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Dos orejas. Ginés Marín fue el triunfador de la tarde en la vuelta de los toros a El Bibio. JUAN CARLOS TUERO

El Bibio vuelve a aplaudir

El regreso de los toros a Gijón. Ginés Marín (dos) y Álvaro Lorenzo (una) cortan orejas en la primera corrida de la feria de Begoña

JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ CANAL

Sábado, 14 de agosto 2021, 01:09

AFinito de Córdoba, que compareció con vestido de peón, se le podría reprochar cualquier cosa menos que no respetara la distancia de seguridad. En su ... primer toro, chico y abanto de salida, lo saludó con buen gusto a la verónica, pero su tarea con la flámula fue deficitaria en quietud, con continua pérdida de pasos, y en ligazón. Templó el trasteo en algunas fases, con el defecto de ayudarse siempre con la espada en el toreo al natural. Subió la nota de calidad en su labor con el cuarto de la tarde, mejor presentado que el primero de su lote. El toro, de franca y codiciosa embestida, le permitió lucirse en un par de tandas de redondos y en otras tantas con la pañosa en la zurda, evocadoras de tiempos pasados en la carrera del veterano diestro nacido en Sabadell. Para matar pasó un quinario y a punto estuvo de oír el tercer recado de la presidencia, ayer muy exacta en lo tocante al reloj. Total, que el premio quedó en saludos de reconocimiento a la ovación con que le obsequió el respetable.

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Era el mismo público que después no pidió en la cantidad suficiente (la mayoría, o sea, la mitad más uno) que el usía concediera otra oreja a Álvaro Lorenzo después de pasaportar al quinto de la tarde, recompensa que, unida al apéndice auricular obtenido en su primer toro, le hubiera permitido subirse a hombros de los costaleros. En su descargo, se debe reconocer que sería inexacto decir que no fue un quinto malo. Se empleó en el caballo, le prendió dos buenos pares de garapullos Francisco Javier Sánchez, pero llegó poco colaborador, distraído, a la muleta. Alvarito porfió, recurrió al pico cuando le petó, trazó algún natural excelente y al final echó mano de adornos para la galería. La parroquia, sin embargo, no se entusiasmó, de ahí que la petición orejeril no prosperara, como sí había llegado a buen fin tras liquidar a su primer enemigo -grandón y noblote- como colofón a una actuación brillante, que el viento dificultó. Con el percal le recetó unas pintureras verónicas de recibo y abundó en hondura con la franela, de manera especial en dos series con la diestra y en otra al natural.

Si lo hubiera, el título de triunfador de la tarde sería para el debutante Ginés Marín. Y no solo por su cosecha de orejas, sino porque en su primero, que en la práctica pasó al último tercio sin picar, se impuso a la sosería del bicho y aunó lo espectacular -el inicio de faena cuando citó de lejos, plantado de hinojos en la arena- en una tarea muleteril que fue de menos a más y fue un muestrario de temple y mando. Antes había brillado en un quite por verónicas (aunque para quite el providencial que le hizo Finito a uno de sus banderilleros cuando estaba punto de ser alcanzado por el toro antes de llegar al burladero).

En el toro que cerró plaza, noble y con recorrido, tras un desastre en el tercio de varas, sentó cátedra Marín, con otro notable quite a la verónica y una faena de muleta iniciada con preciosos ayudados por bajo y tandas de redondos y naturales de excelente factura (aunque con un pelín de aceleración a veces, todo hay que decirlo). El remate con bernadinas culminó la faena y como no falló a espadas la oreja cayó cual fruta madura y su paseo en volandas por el redondel clausuró la función a las dos horas y 20 minutos de su comienzo. Laus Deo.

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