edificio anexo sería de propiedad municipal, pero con el compromiso de construir en el solar una plaza y dotar así de otra entrada al colegio. Y así fue, es la actual plazoleta del arquitecto Díaz Omaña.
El inmueble estuvo casi un año cerrado, hasta que en septiembre de 1987 volvió la actividad docente, el primer contrato de compra en firme se firmó en 1988 y hasta 1992 no tuvieron las escrituras definitivas. La inversión fue muy importante. A la compra del edificio hubo que añadir otras inversiones como arreglar la luz, dos millones de pesetas, y así un sin parar de gastos que soportaban las ocho cooperativistas. «Yo ganaba 90.000 pesetas y todos los meses dejaba 18.000 para el colegio», recuerda Virginia Piñera. Pero aún tienen pendiente el arreglo de dos fachadas. «Llevamos ocho meses esperando por el permiso para una obra que durará quince días», lamenta.
El palacio dejó de ser residencia familiar tras la guerra civil y luego siempre estuvo enfocado a la docencia
Gracias a la ayuda del Club Rotario de Gijón pudieron rehabilitar la antigua capilla, que hoy tienen alquilada para un comercio y así sacan unos ingresos extra para el colegio. Y es que han aprovechado hasta un pequeño edificio anexo a la capilla para las aulas de Infantil. La asociación de economía social (Asata) también les proporcionó una ayuda inestimable. Hoy es un centro con futuro, pues, aunque hay trece cooperativistas, la plantilla es de 28 profesores para atender a un número de alumnos que va en aumento. «Empezamos el curso con 313 niños y ya tenemos 325. Parece que hay otro 'boom' de llegada de escolares, pero no son pequeños, sino algo mayores». América y el este de Europa son las procedencias de estas incorporaciones.
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