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Adiós a Rufino Ballesteros, «un gran paisano» de La Calzada
Muere a los 80 años Rufino Ballesteros, un hombre de deporte y de barrio y el impulsor de las jornadas Iniciativas Deportivo Culturales
M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Lunes, 26 de abril 2021, 00:18
No puede haber mejor definición: «Era un gran paisano». La frase la repiten como un mantra quienes le conocían y remite a él, a Rufino Ballesteros Iglesias, un hombre preocupado por el barrio, por lo suyo y los suyos, comprometido con lo cercano, currante para la comunidad. Ayer se fue con 80 años después de que un ictus lo noqueara a mitad de semana y dejó en La Calzada, y en todo Gijón, una sensación de orfandad, esa que se pega al alma cuando muere un buen paisano, un buen tipo. Así era él. Una persona humilde que vivía en la calle de Margarita Xirgu y que era ante todo el marido de Pepita, el padre de Manuel y el abuelo siempre orgulloso de Diego y Mario.
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Lo suyo fue el deporte ya desde muy pequeño. Nunca le bastó con uno. La natación, en la que compitió con cierto nivel; el hockey, del que llegó a ser árbitro nacional e internacional, y todo lo demás, desde el balonmano al que juega su nieto Diego y el Sporting que gustaba de ver en la tele. Pero era sobre todo un todoterreno de la vida, en la que se empleó a fondo y con la generosidad como máxima. Siempre trabajando por la ciudad, por el barrio, por llenarlo de vida, de actividad, cultura.
Rufino Ballesteros Iglesias nació en Villada (Palencia) en 1940, pero siendo todavía un bebé de apenas un añito se mudó a Asturias, a Mieres, donde se crió y donde comenzó su andadura deportiva y su vida laboral, hasta que ya 1970, dejó la Fábrica de Mieres para trasladarse a Gijón y comenzar a trabajar en la antigua Uninsa como maestro de taller. Siempre gustó de trabajar por sus compañeros y cuando con 52 años se prejubiló se dedicó en cuerpo y alma al barrio.
Fue en Gijón donde impulsó y lideró el proyecto de Iniciativas Deportivo Culturales de La Calzada, en el que contó con la colaboración del añorado párroco José María Bardales, que abría su iglesia de Fátima a la música coral durante un mes. Porque esas jornadas, que este 2021 deberían cumplir 30 años, tenían hueco para todo, para el parchís y para el fútbol, para la cultura en general, para ser elemento dinamizador y de encuentro de La Calzada, ese barrio que siempre ha sido mucho más que un barrio. La edición 29 la frenó la pandemia, esta 30 se iba a quedar en el tintero. Con ese pesar se fue Rufino.
Las jornadas nacieron, crecieron y se multiplicaron. Y eso que la cosa comenzó de casualidad y sin grandes expectativas: «Pues la verdad que empezamos 'de churru'. Nuestra idea era hacer un torneo de hockey sobre patines y al final terminó siendo una semana de otras actividades deportivas, como baloncesto, fútbol sala, balonmano... Luego todo fue creciendo y creciendo, bendita locura», decía en una entrevista con este periódico recordando aquellos días de estreno.
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Esas jornadas -con las que colaboraba este diario- marcan su biografía. Pero, en realidad, estaba vinculado a todos los saraos del barrio: el Ateneo, Mar de Niebla, Abierto hasta el Amanecer, el Santa Olaya... «Él estaba alrededor de todo lo que pasaba en el barrio, de una manera o de otra, era una persona súper inquieta, tremendamente transparente, si creía en algo iba a por ello, era muy pasional y muy humilde», resume Héctor Colunga, director de Mar de Niebla, aún dolido por ese adiós que ha pillado a todos los que le querían de sopetón.
Era un tipo comprometido, sin filtros, que cuidaba el ámbito asociativo y estaba al quite para ayudar en lo que podía. Tanto que, en muchas ocasiones, hasta puso dinero de su bolsillo para que las cosas pudieran salir adelante. «Si no llegaba una subvención o alguien no podía cobrar, él adelantaba el dinero». Lo recordaba Diego, su nieto mayor, sabedor de que en el barrio se le quería, de que se le añorará en los bares donde iba a disfrutar de un rioja o un ribera de Duero con los amigos, que eran muchísimos. Por eso, por la multitud de amigos que lamentan su pérdida, la familia ha preferido no hacer ningún tipo de acto de despedida público y restringirlo al ámbito privado para evitar que se reúnan demasiadas personas en estos tiempos en los que la covid no lo permite.
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Comprometido
Cuco Jiménez, que trabajó con él más de 12 años en las Iniciativas Deportivo Culturales de La Calzada, resaltaba ese compromiso con el deporte, la cultura y el ocio, pero no se olvidaba tampoco del gran deportista que fue. «Nadó con Vitos, que cruzó el Canal de la Mancha, Peláez, Tejerina, Cabañas, Alperi, Aldecoa, Lito Solís, Juanín Bros, Gerardo Pello, Moro... Él, que era muy del Santa Olaya, siempre contaba que una de las primeras medallas que ganó el Grupo fue con él en una prueba de relevos», afirma. No hay que olvidar que fue uno de los impulsores de la sección de Natación del Club Patín de Mieres, hizo el descenso del Navia y cruzó el lago de Sanabria, entre otros hitos. Y como árbitro de hockey sobre patines, participó en mundiales. Pero para Diego, era el abuelo generoso que conocía todo el barrio y que no se perdía ni uno de sus partidos ni entrenamientos de balonmano.
«Siempre se preocupó del bienestar del barrio», concluye el nieto mayor. Rufino ya no está, así que toca a otros seguir batallando su batalla.
«Nosotros los viejos tenemos que ir desapareciendo y son los jóvenes quienes han de tomar el relevo. Es importante que la gente se involucre en iniciativas de este tipo», decía él, que acostumbraba a clamar por mantener el espíritu del barrio. Del suyo y los demás: «Si esto desaparece, faltaría todo». Palabra de Rufino.
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